domingo, 23 de febrero de 2020

"EL CARNAVAL DE ANTES Y EL DE AHORA", artículo de ÁNGEL AZNÁREZ publicado en el diario "LA NUEVA ESPAÑA" (23/2/2020)


En llegando a la edad viril, casó (Grangaznate) con Gaznachona, hija del rey de los Parpallotes, hermosa moza y de agradable rostro. Y a mentido jugaban ambos a la bestia con dos espaldas, frotándose las grasas con mucho gusto, de modo que ella quedó preñada de un hermoso varón (Gargantúa) y lo llevó en sus entrañas hasta el onceno mes.
Rabelais, Gargantúa.

EL AUTOR

           Problemas de la Poética de Dostoievski. Por haber nacido en 1895 y muerto en 1975, el autor de Problemas malvivió las consecuencias del terror y de la represión en Rusia del régimen soviético, en forma de encarcelamientos y deportaciones en Kazajstan, antes y durante el mandato de Stalin, y así hasta su rehabilitación en el año 1967, ya en tiempos de Nikita Jrushchov.
Durante tiempo busqué estudios e interpretaciones sobre la obra de Dostoievski. Encontré, finalmente, a otro escritor ruso, Mijaíl M. Batjim, autor que fue de un texto excepcional, deslumbrante, que denominó

Batjim trató de desenmarañar, junto con otros lingüistas rusos de principios del siglo XX, eso tan enredado y misterioso consistente en que un conjunto de palabras, colocadas de cierta manera o forma, generen una obra de arte, una creación, una originalidad. La obra citada o “Problemas de la Poética de Dostoievski” --que fue publicada, en castellano, por la editorial mejicana Fondo de Cultura Económica en 1986 y escrita en ruso muchos años antes--, es importante ya que en ella hay un capítulo –el IV- especialmente interesante por tratar del “Género, el argumento y la estructura en las obras de Dostoievski”. En él se destacan por Batjim las raíces principales del genero novelesco en Europa: que denomina la epopeya o épica, la retórica y el carnaval o del folklore carnavalesco.

Batjim señaló la influencia determinante que tiene el carnaval, tan presente por estas fechas de febrero, sobre la literatura; de cómo las fiestas carnavalescas el elaboraron todo un sistema de lenguaje de formas simbólicas, concretas y sensibles, de comunicación en suma. Un asunto, el del carnaval, que no es de Antropología, de tanto interés para Caro Baroja, sino de Lingüística o de Teoría de la Literatura.

Hay, pues, en la obra de Batjim sobre Dostoievski toda una categoría general sobre los festejos del carnaval, que desarrollará más tarde en su otro libro La cultura popular  en la Edad Media y el Renacimiento --escrito en la etapa más represiva del comunismo soviético. Ese último libro tiene a Rabelais como héroe principal, siendo sus capítulos --precedidos de una introducción sobre el llamado “Planteamiento del problema”-- ilustrativos de tal protagonismo, todos los cuales (siete capítulos) son facetas de Rabelais en torno a temas carnavalescos, muy de la Edad Media y del Renacimiento, tales como el vocabulario peculiar, la risa popular que resulta de lo contemplado a los “poderosos”, las fiestas populares en plazas y calle con bufones, payasos y máscaras, la imagen grotesca de los cuerpos y lo llamado “inferior material y corporal” con todo tipo de desmesuras, gigantismos y de gorduras pantagruélicas, sus orificios y excrecencias.                                                                                                                                                                       
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Por Lingüista preocupó a Mijaíl M. Batjim ese lenguaje nuevo y revelador de una cosmovisión carnavalesca –otro lenguaje--, donde se dice por el pueblo lo que nunca se atreve o no suele decir, pero que si lo dice una sola vez, es suficiente: “Lo esencial de la lengua es la realidad de lo que dice”. Es natural que Batjim haya escogido, para su investigación, a otro “lingüista” como F. Rabelais: un Rabelais que fue monje, cura, teólogo, espía, médico, gran lingüista y artista de la lengua francesa, de vida tumultuosa y misteriosa, cuyas obras, en especial Pantagruel (hijo) y Gargantúa (padre), ambos gigantes, fueron modelo de lo carnavalesco o lo excesivo, en un continuo deseo de un vivir alegre. Cervantes y Quevedo, aunque citados, están muy lejos de los fastos y valentías de Rabelais.

Se conjugan en torno a este francés del Renacimiento todos los tiempos de lo carnavalesco: un nuevo modo de relaciones entre toda la gente, en oposición a las relaciones jerárquicas, se mezcla lo sagrado con lo profano, también lo alto con lo bajo, y al sabio con el estúpido; un espectáculo en el que no hay escenario ni división entre actores y espectadores. Hay risas, que son propias de cuerdos y no de muy locos como se llegó a pensar, cuyo objeto son los poderes sociales, incluidos el eclesiástico y el civil, los de reyes y de papas, convertidos en payasos y bufones. Hay groserías, destacadas las blasfematorias, dirigidas a dioses y divinos.

En el Gargantúa se escribe “de la cañería del culo”, “de mascar mierda”, de la “dignidad de las braguetas”, que también forman parte del “cuerpo” --cuerpos  procreadores--, que es el otro componente, junto con el alma, de la realidad humana: ¡Somos animales y no queremos asumirlo! ¡Qué descubrimiento!  Y diferenció Batjim las fiestas oficiales protagonizadas por los representantes de las fuerzas dominantes, de las fiestas de cultura popular, del carnaval o subversivas, que “eran el triunfo de una liberación transitoria, más allá de la órbita de una concepción dominante, con la abolición provisional de relaciones jerárquicas, de privilegios, de reglas y de tabúes”.

El carnaval, en cuanto forma muy compleja, como señalase Batjim, presentó muchas variantes según las épocas (Edad Media, Renacimiento, Barroco). Y en el hoy, que es muy diferente al ayer, ha de destacarse la novedad del carácter democrático del poder político, ni teocrático ni estamental, que no obstante su carácter democrático y/o popular tiene dificultades para “sujetar” a otros poderes (el económico, por ejemplo), lo cual justificaría que el aspecto subversivo del carnaval se mantuviese. Bien debería hacerse un serio estudio que podría titularse: “El carnaval en tiempos de sociedad democrática”. Ésta, de carácter participativa y con pretensiones igualitarias, sigue estando, no obstante, relacionada y necesitada de lo carnavalesco frente al Poder.   

El actual, más que un verdadero carnaval, es una serie de disfraces o máscaras, sin contenido de reivindicación o de protesta, y sin cuestionar las bases “estamentales” y corporativas de la sociedad, dejando a los dominantes y a los dominados en sus sitios respectivos y mismos. Más aún, y prueba de lo anterior, es que, son las autoridades, con mucho rostro, –alcaldes y alcaldesas, y sus funcionarios- los que se ponen al frente, organizando ellas mismas los carnavales. No es extraño que en ese contexto, por ejemplo, las comparsas callen o se rían poco, por ejemplo, ante tanta mierda –palabra muy carnavalesca- como es la que rodea a nuestras ciudades, por tierra, por aire y mar, limitándose a lucir las mascaradas su boba complacencia. El “espectáculo de bobos” siempre estuvo integrado en los carnavales.  

El carácter subversivo, expresión de una cultura popular en la que los dominados pasan a ser dominantes, es mucho más que unos meros disfraces. Ese genuino carácter del carnaval se puede ver en algunas localidades del Sur de España y en Brasil, en el “Carnaval de Rio”. Fue el año pasado cuando la Escuela de Samba “La Mangueira” atacó y desestabilizó al Presidente reaccionario Bolsonaro, agrupando a negros, indios de la Amazonía, pobres y mujeres, todos atacados por el extremismo del Presidente.

Ante tanta animalidad, la de Rabelais y la del Carnaval, mientras escucho música de carnavales, recuerdo al “Carnaval de los Animales”, gran suite de Camile Saint-Saëns, creación del espíritu infantil de su autor, para su propio disfrute y de los hijos de sus amigos durante su estancia en Austria. Al infantil Camilo, excepcional conocedor de los instrumentos musicales, no se le perdonó –otra víctima- que, siendo serio y convencional, autor de oratorios, de sinfonías y de operas, dedicara parte de su obra a lo que se consideró vulgares evocaciones de animales. Y por aquella incomprensión murió con rabia, muy de carnaval.

Y ahora, aquí, ojeo y paso página del libro titulado Díaz de Orosia o El Carnaval de Oro” (1988) –ejemplar número 77- con protagonismo de dibujos de tal pintor gijonés de muchos carnavales, hace recordar a otros pintores asturianos: a Marola, Piñole y Valle. El recordado Víctor Alperi, que rellenó y redondeó de letras tal libro, en él escribió: “Febrero es el mes del misterio, del embrujo y del amor”.

PS.- Recorriendo El Rastro dominical es posible encontrar “joyas” como la siguiente, adquirida el pasado día 16, libro titulado: “Enfermedades reumáticas y del aparato locomotor de grandes artistas”. En esa “joya” se describen minuciosamente la artritis reumatoide de Renoir, la esclerodermia de Paul Klee, la gota de Rubens y la osteopatía de Toulouse-Lautrec.
   
    


viernes, 21 de febrero de 2020

ÁNGEL AZNÁREZ, "LO DEL ÚLTIMO DOMINGO Y LO DEL PRÓXIMO"


 El domingo último, día 16, compré un libro, en cuyo prólogo se escribe:
El sistema locomotor, constituido por el sistema óseo, articulaciones y sistema muscular, proporciona al hombre características somáticas claves para definir su morfología, tales como talla, relación estatura-peso, aspecto morfológico, en la estática, en la marcha, en la dinámica, que permiten concretar  hábitos, el normal, el obeso y el delgado”. Y la cosa sigue sobre normales, gruesos y flacos.
"MERENGUES Y GLOTONERÍA CARNAVALESCA"
Se pudiera pensar que el que eso compra, tiene afición a eso que se llama “la medicina”, y que quiere saber. Pues no; no es así –lo siento-. De la medicina nada me interesa, excepto la medicina que “cura” a los locos, que es la misma que los vuelve más locos, y para siempre. 
Si añado que el título del libro es Enfermedades reumáticas y del aparato locomotor de grandes artistas, ya se da una pista: un libro muy bien editado, con obra fotografiada de grandes pintores, nacidos en la parte final del siglo XIX. De ahí, para mí, el interés del libro. Las mujeres, gordas, gordísimas, de Auguste Renoir, que padeció de una enfermedad reumática, son muy atractivas y que contradicen eso de que la gordura es fea, deforme y sin atractivo sexual. Las gordas y los gordos, que tanto ahora se pasean y hasta practican el footing, por jardines y paseos, tratando –imposible- bajar carnes, ya saben que pueden ser de guapura, aunque se alimenten de bollos industriales o de jocobolos. 
Un poeta asturiano escribió: “La locura divina del hombre, se abraza con pasión a una señora, gorda inmensa, de bellísimos ropajes, llamada Fantasía”. 

Precisamente el próximo artículo tiene de protagonistas a dos gordos, gordísimos; son franceses y gigantes, nacieron en el siglo XVI y aún viven. Para llegar a ellos hacemos un largo periplo, que parte de Rusia, de un gran literato ruso, y a través de un lingüista también ruso, llegamos a Díaz de Orosia, pintor contemporáneo, de muchos locos y locas, festejando los carnavales; fiestas de locos.
Recuerdo que estamos en el tiempo del Carnaval, o del “carni vale” o del adiós a la carne, a base precisamente de carne y manteca. Sobre ello, escribiremos el domingo, o sea mañana.
No puedo omitir la pena que me causa la muerte de George Steiner (“Los sabios también mueren”). Me impresionó al recordar en Un largo sábado, conversaciones con Laure Adler cómo su madre, según él, le obligaba a atar los cordones de los zapatos con una sola mano –la otra la tenía imposibilitada-. Para comprender la gran dificultad, de atar los cordones de los zapatos con una mano, basta intentarlo. 

sábado, 8 de febrero de 2020

"LA CUARTA CASUALIDAD O EL BOSQUE ANIMADO " por ÁNGEL AZNÁREZ



                        
                El domingo último, dos de febrero, se publicó en la página 26 (página entera) el artículo Causalidades, que también ya está en archivo de este “blog”, a disposición de los lectores.
Formando parte del mismo y a modo de ilustración añadida, figura en La Nueva Españala fotografía que se vuelve a adjuntar aquí, con el siguiente pie: “”Escultura “Naturaleza”, de Benjamín Menéndez, instalada en el Campoo de San Francisco  y retirada el año pasado, al talarse el árbol para la que se había diseñado””.
Leído tal texto, el abajo firmante del presente, del artículo Casualidades y de la realización fotográfica, AngelAznárez Rubio, resultó muy sorprendido, pues aquella fotografía la hizo hacía ya un par de años, al pasearse por el llamado Campo. Pensó entonces que la colocación de las piedras, para apoyo del árbol en posición de caída y en evitación de ésta, había sido una genialidad del jardinero encargado del amplio jardín. Esa fotografía pasó, junto a otras, al archivo del autor, y allí se guardó hasta ahora.
Con ocasión del título Casualidades busqué en tal archivo fotografías que pudieran “tener relación” (lo fotografiado) con el título indicado. Y en esa búsqueda apareció la fotografía, juzgándola muy interesante, sin saber, naturalmente, que era una escultura (lo supe –repito- por el periódico).
ESCULTURA "NATURALEZA" de BENJAMÍN MENÉNDEZ
La inmediata duda, de si la fotografía de la “escultura”, sin indicación de su autor o creador de la obra artística, podía vulnerar los derechos de la llamada “Propiedad Intelectual”, quedó despejada, pues tuve en cuenta que el artículo 35 de la normativa de 1996 expresamente lo permite, lo cual es un límite a los derechos del escultor y/o creador.  Incidentalmente señalo que la llamada “Propiedad Intelectual”, en cuanto propiedad especial –o especialísima- por ser de un objeto tan sublime cual es la creación literaria, artística o científica, ha sido durante años objeto de especial análisis teórico y práctico (en cuanto Notario) por mí.
Me puse en contacto, vía teléfono, con don Benjamín Menéndez, para felicitarle sobre el ingenio de jardinería, convertido en escultura. Me manifestó que, en el Campo de San Francisco de Oviedo, tenía otra obra, a la que corresponde la segunda fotografía adjunta. Fue en la tarde de ayer, día 7, cuando hice tal fotografía, desplazándome a Oviedo, a ese único fin.
FOTO REALIZADA POR EL AUTOR EN OVIEDO
Quien contemple -ahora las dos fotografías-, en particular la primera, podrá llegar a descubrir, subjetivamente, aspectos muy interesantes, de llamar mucho la atención. No debo interferir en esa labor de contemplación, simplemente debo de ayudar, y a ese efecto señalo:
Normalmente, al realizar la fotografía, en ese momento, se tiene la certeza, sin entrar en detalles, de que algo importante es fotografiado. Y nada más.
Es más tarde, cuando se aprecian detalles “nunca vistos” antes. Señalemos a modo de ejemplo, una especial TERNURA en la “fría” piedra, apoyando al árbol que puede caer; es como atribuir sentimiento de vida en algo tan frío y material como una piedra. La “calidez” que dan las piedras se contrapone a la frialdad de los hierros en la segunda fotografía. Además, volviendo a la primera fotografía, el árbol, si bien no cae, sale de su espacio, invadiendo el de los humanos transeúntes, que, en la foto no están, pero que son los mismos que, por eso mismo, dejaron luego caer el árbol, retirando las piedras, para que pudieran pasar, seguros, los peatones. A eso se llamó talar.
¿Son fotografías de Casualidades o de Causalidades?

Recuerdo ahora un libro excepcional de un coruñés, apellidado Fernández Flórez y nombrado Wenceslao, titulado el libro El bosque animado. La memoria conduce las dos fotografías a dicho libro y el pensamiento elabora secuencias de árbol y de piedras blancas, protagonizando aventuras en un bosque de tanto encanto como el de W. Fernández Flórez.




domingo, 2 de febrero de 2020

ARTÍCULO DE ÁNGEL AZNÁREZ, publicado en el diario "LA NUEVA ESPAÑA"



CASUALIDADES


En una novela de detectives leí, hace ya muchos años, esta descripción: <Desapareció como desaparece un puño cuando se abre la mano>.
David Huerta, El vaso de tiempo.


Es ingenio de vendedora de libros –en este caso de doña Concha Quirós, de la Librería Cervantes de Oviedo- dedicar una mesa entera a exponer ediciones de libros con ilustraciones en formato miniatura, que son rarezas o joyas preciosas a disposición de lectores. Eso, tan exclusivo, jamás lo podrán ofrecer las distribuidoras, mastodontes gigantes, como Amazón, que, además no pagan impuestos. El último 22 de enero adquirí el “librito” de David Huerta, titulado El vaso de tiempo, y el de Armand Silvestre, titulado Moscú


"No cayó el árbol -pregunto- por casualidad o por causalidad"
Fue muy interesante y sorprendente reflexionar –primera casualidad- sobre la cita de David Huerta arriba trascrita, ya que, después de más de cuarenta y cinco años de ejercicio profesional del Derecho y de más de treinta ocho de ejercicio público en Asturias, decidí acabar con la centralidad de lo jurídico en mi vida y “abrir el puño”. Son normales las resistencias ante tal acabose, desatándose celos y despechos para no moverse el Derecho de posición tan privilegiada. La melancolía va y viene, en secuencias regulares como el día y la noche; los fantasmas grises (o fantasías), transparentes y siempre embaucadores, cuentan cuentos de mejor no escuchar. Y ello –lo confieso- siendo persona aficionada a mudanzas precisamente en tiempos de tribulación. 


El Estado, que ya me pagó en los últimos años, ahora me pide que realice actos únicamente de forma gratuita (“gratuita causa”), sin contraprestación, si deseo seguir cobrando de él, o sea, ahora la pensión de jubilación. Digo que me parece muy bien; de esa manera, por Ley de Estado aconfesional –la de la Seguridad Social- tendré ocasión de cumplir con la Doctrina Social de la Iglesia Católica en la versión del emérito Papa Benedicto: practicar la economía del don y de la donación para ir al Paraíso, tal como se proclama en los encíclicas Deus caritas est y Caritas in veritate. Así como las etapas anteriores, jurídicas, fueron las del officium et beneficium, la de ahora, más elegante, ha de ser consecuencia de un principio ético: “porque te ha sido dado, da tú a su vez”.


Arrinconé ya el Derecho y tuve en cuenta el rechazo por naturaleza a los vacíos físicos y psíquicos. Valery, que inicia su Cementerio Marino con el ¡No desees, alma mía, vida inmortal! ya había señalado que “El hombre es acción o no es nada”. Por eso, coloqué en su lugar lo que durante años quise trabajar y lo hice con dificultad: escribir sobre temas variados, entre otros, de Religión y de Política, y de Filosofía.


PIE DE SANTO
Dado mi interés por todo lo bizantino y de Byzancio, luego también de la Iglesia Ortodoxa y de Rusia, busqué en mi archivo particular –jamás copio o re/copio lo que ya está en la Red- información sobre Hélène Carrère d´Encausse, que es la mujer que, en Francia, más sabe de Rusia, y habiéndose publicado en España, en 2016, su libro Seis años que cambiaron el mundo 1985-1991 sobre la caída del Imperio soviético. Y surgió la segunda casualidad de este artículo, pues en mi archivo encontré la página 15 del diario Le Monde, del sábado 16 de marzo de 1996 (“Horizons-Document”), que contiene el texto excepcional del discurso pronunciado por Hélène Carrère, con ocasión del ingreso y recepción en la Academia francesa del Cardenal Lustiger, Arzobispo de Paris. 


Pensando en el judío Aron, luego Cardenal de la Iglesia de Roma, una vez leído tal discurso de ingreso, me olvidé de Rusia. Y es que varias cosas, desde los años ochenta del pasado siglo me fascinaron del judío Cardenal, siendo principal la siguiente: la peripecia vital del Cardenal, hizo desaparecer en mí el anti/judaísmo con el que fui educado en un colegio de frailes: un cristianismo, el catolicismo, esencialmente antijudío. Por el judío Cardenal –repito- dejé de ser antisemita. Y más tarde me horrorizó ver como, poco a poco, ya en los años 2000, un cáncer mortal acabó con su voz, impidiéndole seguir pronunciando sermones y predicaciones –nunca escribió un libro, limitándose a recopilar sermones-. La publicación en España de La llamada de Dios (Ed. Planeta) es un conjunto de entrevistas en forma de libro. 


El cáncer mortal quitó a Lustiger, poco a poco, lo que más valoraba: la predicación, la voz y la palabra. Volví a pensar en él con ocasión del incendio de Nôtre Dame de Paris en la última primavera, y me pregunté: ¿Se habrá también quemado la cripta en la que reposan sus restos, junto con los de otros? Qué interesante –pensé- sería eso de “desaparecer como cuando desaparece el puño de la mano”, primero haciéndose polvo la carne que fue humana, y luego quemándose los polvos reducidos de aquélla. 


CUERPO DE CRISTO
En la parte final de su discurso, Hélêne Carrère leyó lo siguiente: “Convertido al cristianismo, no habéis cesado, monseñor Cardenal, de ser judío…Para vosotros la Biblia se prolonga y recibe la plenitud de su sentido en el Nuevo Testamento”. Y más adelante afirmaría, recordando que en 1968 Lustiger era predicador (aumônier) de La Sorbona, el siguiente concepto nuclear: “Una de las grandes adquisiciones de la explosión de 1968 habrá sido el cuestionamiento de las ideologías y de sus postulados, de la idea cándida de una historia cuyo progreso ininterrumpido moldearía un mundo nuevo y un hombre nuevo”. Quienes ahora tartamudean progresismos no saben de qué hablan. 


Durante un tiempo busqué, sin encontrarlo, el único texto literario, de no ficción, del escritor ruso Fiodor M. Dostoyevski, que se tituló Diario de un escritor (1861-1881). Finalmente, rastreando por El Fontán, en mañana de domingo, encontré el tomo III de las Obras Completas del escritor, en la 6ª edición de Aguilar, fechada en Madrid el año 1958. Surgió así la tercera casualidad, que consistió en advertir que el traductor y prologuista del Diario de un escritor, fue un periodista, el periodista Rafael Cansinos Assens, un sevillano nacido en 1882 y depurado por Franco.


Rafael Cansinos me sedujo cuando a finales del pasado siglo leí La novela de un literato, varios libros editados por Alianza. Descubrí que no sólo era un malabarista de palabras –suyas son expresiones tales como “oposculitos”, “vieja bruja sacristanesca”, “barbas fluviales” y “ojos saltones de mujercita incipiente”- sino también un excepcional periodista, que, en el Prólogo a la obra de Dostoyevski, formuló toda una teoría del periodismo, válida aún hoy, si no fuera por Internet. Y es que Dostoyevski no sólo fue un gran escritor sino también un gran periodista: un narrador de acontecimientos volanderos y de “nimios” hechos cotidianos, y prestando atención a lo que el público buscaba, que era la noticia junto a su interpretación y/o valoración. Así, en su Crónica de 14 de abril de 1931, se puede leer: “”En el Palacio Real, unos jóvenes, con escarapelas rojas en la solapa, han colocado un cartel que dice: “Pueblo, respeta este edificio que es tuyo”. Sí –murmura a mi lado un poeta bohemio-, pero si esta noche no tienes dos pesetas, duermes al raso…””.


De Rafael Cansinos es la distinción entre el verdadero periodista, que es el que contempla los hechos con una perspectiva histórica, anticipándose al proceso de su “gravidez” y el simple periodista, que es un “mero anotador del suceso; un escribano de la actualidad, sin lontananzas ni horizontes”. También de él es la siguiente afirmación que suena de actualidad: “Cada periódico es fuerte en la medida en que es leído” (repárese en la importancia de “leído” que nada tiene que ver con el únicamente “ojeado” de ahora). 
Pudiera ser que el concepto de periodismo de Cansinos ya no interese en el siglo XXI, pues el periodismo de este siglo es eso tan plano que se limita a tener algún titular y muchas fotografías, muchas, quedando convertidos los periódicos en meros “selfies” de caras tontas. A eso majaderos llaman “el futuro”.
Las grandes empresas privadas norteamericanas, como Google o Facebook y las demás del imperialismo numérico norteamericano, ya se encargaron de “moldear” los gustos de los lectores, antes de prensa, para demandar sólo eso: titulares y muchas fotos; todo inconsistente, volandero y volátil. 
Para eso no hacen falta periodistas --me entero por J. L. Cavadá que Google news no tiene periodista en su plantilla de trabajadores--. 

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