CARTA PARA AURORA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Querida Aurora: No estoy acostumbrada a escribir cartas, así que no sé cómo saldrá la cosa. Empiezo con un poco de miedo, porque ni tan siquiera sé muy bien qué decirte. No por no tener la idea, sino porque así como no me cuesta demasiado esfuerzo contar las cosas que me rodean, las que suceden dentro de mí no hay manera de hilvanarlas correctamente para que adquieran el sentido que quiero darles. Si a eso añado que no me harás las correcciones pertinentes…, difícil se pone la cartita.

Pero bueno, va. Ya está bien de remilgos. Tú eres mi amiga, mi colaboradora en el blog, la esposa querida de mi amigo José Luis, así que para qué tantos miramientos. Y como, además, esto es privado y no se va a enterar nadie de nuestras cosas, pues adelante.

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Lo primero que quiero decirte es que no te puedes ni imaginar cuánto te querían tus amigos –y te queremos-. Hemos estado pendientes de ti estos últimos días en los que la enfermedad se ensañó con tu frágil figura. Nos cuesta a todos asimilar que te has ido –en cuerpo, que nunca en alma-, que ya no será posible tomar un cafetito contigo, que no contestarás al teléfono, que… Esas menudencias que hacemos los mortales. Tú ya has pasado la barrera –espéranos, tarde o temprano  estaremos contigo-, posiblemente para ti haya sido una liberación, para quienes quedamos echándote de menos, no tanto. Acabas de irte y ya notamos tu ausencia, de manera muy especial José Luis, que ahora no tiene quién le corrija sus textos, entre otras cosas más importantes. Pero resistirá, yo sé que resistirá el tirón. Cuando decae hago de madrastrona, y le digo: Vamos a ver José Luis, qué dirá Auro si te desmoronas. Y aguanta el tipo como un valiente, o como puede. Le has dado demasiado, por eso te echa tanto de menos. A todos nos has dado mucho, ya no se estila ser tan generosa. Conmigo lo has sido especialmente.  Nunca olvidaré la sorpresa que me diste recopilando los datos de la vida de mi padre para el blog. Él se fue como tú, demasiado joven, 49 años. Y como tú hizo muchas cosas que pronto quedaron en el olvido. Pero Auro y José Luis las desempolvaron. ¡Qué revuelo se armó ese día en la familia! Mi hijo, Pablo, que no conoció a su abuelo no se lo podía creer. Mi madre soltó unas cuantas lagrimitas. Y yo saqué pecho cuando me decían, ¿Pero yes la fía  Moro?. Orgullosa que me sentí con el artículo. Ese día se creó un vínculo que no desaparecerá jamás. Ni tú, ni José Luis, por edad, conocisteis a mi padre. Vosotros hurgasteis en hemerotecas, rescatando viejos periódicos olvidados, para recordar a un hombre muy parecido a ti, Auro. Siempre pegado a alguna causa injustamente olvidada. Siempre al lado de  asturianos catapultados a la indiferencia, gente de valía que la sociedad no se molestaba en recordar. Pero no sólo os acordasteis de mi padre, poco a poco fueron surgiendo otros personajes olvidados, que desfilaron por este humilde blog merced a ti, querida Aurora. Gracias, gracias, gracias. Me consta que has dejado cosas en el tintero y sé que José Luis las irá rescatando y publicando, por ti. Gracias a tu fuerza, a tu recuerdo, al camino que has marcado antes de irte. Nunca, amiga  Aurora, nunca te olvidaremos. Te lo prometo. 

Un beso.

P.D. Si encuentra alguna incorrección, por favor, házmelo saber.