El
domingo último, dos de febrero, se publicó en la página 26 (página entera) el
artículo Causalidades, que también ya está en archivo de este “blog”, a
disposición de los lectores.
Formando parte del mismo y a modo de ilustración añadida, figura
en La Nueva Españala fotografía que se vuelve a adjuntar aquí, con el siguiente
pie: “”Escultura “Naturaleza”, de Benjamín Menéndez, instalada en el Campoo de
San Francisco y retirada el año pasado,
al talarse el árbol para la que se había diseñado””.
Leído tal texto, el abajo firmante del presente, del
artículo Casualidades y de la realización fotográfica, AngelAznárez Rubio, resultó
muy sorprendido, pues aquella fotografía la hizo hacía ya un par de años, al
pasearse por el llamado Campo. Pensó entonces que la colocación de las piedras,
para apoyo del árbol en posición de caída y en evitación de ésta, había sido
una genialidad del jardinero encargado del amplio jardín. Esa fotografía pasó,
junto a otras, al archivo del autor, y allí se guardó hasta ahora.
Con ocasión del título Casualidades busqué en tal archivo fotografías
que pudieran “tener relación” (lo fotografiado) con el título indicado. Y en
esa búsqueda apareció la fotografía, juzgándola muy interesante, sin saber,
naturalmente, que era una escultura (lo supe –repito- por el periódico).
ESCULTURA "NATURALEZA" de BENJAMÍN MENÉNDEZ |
Me puse en contacto, vía teléfono, con don Benjamín
Menéndez, para felicitarle sobre el ingenio de jardinería, convertido en
escultura. Me manifestó que, en el Campo de San Francisco de Oviedo, tenía otra
obra, a la que corresponde la segunda fotografía adjunta. Fue en la tarde de
ayer, día 7, cuando hice tal fotografía, desplazándome a Oviedo, a ese único
fin.
FOTO REALIZADA POR EL AUTOR EN OVIEDO |
Quien contemple -ahora las dos fotografías-, en particular
la primera, podrá llegar a descubrir, subjetivamente, aspectos muy interesantes,
de llamar mucho la atención. No debo interferir en esa labor de contemplación,
simplemente debo de ayudar, y a ese efecto señalo:
Normalmente, al realizar la fotografía, en ese momento, se
tiene la certeza, sin entrar en detalles, de que algo importante es
fotografiado. Y nada más.
Es más tarde, cuando se aprecian detalles “nunca vistos”
antes. Señalemos a modo de ejemplo, una especial TERNURA en la “fría” piedra,
apoyando al árbol que puede caer; es como atribuir sentimiento de vida en algo
tan frío y material como una piedra. La “calidez” que dan las piedras se
contrapone a la frialdad de los hierros en la segunda fotografía. Además,
volviendo a la primera fotografía, el árbol, si bien no cae, sale de su
espacio, invadiendo el de los humanos transeúntes, que, en la foto no están,
pero que son los mismos que, por eso mismo, dejaron luego caer el árbol,
retirando las piedras, para que pudieran pasar, seguros, los peatones. A eso se
llamó talar.
Recuerdo ahora un libro excepcional de un coruñés,
apellidado Fernández Flórez y nombrado Wenceslao, titulado el libro El bosque animado. La memoria conduce las dos fotografías a dicho libro y el
pensamiento elabora secuencias de árbol y de piedras blancas, protagonizando
aventuras en un bosque de tanto encanto como el de W. Fernández Flórez.
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