El domingo último, día 16, compré
un libro, en cuyo prólogo se escribe:
“El sistema locomotor, constituido por el
sistema óseo, articulaciones y sistema muscular, proporciona al hombre
características somáticas claves para definir su morfología, tales como talla, relación
estatura-peso, aspecto morfológico, en la estática, en la marcha, en la
dinámica, que permiten concretar hábitos,
el normal, el obeso y el delgado”. Y la cosa sigue sobre normales, gruesos
y flacos.
"MERENGUES Y GLOTONERÍA CARNAVALESCA" |
Se pudiera
pensar que el que eso compra, tiene afición a eso que se llama “la medicina”, y
que quiere saber. Pues no; no es así –lo siento-. De la medicina nada me
interesa, excepto la medicina que “cura” a los locos, que es la misma que los
vuelve más locos, y para siempre.
Si añado que
el título del libro es Enfermedades
reumáticas y del aparato locomotor de grandes
artistas, ya se da una pista: un libro muy bien editado, con obra
fotografiada de grandes pintores, nacidos en la parte final del siglo XIX. De
ahí, para mí, el interés del libro. Las mujeres, gordas, gordísimas, de Auguste
Renoir, que padeció de una enfermedad reumática, son muy atractivas y que
contradicen eso de que la gordura es fea, deforme y sin atractivo sexual. Las
gordas y los gordos, que tanto ahora se pasean y hasta practican el footing, por jardines y paseos, tratando
–imposible- bajar carnes, ya saben que pueden ser de guapura, aunque se
alimenten de bollos industriales o de jocobolos.
Un poeta
asturiano escribió: “La locura divina del hombre, se abraza con pasión a una
señora, gorda inmensa, de bellísimos ropajes, llamada Fantasía”.
Precisamente
el próximo artículo tiene de protagonistas a dos gordos, gordísimos; son
franceses y gigantes, nacieron en el siglo XVI y aún viven. Para llegar a ellos
hacemos un largo periplo, que parte de Rusia, de un gran literato ruso, y a
través de un lingüista también ruso, llegamos a Díaz de Orosia, pintor
contemporáneo, de muchos locos y locas, festejando los carnavales; fiestas de
locos.
Recuerdo que
estamos en el tiempo del Carnaval, o del “carni vale” o del adiós a la carne, a
base precisamente de carne y manteca. Sobre ello, escribiremos el domingo, o
sea mañana.
No puedo
omitir la pena que me causa la muerte de George Steiner (“Los sabios también
mueren”). Me impresionó al recordar en Un
largo sábado, conversaciones con Laure Adler cómo su madre, según él, le
obligaba a atar los cordones de los zapatos con una sola mano –la otra la tenía
imposibilitada-. Para comprender la gran dificultad, de atar los cordones de
los zapatos con una mano, basta intentarlo.
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