(Compilación exclusiva para el blog Las mil caras de mi ciudad)
Cuando nos encontramos a las
puertas de la celebración del trigésimo aniversario del fallecimiento del poeta
gijonés ALFONSO
CAMÍN MEANA, acaecido en Porceyo el 12 de diciembre de 1982 (había
nacido en 1890, también otro día 12, pero de agosto), creemos llegada la hora
de recordarle a través de sus versos, henchidos de una retumbante asturianidad
y una reverencia estética a la escuela modernista, de la que Camín,
como la mayoría de sus coetáneos, va a ser un seguidor fidelísimo.
Durante lo que resta de año
iremos ofreciendo una muestra de su quehacer lírico y lo haremos por orden
cronológico y prescindiendo de cualquier análisis crítico, limitándonos a
reproducir, desnudo de cualquier clase de cháchara profesoral, un poema de cada
uno de sus volúmenes, ya que esta personal compilación no aspira a ser más que
una orientativa selección portátil que puedan compartir los degustadores de la
poesía de nuestro pasado cercano.
Portada de ADELFAS (Biblioteca de Asturias 'Ramón Pérez de Ayala', Oviedo) |
Iniciamos este periplo con Adelfas, el primero de los libros, de título
tan juanramoniano, que nuestro autor, emigrante en Cuba, editó en 1913 en la
imprenta habanera Militar, propiedad de Pérez
Hermanos. El tomo, de 200 páginas, venía provisto de un prólogo de Sergio A. Valenzuela en el que se
afirma que Camín
es un «autor
nuevo y viril», que sabe «sentir y cantar las pasiones y tragedias humanas»,
y no duda en declarar que «el arte de Camín es de los que tienen más valor, porque sus
estrofas penetran por las puntas de los nervios como fluido eléctrico»,
dado que es producto de «un poeta de alientos vigorosos, que tiene un alma grande y
una energía a toda prueba».
De Adelfas
extraemos la composición en cuatro cuartetos endecasílabos titulada “Ansias”, donde expone con tenacidad
cuál era su ideal femenino, que traspasaba el linde terrenal:
Pérfidas Evas que brindáis deleites,
yo en vano busco la mujer que ansío;
todas tenéis, por hermosura, afeites,
todas tenéis el corazón vacío.
No busco el ángel luminoso y terso
que mi lascivo corazón encanta;
porque es el ángel que engendró mi verso
y solamente en mis estrofas canta.
Yo busco una mujer que con excesos
trueque sus brazos para mí en cadenas...
¡Una mujer que con sus ígneos besos
haga saltar la sangre de mis venas!
Una mujer para vivir sin ruego
sólo en un cuerpo la pasión fundidos,
que sea al morir nuestro ataúd de fuego,
¡se abra la tierra y nos sepulte unidos!
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