CASUALIDADES
En una novela de detectives leí, hace ya muchos años, esta descripción: <Desapareció como desaparece un puño cuando se abre la mano>.
David Huerta, El vaso de tiempo.
Es ingenio de vendedora de libros –en este caso de doña Concha Quirós, de la Librería Cervantes de Oviedo- dedicar una mesa entera a exponer ediciones de libros con ilustraciones en formato miniatura, que son rarezas o joyas preciosas a disposición de lectores. Eso, tan exclusivo, jamás lo podrán ofrecer las distribuidoras, mastodontes gigantes, como Amazón, que, además no pagan impuestos. El último 22 de enero adquirí el “librito” de David Huerta, titulado El vaso de tiempo, y el de Armand Silvestre, titulado Moscú.
"No cayó el árbol -pregunto- por casualidad o por causalidad" |
El Estado, que ya me pagó en los últimos años, ahora me pide que realice actos únicamente de forma gratuita (“gratuita causa”), sin contraprestación, si deseo seguir cobrando de él, o sea, ahora la pensión de jubilación. Digo que me parece muy bien; de esa manera, por Ley de Estado aconfesional –la de la Seguridad Social- tendré ocasión de cumplir con la Doctrina Social de la Iglesia Católica en la versión del emérito Papa Benedicto: practicar la economía del don y de la donación para ir al Paraíso, tal como se proclama en los encíclicas Deus caritas est y Caritas in veritate. Así como las etapas anteriores, jurídicas, fueron las del officium et beneficium, la de ahora, más elegante, ha de ser consecuencia de un principio ético: “porque te ha sido dado, da tú a su vez”.
Arrinconé ya el Derecho y tuve en cuenta el rechazo por naturaleza a los vacíos físicos y psíquicos. Valery, que inicia su Cementerio Marino con el ¡No desees, alma mía, vida inmortal! ya había señalado que “El hombre es acción o no es nada”. Por eso, coloqué en su lugar lo que durante años quise trabajar y lo hice con dificultad: escribir sobre temas variados, entre otros, de Religión y de Política, y de Filosofía.
PIE DE SANTO |
Pensando en el judío Aron, luego Cardenal de la Iglesia de Roma, una vez leído tal discurso de ingreso, me olvidé de Rusia. Y es que varias cosas, desde los años ochenta del pasado siglo me fascinaron del judío Cardenal, siendo principal la siguiente: la peripecia vital del Cardenal, hizo desaparecer en mí el anti/judaísmo con el que fui educado en un colegio de frailes: un cristianismo, el catolicismo, esencialmente antijudío. Por el judío Cardenal –repito- dejé de ser antisemita. Y más tarde me horrorizó ver como, poco a poco, ya en los años 2000, un cáncer mortal acabó con su voz, impidiéndole seguir pronunciando sermones y predicaciones –nunca escribió un libro, limitándose a recopilar sermones-. La publicación en España de La llamada de Dios (Ed. Planeta) es un conjunto de entrevistas en forma de libro.
El cáncer mortal quitó a Lustiger, poco a poco, lo que más valoraba: la predicación, la voz y la palabra. Volví a pensar en él con ocasión del incendio de Nôtre Dame de Paris en la última primavera, y me pregunté: ¿Se habrá también quemado la cripta en la que reposan sus restos, junto con los de otros? Qué interesante –pensé- sería eso de “desaparecer como cuando desaparece el puño de la mano”, primero haciéndose polvo la carne que fue humana, y luego quemándose los polvos reducidos de aquélla.
CUERPO DE CRISTO |
Durante un tiempo busqué, sin encontrarlo, el único texto literario, de no ficción, del escritor ruso Fiodor M. Dostoyevski, que se tituló Diario de un escritor (1861-1881). Finalmente, rastreando por El Fontán, en mañana de domingo, encontré el tomo III de las Obras Completas del escritor, en la 6ª edición de Aguilar, fechada en Madrid el año 1958. Surgió así la tercera casualidad, que consistió en advertir que el traductor y prologuista del Diario de un escritor, fue un periodista, el periodista Rafael Cansinos Assens, un sevillano nacido en 1882 y depurado por Franco.
Rafael Cansinos me sedujo cuando a finales del pasado siglo leí La novela de un literato, varios libros editados por Alianza. Descubrí que no sólo era un malabarista de palabras –suyas son expresiones tales como “oposculitos”, “vieja bruja sacristanesca”, “barbas fluviales” y “ojos saltones de mujercita incipiente”- sino también un excepcional periodista, que, en el Prólogo a la obra de Dostoyevski, formuló toda una teoría del periodismo, válida aún hoy, si no fuera por Internet. Y es que Dostoyevski no sólo fue un gran escritor sino también un gran periodista: un narrador de acontecimientos volanderos y de “nimios” hechos cotidianos, y prestando atención a lo que el público buscaba, que era la noticia junto a su interpretación y/o valoración. Así, en su Crónica de 14 de abril de 1931, se puede leer: “”En el Palacio Real, unos jóvenes, con escarapelas rojas en la solapa, han colocado un cartel que dice: “Pueblo, respeta este edificio que es tuyo”. Sí –murmura a mi lado un poeta bohemio-, pero si esta noche no tienes dos pesetas, duermes al raso…””.
De Rafael Cansinos es la distinción entre el verdadero periodista, que es el que contempla los hechos con una perspectiva histórica, anticipándose al proceso de su “gravidez” y el simple periodista, que es un “mero anotador del suceso; un escribano de la actualidad, sin lontananzas ni horizontes”. También de él es la siguiente afirmación que suena de actualidad: “Cada periódico es fuerte en la medida en que es leído” (repárese en la importancia de “leído” que nada tiene que ver con el únicamente “ojeado” de ahora).
Pudiera ser que el concepto de periodismo de Cansinos ya no interese en el siglo XXI, pues el periodismo de este siglo es eso tan plano que se limita a tener algún titular y muchas fotografías, muchas, quedando convertidos los periódicos en meros “selfies” de caras tontas. A eso majaderos llaman “el futuro”.
Las grandes empresas privadas norteamericanas, como Google o Facebook y las demás del imperialismo numérico norteamericano, ya se encargaron de “moldear” los gustos de los lectores, antes de prensa, para demandar sólo eso: titulares y muchas fotos; todo inconsistente, volandero y volátil.
Para eso no hacen falta periodistas --me entero por J. L. Cavadá que Google news no tiene periodista en su plantilla de trabajadores--.
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