sábado, 30 de junio de 2012

"QUÉ ESTÁ OCURRIENDO EN EL VATICANO (OLTRETEVERE)", artículo del notario ÁNGEL AZNÁREZ


 Artículo publicado en el diario "LA NUEVA ESPAÑA" y en "RELIGIÓN DIGITAL" (24/06/2012)

(2ª Parte)

El Señor respondió a Job desde la tormenta y dijo: Quién es ése que enturbia mi consejo con palabras sin sentido. Si eres valiente prepárate y tú me responderás. ¿Dónde estabas tú cuando afiancé la tierra? Habla, si es que sabes tanto.
Del Libro de JOB

Foto cedida por el autor
Si el domingo 10 de junio escribimos que, según el católico y teólogo-político Carl Schmitt, la Iglesia romana es capaz de asumir, de un modo más o menos pacífico, muchas contradicciones y antítesis –lo que él denominó la complexio oppositorum-, hoy interesa destacar que esa excepcional facilidad se gesta, es soportable y no es aniquiladora, como consecuencia, según el también jurista alemán, de que la Iglesia católica es la única institución que representa (Repräsentation) a Dios y a Cristo, el Dios hecho hombre. “El Papa –escrib- no es un profeta, sino el representante de Cristo”. Representar nada más y nada menos que al Altísimo, a Dios, ha de otorgar una fuerza y una resistencia que nada tiene que ver con la fragilidad propia de la humana representación política (Vertretung), que resulta de procesos electorales de mucha relatividad y aproximativos.

Ahí está la clave del pensamiento autoritario de C. Schmitt, que ve en la Iglesia romana un modelo o ideal de autoridad, que quisiera trasladar a las sociedades civiles, políticas, organizadas en Estados. Cuando todo ello fue escrito, en los primeros años veinte del siglo XX, estaba naciente el fascismo italiano, y a la influencia del pensamiento autoritario de Schmitt en el nacional-catolicismo español de los años cuarenta, nos referimos en El nacional-catolicismo de la Ley Hipotecaria hoy (primera y segunda parte), aquí publicados. Una representación, pues, de lo divino, de la que resulta una Autoridad, la de la Iglesia, poderosa, piramidal y muy jerarquizada, y que remata con el dogma de la infalibilidad papal. Naturalmente, que eso nada tiene que ver con ideales democráticos y de igualdad, y que ha hecho posible que, por ahora, las “complejidades opuestas” y las contradicciones no hayan acabado con la Institución eclesiástica. Veinte siglos de existencia del catolicismo romano es la prueba, sobreviviendo a todas las revoluciones, tanto las técnicas como las sociales. “Una bella lección de realismo político”, que escribiera el polemista francés Régis Debray (Le Figaro, 6 de febrero de 1999, pág.35).

Su Eminencia el cardenal Bertone, Secretario de Estado del Santo Padre, que pronuncia lecciones magistrales y lee discursos de gran finura y de enjundia jurídicas, predicó la ortodoxia en la Universidad de Wroclaw (Polonia) el 10 febrero de 2010: “En la Iglesia católica el poder no es divisible”, añadiendo que “la relación estructural  entre la jerarquía y el resto del pueblo de Dios, no puede ser puesto en términos de reparto de poder”. Son muy interesantes a este efecto las reflexiones sobre la relación entre Iglesia y democracia de Giacomo Coccoline en su libro La relación entre teología y política en Joseph Ratzinger” (2011), que es concreción de algo mas amplio: Religión y Democracia. Las complejas oposiciones señaladas por Schmitt en Catolicismo romano y forma política (trascritas en la 1ª Parte), no dejaron de aumentar, fueron a más, desde que el libro fue escrito (1923). Hoy, la institución eclesiástica, entidad gestora del mensaje evangélico, se enfrente a problemas graves, gravísimos, muy “indigestos” y complejos.

Resulta sorprendente que un Papa, el Beato Juan Pablo II, tan súbito y resolutivo, haya dejado sin resolver tres problemas mayores, pasándolos a su sucesor, a mi bendito Benedicto. Los tres problemas mayores son: el de los cismáticos lefebvrianos, el de Maciel y la pedofilia, y lo del Banco vaticano (el IOR). En relación a este último (IOR), me limito, por ahora, a señalar que, como dijo el católico e historiador del Papado y autor del libro Le moment Benoît XVI (2008), Philippe Levillain, lo del IOR es el verdadero Talón de Aquiles de la Iglesia católica…” (de eso algo sabemos y más se sabrá, aunque si se acaba sabiendo mucho, la “cosa” puede terminar muy mal, como la glasnost o “transparencia” de Gorbachov.

Culpar de aquellos males a la secularización, como acaba de hacer el jesuita Giandomenico Mucci, o culpar de esos males al Maligno, como lo hizo por última vez Benedicto XVI en la Audiencia General de 13 de junio de 2012 (leyó: Nuestra debilidad, nuestra inadecuación, la dificultad de vencer al Maligno”), ese culpar –digo- a la secularización y al Maligno, es preocupante, pues pudiera mostrar o revelar una escasez, una debilidad y una inconsistencia de argumentación. El problema se sabe muy bien cuál es y dónde está. Además: “una iglesia que habla y hace hablar demasiado de sí, no habla de aquello de lo que debería hablar”.
Foto cedida por el autor

Tiene razón el Santo Padre reitero, mi bendito Benedicto- al manifestar que el asunto de la pedofilia afecta a la credibilidad de la Iglesia (Mensaje papal al Congreso Eucarístico Internacional de Dublín este mismo mes), pero lo del Banco vaticano también afecta a esa credibilidad, es un descrédito mayúsculo,, si bien opera de una manera cualificada y selectiva: son las importantes élites mundiales, la diplomacia y las organizaciones internacionales las escandalizadas. Esto sin duda, lo sabe muy bien Su Excelencia el Arzobispo Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados de la Secretaria de Estado del Vaticano, que, en calidad de tal, pronuncia, en los meses de septiembre de cada año, bonitos discursos en las Asambleas Generales de la ONU –el último lo pronunció el 27 de septiembre de 2011--.

Y ahora sigamos con nuestras cosas, que no son, precisamente, las de “Cosa Nostra”. Continuemos con otra complexio oppositorum: el rompecabezas anunciado, que lo escribió C. Schmitt: “De ser la Iglesia católica una monarquía autocrática cuya cabeza es elegida por la aristocracia de los cardenales, en la que, sin embargo, hay la suficiente democracia para que, sin consideración a clase u origen, el último pastor de los Abruzos tenga la posibilidad de convertirse en ese soberano autocrático”.

Empecemos con lo de la Monarquía, absoluta, que no se dice, aunque resulta del Artículo I de la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano: ”El Sumo Pontífice, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, tiene la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Ese texto, que tanto se hizo esperar, no es pudiera serlo- ni de la Edad Media ni de la Moderna; es del siglo XXI, de 26 de noviembre de 2000. Lo de Soberano, que ya es de por sí muy complicado en lo político, lo es aún más teniendo en cuenta que ese Soberano es también Sumo Pontífice, que es lo principal por ser lo teológico: el Obispo de la Iglesia Romana es el Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal  en la Tierra, el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente (Canon 331 del Codex). Más todavía: desde el 18 de julio de 1870 (Concilio Vaticano I), tiene la prerrogativa de la infalibilidad “al proclamar de una forma definitiva la doctrina de fe y costumbres” (Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II). Lo de la infalibilidad papal, que es asunto de intríngulis teológico, más de especulación que efectivo, era muy del gusto de Carl Schmitt, pues en ello veía confirmado su planteamiento del “decisionismo” autoritario (esto lo recogería posteriormente Benedicto XVI en sus teologías políticas). Decisionismo, según Schmitt, frente a las ambigüedades y vaciles de lo liberal.

Pero la “Monarquía” papal y su infalibilidad en lo dogmático (no en lo organizativo), tienen dos “opuestos”, que Schmitt no se pudo imaginar: de una parte, la colegialidad –sobre ella pasamos de puntillas sin citar al Vaticano II ni a Hans Küng- y, de otra parte, la teología martirial del Primado del Papa, sucesor del mártir Pedro; el Papa en cuanto mártir, lo cual es interesantísimo y de mucha actualidad --Benedicto, teólogo y mártir-- Hace bastantes años, Ratzinger lo dejó escrito: “El lugar verdadero del Vicarius Christi es la cruz”, y añade:”La vicaría de Cristo está en mantenerse obediente a la cruz y, por tanto la representatio de Cristo en el tiempo mundano consiste en mantener presente su poder como un poder opuesto al poder del mundo”(Mi cristiandad de Benedicto XVI (página 32). El Papa, por una parte, Soberano absoluto e infalible (cuando proceda y así lo declare), pero también mártir. ¡Qué inmensa, qué inmensa, complexio oppositorum!

(Esta segunda parte fue escrita con sentimiento, mezcla de pena y de esperanza, escuchando las voces humanas y las músicas divinas de la ópera Akhnaten (Pharaoh) del compositor americano Philip Glass).

Continuará ( parte) con la sucesión del Papa, Soberano y Vicario, no por fácil y natural herencia (asunto de espermatozoides y de las Trompas de Falopio), esencial en el principio monárquico, sino por medio de una artificial elección, también conocida como vocatur per scrutinium.

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