sábado, 24 de febrero de 2024

SUPLICANDO CONFIANZA, QUE FALTA HACE. Artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (publicado en Religión Digital el 4 de febrero de 2024)

            El escritor duda: no sabe si es torero o tancredo, y esa duda le embarazan cuando, de rodillas y en lance con el capote, recibe al toro en el centro de la plaza, al toro salido del chiquero. Que eso es escribir de teologías y bendiciones con citas del Papa Francisco. Y siempre queda la tranquilidad de saber que la Santa Inquisición, tan celosa y de tanta duración, murió de manera definitiva en 1834, durante la Regencia de una “Borbona”. No obstante, se suplica clemencia, a quien sea y por lo que fuere, no soportando los calores de la hoguera inquisitorial y de los procesos por herejías, no pretendiendo orejas o rabo, tampoco golpes de almohadillas blandas, que impactan como ladrillos anónimos.

            Y empiezo diciendo lo que no soy: no soy teólogo, luego ante un asunto tan teológico como son las bendiciones, lo aconsejable sería callarse; pero no me da la gana, teniendo en cuenta, además, que las bendiciones, por sacramentales de menudillos, que no sacramentos, son también jurídicas, aunque menos (cánones 1166 y ss). Por cierto, que el número SIETE, el de los sacramentos, es el mismo número de los pecados capitales. No sería aceptable que los teólogos, más vanidosos incluso que los juristas, tuvieran la exclusiva en lo de las bendiciones y, en su contrario, las maldiciones. Y con humildad, para saber más, leo y estudio al teólogo dominicano, Antonio Osuna Fernández-Largo, O.P., conventual y fraile, que vive rodeado de las piedras centenarias, casi místicas, del Convento de San Esteban, en Salamanca.  



            Tampoco soy obispo, presbítero, ni siquiera diacono ocasional; soy casi nada, lo mínimo, un laico, no perteneciente a ningún relevante instituto secular, ni siquiera a la Adoración nocturna. Eso sí, estoy al día en los sacramentos que me afectan, excluidos, por ahora, el de la Unción de los enfermos y el del Orden, e incluido, también lo cumplo, el aburrido sacramento del matrimonio, por ser único y para siempre: in eternum, como dicen los sabihondos.  

            Tampoco soy de papolatrías, habiéndolo casi sido de Benedicto XVI sin duda alguna al leer sus dos excepcionales Encíclicas, Caritas in veritate Deus Caritas est, dejando de serlo cuando, sabiendo que en cosa de días iba a renunciar al Vicariato, nombró a su secretario particular, tan preferido, arzobispo, por una parte, y Prefecto de la Casa Pontificia, por otra. Visto lo cual, mi papolatría quedó en nada. Y del Papa Francisco me disgustó que nombrara a un arzobispo, escogido entre los tres que le presentó el marido de Leticia, Rey, lo cual fue pecado, para mí, contra el Concilio Vaticano II y la Constitución española de 1978. Tampoco me gustó que Francisco “trasladara” a los judíos del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso al Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, siendo los judíos radicalmente anticristianos, al rechazar que un judío, Cristo, fuera “Dios”. Y ello lo escribo no ignorando ni lo del Antiguo Testamento ni lo del lento proceso de separación del cristianismo respecto del judaísmo, con modelos tan parecidos, según Habermas en Una historia de la filosofía, Trotta, 2023, pág.410 y ss.) Y nunca lo dije, diciéndolo ahora: tengo dudas, jurídicas, sobre el Sínodo, en tramitación, de la Sinodalidad.

 


            He de advertir que las papolatrías, teniendo en cuenta lo dispuesto en el canon 331, son naturales, las comprendo, incluso en estos tiempos del cambio continuo. Se pasó de papas que no tenían cuerpo, ángeles sin duda, que morían sin ponerse enfermos, a unos tiempos en que el Papa moría delante de las cámaras de T.V. (San Juan Pablo II); ahora los papas, por tenerlos, enferman de los intestinos. Tiempos estos, no de Papa rico, vestido no con polainas blancas, sino de Papa pobre, con baratos pantalones negros y con pectoral de alpaca. ¿Quién habrá heredado la preciosa colección de pectorales de oro y brillantes del Papa Benedicto XVI?

            Aunque no lo debo decir muy alto, digo que me gusta el Francisco que trató de poner en orden, en parte, sólo en parte, a los lobbys y mafias vaticanas, por los asuntos de dineros y demás abusos, incluidos los sexuales. Me gusta la sencillez de Francisco y su predicación evangélica, haciendo su austeridad más llamativos los lujos de su antecesor, que tan sencillo era (Ratzinger) cuando se paseaba con boina de cura por la Vía della Conciliazione y denunciaba el carrierismo eclesiástico, quizá porque su entonces secretario particular fuese otro, no tan ambicioso como el último, que hasta quiso, idiota, ser más que Francisco. Y llegó Francisco e hizo lo que tenía que hacer. ¡Morrocotudo es Francisco, qué carácter! 



            Y vamos ya al meollo del cogollo: El Dicasterio para la Doctrina de la FE, siendo Prefecto Víctor Manuel Cardenal Fernández, hizo pública una llamada Declaración Fiducia supplicans, compuesta de una Presentación, que sólo la firmó el prefecto, una Introducción y cuatro apartados o partes, (APROVECHANDO PARA RECOMENDAR SU LECTURA), pues ya lo dijo Baroja: “Redios, aquí, no lee ni Dios”. La introducción y los cuatro apartados o partes están firmados por el indicado Prefecto y también por el Secretario para la Sección Doctrinal del Dicasterio, indicándose finalmente: “Ex Audientia Die 18 diciembre 2023. Francisco”. Ya en la Presentación, el Prefecto lo dice: La aprobó el Santo Padre con su firma.   



            En esa Presentación, firmada, pues, por el Cardenal Prefecto, varias ideas nucleares e importantes se destacan, siendo la posterior introducción y las demás partes de la Declaración, un desarrollo de lo anunciado en la Presentación:

            --Firmeza en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, no permitiendo ningún tipo de rito litúrgico o bendición similar a un rito litúrgico que pueda causar confusión. 

            --Contribución específica e innovadora al significado pastoral de las bendiciones, que permite ampliar y enriquecer la comprensión clásica de las bendiciones estrechamente vinculada a una perspectiva litúrgica. 

            --Consecuencia de la visión pastoral del Papa Francisco.

            --En ese contexto, se puede entender la posibilidad de bendecir (a) a las parejasen situaciones irregulares y (b) a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio. Eso mismo, idéntico, “parejas en situaciones irregulares” y “parejas del mismo sexo” lo repite el apartado III de la Declaración. Pudiera ser que haber escrito lo de bendecir parejas en situaciones irregulares o del mismo sexo asustase e hiciera pensar a muchos en un exceso, teniendo en cuenta las normas y exigencias “De los sacramentales”, regulados, reitero, en los cánones 1166 y siguientes, estando en ello el escándalo, y debiendo diferenciarse, como se hace en otras materias (número 5 y 41), entre una clase y otra de “parejas”. 



            En el apartado I (números 4, 5, 6) se declara que la Iglesia se mantiene firme en la doctrina tradicional, calificada de perenne sobre el matrimonio católico, o “unión exclusiva, estable e indisoluble entre varón y una mujer”, procurándose evitar confusiones sobre la realidad sacramental del matrimonio, el genuino y único matrimonio cristiano. En el apartado II (números 7 a 30), comienza señalando la naturaleza de las bendiciones, consideradas, correctamente, como sacramentales, mencionándose (número 8) los que pueden ser sus destinatarios, y distinguiéndose entre el sentido litúrgico de las bendiciones (bendiciones ritualizadas), que aquello que se bendice ha de ser conforme a la voluntad de Dios, del “enfoque mayormente pastoral”, bendiciones no ritualizadas, que son recurso pastoral, o actos de devoción que “encuentran su lugar propio fuera de la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos”, y se añade: “Hay que evitar añadir modos propios de la celebración litúrgica a los ejercicio de piedad, que deben conservar su estilo, su simplicidad y su lenguaje característico”.

            Interesa señalar que en el apartado III (números 31 a 41 inclusive), acerca de las bendiciones no ritualizadas, interesantes desde un punto de vista pastoral, se recomienda efectuarlas en visita a santuarios, el encuentro con un sacerdote, la oración recitada en un grupo o durante una peregrinación. Y es importante lo que dice a los ministros ordenados: tratándose parejas del mismo sexo, “no cabe esperar otras respuestas sobre cómo regular los detalles o los aspectos prácticos relativos a este tipo de bendiciones”. ¿Y respecto a las otras parejas, en situación irregular qué, cabe esperar? 



Finalmente, en el aparado IV se recuerda que la “Iglesia es el sacramento del amor infinito de Dios”, que conlleva las exigencias de bendecir. Se concluye con el recordatorio por el Dicasterio, antes el del Santo Oficio: “Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición

            El teólogo P. Osuna definió la bendición así: “La bendición es una fórmula religiosa por la que pedimos a Dios el don de la paz y la salvación para cualquier persona y lo hacemos como un deseo propio del sacerdocio cristiano de la Iglesia, implorando a Dios estos dones que siempre vienen de él, que es lo mejor que podemos desearnos unos a otros y que solo Dios puede concedernos. Es una obra de caridad espiritual para el prójimo y de fe en que todo don de Dios es un bien para los seres humanos y para el resto de las criaturas o cosas usadas por ellos”.  



            Siendo la “Bendición” lo que dice el Padre Osuna que es, no veo pecado en el lío que armaron Francisco y su Prefecto; más aún lo aplaudo, teniendo en cuenta la raíz de la predicación evangélica y que soy o estoy, como dije al principio, cercano a la nada, pues ni soy clérigo ni consumí mi vida con la pretensión de cumplir los llamados “consejos evangélicos”. Comprendo que los últimos piensen otra cosa y pataleen. Quizá haya que profundizar en las diferencias entre las parejas de sexos diferentes en situaciones irregulares y las parejas del mismo sexo, pues las diferencias entre unas y otras son totales. Nada que ver lo antinatural de un tipo de pareja, que acaso esté en la indisolubilidad misma, matrimonial y cristiana, con lo antinatural de las parejas del mismo sexo, que hasta pueden causar desgarros musculares.  

            Dejar cuestiones de tanta sutileza, caso de diferenciar bendiciones rituales de las no rituales, en manos de clérigos, que tantas crisis arrastran, es un serio problema, y siempre ¡cómo no! está la sombra de Lutero, en estos tiempos tan contrarios al Concilio de Trento. Eso ya lo explicó Manuel Fraijó en Semblanzas  de grandes pensadores, Trotta 2020, págs. 49 y siguientes.

            Y con todas las reservas por lo de peronista, si es que lo fuera: Estoy con Francisco; yo también estoy con la confianza (fiducia). Y una cosa es supplicans y otra supplicium.

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domingo, 11 de febrero de 2024

LA VENERABLE MONJA MÍSTICA DE AGREDA, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ (Publicado en Religión Digital el 21 de enero del 2024)

                                               (3ª y final parte)

 

            I.- Cuestiones generales:  

            Sería conveniente, para conocer la importancia religioso-política de la mística y soriana, la monja de Ágreda, apellidada en los registros civiles Coronel y Arana, saber lo que ocurrió, con detalle en su siglo, el XVII, que fue posterior al Concilio de Trento (concluido en 1563), muy fantasmagórico el Siglo, del Barroco, y más vivido por Quevedo que por Cervantes. De los varios textos disponibles, escojo el siguiente, que forma parte de la Historia de la Cultura Española, de don Ramón Menéndez Pidal, titulado El siglo del Quijote (1580-1680), editado por Espasa Calpe en 1996. Téngase en cuenta que “nuestra” monja murió en el año 1665, Cervantes en el 1616 y Quevedo en el 1645. 




            En realidad, el libro El siglo del Quijote se divide en dos tomos, estando el primero (I) dedicado a la Religión, la Filosofía y la Ciencia, compuesto de una Nota Preliminar, escrita por el gran historiador murciano, don José María Jover Zamora, a la que sigue un Prólogo, titulado Los españoles entre el ensueño y la realidad, escrito por el historiador madrileño, don José Cepeda Adán, destacando aquí y ahora dos de sus afirmaciones, de entre las varias posibles a entresacar: a) Que el siglo XVII es el más castizamente español  de la Modernidad. b) Que el legado español del siglo XVII, al acervo común occidental, se manifiesta, en una síntesis apretada, en una forma peculiar de entender la religiosidad, en un arte perfecto de novelar, en un teatro de fuerte mordedura popular y en una pintura genial que trascendentaliza al hombre y a las cosas. 

            El fallecido teólogo palentino, don Melquiades Andrés Martín, escribe, en El siglo del Quijote, un largo texto dedicado al Pensamiento teológico y formas de religiosidad, compuesto de una introducción y seis capítulos, tratando lo de la mística y también lo de la Inquisición, señalando que los años en los que Santa Teresa y San Juan de la Cruz concluían sus principales obras literarias, finales del XVI, coincidían  con la aplicación  de los cánones De reformatione del Concilio de Trento, y señalando que la mística constituyó el género religioso más original y característico del siglo del Quijote, distinguiendo entre una mística ortodoxa y una posterior espiritualidad heterodoxa, de “alumbrados, perfectistas y quietistas”. 




            Me apresuro a indicar lo que explica don Luis González Seara, en su libro El Poder y la Palabra (Tecnos 1995): “El Barroco español va mucho más allá de los misticismos en que, a veces, se le quiere encerrar. En todo caso, los misticismos quedaban ya a retaguardia: Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz pertenecen al siglo XVI”. Y nos encontramos con la mística de sor María de Agreda, ya del siglo XVII, tan a veces parecida a la de Teresa, acaso por el origen converso de ambas, y a veces tan diferente. En la Mística Ciudad de Dios, Sor María llega a los más altos grados de contemplación de los misterios divinos ayudada por ángeles, viendo a la Virgen, siendo la Virgen misma, según ella, la autora del libro místico. Pero los arrobos de Sor María, muy discutibles, acaso no fueron como las levitaciones de Santa Teresa, menos a discutir.

Y sobre las levitaciones de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz medité el 30 de diciembre último, al ver en El País la foto del cuadro de José García Hidalgo Levitación de Santa Teresa y San Juan de la Cruz en la Encarnación de Ávila, que ilustra al artículo de María Tausiet sobre Las historias de lo imposible que pueblan los imaginarios religiosos.  Y lo de la bilocación parece menos dudoso en Sor María, no conociéndose episodios de tal carácter en Santa Teresa. Georg Luck en su libro Arcana Mundi: Magia y ocultismo en el mundo griego y romano dice que los milagros pueden definirse “como sucesos extraordinarios que no pueden explicarse como efectos del poder humano o por las leyes de la naturaleza”. El problema está en que, con los milagros, hay que tener mucha prevención, pues lo que puede ser asunto de santos, también puede ser de embaucadores o embaucadoras para engañar a la Iglesia, siendo ese uno de los temas de la novela Extramuros de Jesús Fernández Santos. Esa posibilidad perjudicó a Sor María, siendo consciente de ello la propia Iglesia, y, a través de ella, la Inquisición mismo, como se verá. 




Es interesante por sus consecuencias la diferencia carmelitana, de tanto combate y consecuencias, entre los “calzados y descalzos”; de estos últimos, sin calzado, fueron los místicos y místicas más destacados, con levitaciones y arrobos; también Sor María, que era “descalza”, aunque no perteneciera a la Orden del Carmelo, sino a la Orden de las concepcionistas-franciscanas. El calzado, para la levitación, siempre me pareció de dificultad, un añadido de dificultad. Y eso lo pensé, ya en mi infancia, desde el piso alto en el que vivía en la calle Muñoz Degraín, en Oviedo, teniendo enfrente el convento de clausura de las Madres Carmelitas Descalzas, con mandadera y torno, y hoy instaladas en lo alto del Monte Naranco, que hacían sonar el esquilón para advertir que entraba en lugar de clausura el fontanero para reparar las tuberías obstruidas. Y desde el alto piso, un 5º, veía a una monja lega (no con toca negra, como las madres, sino blanca), trabajando en la huerta conventual, que, para protegerse del suelo húmedo, calzaba eso tan asturiano y de peso, que son las madreñas. En aquel mi principio, sin conocer lo de Sor María, caí ya en la cuenta de la necesaria ligereza del calzado para levitar o estar descalzo. Desde luego, con madreñas, imposible. 




II.- La Inquisición y Sor María: 

            Aviso a mis lectores y lectoras que lo anterior, aunque parezca de chascarrillo, es cosa seria, como serio es lo siguiente. José Martínez Millán, autor de La Inquisición Española (Alianza Editorial 2021), inicia así el libro: “La Inquisición española ha sido, sin duda ninguna, la institución más debatida de la historia de España, y en buena parte también, de la historia de Europa”. A las pocas líneas, añade: “En las últimas décadas, historiadores españoles y extranjeros desembarcaron en el Archivo Histórico Nacional y recorrieron en diferentes sentidos el modesto acervo documental de la institución, que aún se conserva (1.464 libros y cerca de 5.600 legajos)”. No obstante lo cual, y según testimonio del historiador valenciano, don Ricardo García Cárcel, en entrevista que tuvo lugar en la Fundación Juan March el 30 de abril de 2019, afirmó que el Extra I de Historia 16, de fecha de Diciembre de 1976, sobre la Inquisición, sigue siendo fundamental. 

En el editorial de ese Extra, Una sombra siniestra, se escribe: “En este año de 1976 en el que al parecer acabamos de demoler otra dictadura, no parece malo recordar cómo fue y como funcionó aquel otro partido único de los espíritus que se llamó Inquisición por esta Santa Tierra y que aquí germinó durante siglos como una planta maligna de la intolerancia nacional”. Y siguen dos artículos, uno de don José Antonio Escudero y otro de don Francisco Tomás y Valiente, catedráticos de Historia del Derecho entonces.  

A los efectos del tema de la Inquisición y Sor María de Jesús, interesa destacar que, según Tomás y Valiente, la Inquisición tuvo un carácter de “entidad mixta”, eclesiástico y política, debido al hecho de que en la Edad Moderna no estaban radicalmente separados la Iglesia y el Estado. Eso mismo lo escribió en 2023 Manuel Rivero Rodríguez (La España del siglo de Oro): “La Inquisición, por su carácter mixto, real y eclesiástico, era ya un organismo de tutela y control social, y su cometido tenía un carácter judicial más que pastoral”. Fue un tribunal, una jurisdicción eclesiástica, que juzgaba la ortodoxia religiosa y condenaba la herejía, y mucho más, pues la Inquisición se utilizó con un carácter estrictamente político por los monarcas. Para todo lo cual fue fundamental la organización: Un Consejo de la Suprema y General Inquisición, la llamada “Suprema”, a cuyo frente estaba un inquisidor general, que lo nombraba el Rey y aprobaba el Papa, siendo el encargado de nombrar a los inquisidores locales, con consulta al Consejo. José Martínez Millán escribe: “Fue a partir de los primeros meses de 1643, cuando el monarca (Felipe IV) realizó un esfuerzo para colocar al inquisidor general y su jurisdicción privativa bajo su potestad”. 

Sor María de Jesús de Agreda como Teresa de Jesús se vieron cuestionadas por la “Santa Inquisición”, por los que llama González Seara “los sabuesos del Santo Oficio”. En enero de 1649 los informes encargados por la Inquisición sobre Sor María no podían ser más alarmantes, dudándose de los arrobos, juzgándose sospechosas las bilocaciones con los indios de Nuevo México, discutiéndose el reparto de indulgencias y de los rezos de letanías. Ante lo cual el Tribunal decidió interrogar nuevamente a la monja de Ágreda, sin acudir al tormento. Y sorprendentemente, en el mes de febrero, el llamado calificador o fiscal de la Causa, emitió informe exculpatorio, declarando a la monja “fiel católica y fiel cristiana”, por lo que el inquisidor local de Logroño suspendió la causa. 

Es llamativo que las dos monjas, de ascendencia conversa, siempre sospechosas por lo de “cristianas nuevas” (El problema judío tituló en Historia 16 Antonio Domínguez Ortiz) y místicas, con mucha fama de santas, Teresa de Jesús y sor María de Jesús, tuvieran correspondencia con el Rey;  la primera con Felipe II y la segunda con Felipe IV, lo que lleva a pensar, teniendo en cuenta lo escrito más arriba, que el Rey respectivo algo o mucho habrá ayudado para evitar la sentencia condenatoria. Fueron muchas las cartas de Sor María al Rey Felipe IV, reiterándole: “ Ay, señor mío carísimo”.  




III.- La Mística y Ernesto Cardenal: 

            En el primer artículo, que aquí publiqué sobre la Venerable monja, el 6 de enero, y por la inclusión de don Ernesto Cardenal en la lista de místicos, junto a Sor María, elaborada por el teólogo Tamayo, artículo interesante, el de éste publicado en Religión Digital el 1 de enero, escribí lo siguiente: “ Me sorprendió que don Juan José Tamayo incluyera entre los místicos al ya fallecido, don Ernesto Cardenal, nicaragüense. Y con lo dicho no me atrevo a negar que don Ernesto fuera místico, líbreme Dios de tal temeridad; simple y humildemente, declaro no tener información bastante”. 

En el libro de Borja Hermoso, titulado La conversación infinita. Encuentros con la escritura y el pensamiento, editado por Siruela, 2023, hay una interesante entrevista a Ernesto Cardenal, fechada en 2012, que lleva por título Hace tiempo que Dios renunció a ser Dios. En la introducción, Borja Hermoso dice: “La Editorial Trotta acaba de publicar el libro El canto místico fe Ernesto Cardenal de Luce López-Baralt, un replanteamiento crítico en torno a la dimensión mística del escritor”. 

Aún no he leído el libro de López-Baralt, y sí la entrevista a Cardenal hecha por Borja Hermoso, manifestando Cardenal a preguntas del entrevistador lo siguiente: “¡Porque hace tiempo que Dios renunció a ser Dios! Se apartó y nos dejó para que hiciéramos el cambio solos. Nos dejó en libertad y desapareció. Eso explica el Holocausto y las demás aberraciones de la creación del ser humano”. Sigo ignorando y dudando de qué misticismo se trata el de Cardenal. Un misticismo sin Dios me parece raro, muy raro. 




IV.- Y ya saliendo de Ágreda: 

Unas veces, ya pasada Soria, subo a los Picos de Urbión para ver nacer al que debiendo ser hijo --siempre los que nacen son hijos—en verdad, es un padre, el padre Duero, que no nace en un portal como el de Belén, sino entre nieves y pinos. Un Río Duero, tan de Castilla y de la Generación del 98. Aprovecho un poco antes, en Duruelo, a comer chorizos entre panes, que, por ser tan sabrosos, no sé si son bregados o bragados. Otras veces, ya pasada Soria, bajo a Almazán, por las afamadas yemas, muy dulces, a paladear en las casas señoriales de mis amigas, las solteras que están como las rositas. 

Y siempre a comer los torreznos en Burgo de Osma, sede de la Diócesis Oxomense-Soriana, que, al parecer tuvo obispos muy celebres y con proyección toledana, como Juan, en el siglo VI, y Braulio, a finales del XX. En la Catedral del Burgo no dejo de admirar los llamados “jinetes del Apocalipsis” del Códice Beato y las maravillas del Museo Diocesano. Es muy recomendable la oficial guía catedralicia, bien prologada la quinta edición por J. Arranz Arranz, que tantas gratitudes reparte al Ilmo. Cabildo de la S.I. Catedral. 

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domingo, 4 de febrero de 2024

LA VENERABLE MONJA MÍSTICA DE ÁGREDA, artículo de ÁNGEL AZNÁREZ, publicado el 14 de enero 2024 en “Religión Digital”

(2ª Parte)

 

            I.- Sor María de Jesús, monja escritora en el Barroco español

            A.- De Política

            Hace décadas --para desarrollar el tema de “La Monarquía española bajo los Austrias Menores”, en un seminario de Historia del Derecho, ante los restos “incorruptos” de Sor María de Jesús, en la Iglesia conventual de las monjas concepcionistas franciscanas de Ágreda (Soria)-- tuve que leer unas cartas de la monja remitidas al Rey, Felipe IV, el pusilánime. 



Fue pronto polémica la cuestión de la importancia de esa correspondencia (también las del Rey a ella), pues si unos historiadores la consideraron como bobadas de una monja meapilas del siglo XVII, otros la consideraron importante, de alto valor político para conocer el crepúsculo de lo que fue aquella Monarquía, barroca, hispánica y católica. Por eso, se llegó a afirmar que en el reinado de Felipe IV, de 1621 a 1665, hubo dos etapas: una, hasta 1643, año de la caída de Olivares, el Valido, y otra, desde entonces, bajo la influencia de la monja agredeña, soriana y Venerable, que muere en el mismo año que el Rey, en 1665. Su Majestad creyó que la monja era una iluminada, siendo esa la causa de la atención real y de que el Rey a ella “contara todo”. 

            El historiador, don Luis Suárez Fernández, en su artículo Felipe de España. Un monarca en la coyuntura católica del S. XVIIEl tiempo de Sor María Jesús de Ágreda, que fue conferencia pronunciada en 2001, luego texto publicado en la Monografía universitaria de la Universidad Internacional Alfonso VIII, de Soria, recordó que la Monarquía española se había establecido sobre el principio del “máximo religioso” que se podría formular, exigiendo Sor María de Jesús a Felipe IV ser católico antes que rey; un poderío real absoluto, aunque con “obligaciones religiosas”, deberes muy serios.

Don Luis Suárez concluyó:  “Ella, la monja, se situaba dentro de una línea que en España contaba con larga tradición, aquella que entendía que los poderes políticos, incluso los más altos, se encuentran sometidos a un orden moral superior”. Y cartas que son “todo un programa de gobierno desde una experiencia profundamente religiosa”.  



Es interesante lo que escribe, con prudencia, don Ricardo García Cárcel, en el libro por el coordinado, Historia de España. Siglos XVI y XVII (Cátedra, 1ª edición 2003):  “El personaje de la corte más estudiado en los últimos años ha sido sor María de Ágreda”. A esa primera referencia, que está en la página 307, seguirá la segunda, que está en la página 368: “Sor María de Ágreda, posiblemente, fue una de las personas que más influyó en los últimos años del reinado de Felipe IV, o al menos, la persona que más pidió en sus oraciones por el éxito de las empresas de la monarquía e intercedió ante Dios para alcanzar el perdón de un rey, que reconocía haber tenido una vida muy pecaminosa e inmoral”. 

Y surgió un problema de teoría política y jurídica, que planteó el historiador francés Bartolomé Bennassar en su libro La Monarquía española de los Austrias, premio Nebrija, editado por la Universidad de Salamanca en 2006. Es la incompatibilidad entre el principio absoluto del poder, de procedencia divina, sagrado, y la realidad de un poder ejercido por un valido o privadoun favorito, a quien el Rey delegó todo el poder, el “poder sagrado”. Destacó Bennassar, sin mencionar a la monja de Ágreda en las 240 páginas de su libro, que desde la llegada al trono de Felipe III (1598) y hasta la muerte de Carlos II (1700), España fue gobernada por un valido. Sor María de Jesús fue enemiga de los validos y del valimiento, asunto muy interesante en las cartas, que lamentan hasta la imprudencia de Olivares, el Valido. Alfredo Alvar señala, de la que llama “monja visionaria”, dos características: tuvo respeto al Rey y desdeñó el Valimiento.



El historiador británico e hispanista, J.H. Elliott, en el libro El Conde-Duque de Olivares(Editorial Crítica, 6ª edición, noviembre de 1991), en el Capítulo XVI, El naufragio, escribe: “” Las habladurías cortesanas y la leyenda popular adjudicaron a la reina un papel primordial en el derrocamiento del conde-duque. En las relaciones contemporáneas de los hechos aparece como protagonista (la reina) de una “conspiración de mujeres”, en la que también participaron la amargada duquesa de Mantua, la vieja aya del rey, doña Ana María de Guevara, y la futura confidente del mismo, Sor María, superiora del convento aragonés de Ágreda””. (Y aquí señalo un error de Elliott, pues escribe del “convento aragonés de Ágreda”, que no es aragonés, sino soriano; y recuerdo que Elliott falleció el 10 de marzo de 2022, siendo muy interesante su último y colectivo trabajo de investigación, Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares, en edición de Marcial Pons). Cartas y cartas, genero político y epistolar. 



Y no deseo concluir este apartado, sin recordar dos hechos, para reflexionar, de pasada, a lectores y lectoras, sobre aquel tiempo, que fue el de la Edad Moderna, y que es de actualidad hoy:

1º.- En tiempos de los Austrias españoles, se habla de España como Estado multinacional (y neoforalismo con Carlos II), ordenando Felipe IV en su testamento a sus herederos “que guarden y hagan guardar a todos mis reynos y a cada uno de ellos sus leyes, fueros y privilegios”. Nacionalidad plural que chocaría con el centralismo de los siguientes reyes, no Austrias, sino Borbones, como el actual Felipe VI, el Rey jurista, según Cremades. 

2º.- La “solución” Olivares no prosperó. Los costes de la cirugía unitarista fueron absolutamente contraproducentes. La ruptura secesionista de la política de Olivares: Cataluña y Portugal se separan de la Monarquía en 1640; Portugal de manera definitiva, y Cataluña retornaría a la monarquía en 1652. 

B.- De Mística:

Leí únicamente párrafos sueltos de Mística Ciudad de Dios, la obra central de Sor María de Jesús, habiendo leído el trabajo de François Bonfils, sobre la diferencia entre escritura inspirada y de invención, titulado En las fronteras de la Revelación. Inspiración divina e invención literaria en la Mística Ciudad de Dios de María de Jesús de Agreda (el estudio está incluido en la Monografía universitaria de la Cátedra Internacional Alfonso VIII, de Soria, sobre la literatura conventual femenina en el Siglo de Oro). 

Comienza el autor recordando que el texto disponible es una segunda versión, pues la primera fue destruida (quemada) por la autora misma en 1645, al seguir el mandato de su confesor franciscano, el ocasional y no el habitual, que así lo ordenó, al parecer, no por heterodoxias religiosas, sino por la convicción, tan de aquel tiempo y de otros posteriores, de que las mujeres no deberían escribir. La nueva versión también lo sería a instancia de su nuevo confesor, publicándose la obra, o segunda versión, después de su muerte, ya en 1670: una obra extensa en varios volúmenes, que fue muy leída, llegándose a afirmar que hubo más de 168 ediciones españolas.



En el número 61, de mayo de 2011, el Vicepostulador de la Causa de Beatificación, P. Gaspar Calvo Moralejo, ofm, escribe: “En la Mística Ciudad de Dios, la gran obra mariana de Sor María, recuerda gozosa que el nombre de María de Jesús ya se le daba a la Virgen en los primeros tiempos. Era el mejor distintivo para denominar a su Madre”. Y se puede leer en el libro místico de la Venerable: “A ti, concebida, no solamente en gracia sino en gloria; pues ¿qué gloria, Virgen Santa, cómo ser concebida tan inmaculada y santa, y llena de gracia, que merece ser gloria?” 

François Bonfils cuenta en la introducción a Mística Ciudad de Dios, que Sor María de Ágreda, recuerda los motivos que la condujeron a escribir la obra mística: “Ella contesta a una orden de Dios, que la ha elevado a los más altos grados de la contemplación, revelando los misterios más escondidos, recibiendo la ayuda de ángeles y despojándose de sí misma, y que, cuando llegó al más alto estado de contemplación, vio a la Virgen y recibió la orden de contemplar sus perfecciones y describirlas”. Ella insiste en que su obra fue “revelada” e insiste: ” dictada y manifestada por la Virgen a su esclava, la abadesa indigna de Ágreda”. Y es, como reitera Bonfils, que la dimensión mística representa, sin duda, uno de los rasgos más característicos de la personalidad de la religiosa de Ágreda”.   

Y ya lo escribimos en la 1ª Parte: Sor María de Agreda fue mujer en tiempos difíciles para las mujeres como también lo fue Santa Teresa; fue monja contemplativa como Santa Teresa, lo que hace poco recordó el papa Francisco; fue de muchas escrituras como Santa Teresa; fue de familia de conversos como Santa Teresa; se quedó Sor María, hasta ahora, en Venerable, ni Beata ni Santa como Santa Teresa, canonizada ésta en 1622 por el papa Gregorio IV junto a los jesuitas Ignacio de Loyola y Francisco Javier, aunque incorrupta Sor María de “cuerpo entero” y Santa Teresa sólo de brazo.  Y por mística fue de arrobos y levitaciones como Santa Teresa, tan paseado su brazo por Franco y por el benedictino Fray Justo Pérez de Urbel.

 El gran experto en literatura mística, que fue don Pedro Sainz Rodríguez, en su libro Visión de España, editado por la Fundación Cánovas del Castillo, en 1986, escribe:” Esto nos confirma que Santa Teresa nunca estuvo aislada del mundo en el que vivía. Era activa en la vida de su tiempo y a la vez profundizaba en la contemplación interior”. Pues eso mismo se puede escribir, evidentemente, de Sor María de Jesús. Y el tema místico de la bilocación, al que nos referimos en la parte anterior (1ª), sí que es peculiaridad mística de Sor María, que fue la “dama azul“,  con apariciones de día y desapariciones de noche, que inició a la fe de Cristo a los indios de Nuevo México sin moverse de Ágreda, según descubrió el franciscano Benavides. 



II.- El milagro. Sor María de Jesús y los milagros: 

Y con la bilocación surge el tema del milagro, al que también los referimos en el final de la parte anterior, que es un concepto de la Teología Fundamental, recomendando su estudio en diccionarios muy ortodoxos de Teología, como el coordinado por esa Eminencia, el obispo Rino Fisichella, aunque no es cardenal como Fernández, que lo es.  

Y es que el milagro, como el badajo de una campana, es de mucho impacto y golpe. E impacto y golpe para la Teología, como dijimos; para el Derecho, como explicó el civilista De Castro al estudiar la representación; y para la Política, pues Carl Schmitt, al inicio de su Teología política, escribió: “El estado de excepción tiene en la jurisprudencia análoga significación que el milagro en la teología”. 

            Dicen en Burgo de Osma que hay problemas con los milagros de Sor María para hacerla Beata. Burgo de Osma, que es lugar de la Catedral de la Diócesis y de la Curia, adonde iremos en el próximo artículo, tierra también de cabritos y de torreznos, habiendo salido ya de Ágreda y pasado por Soria capital. Y no entiendo los problemas “milagreros”, habiendo tantos y tantos testimonios de milagrerías en las publicaciones, que leí, para promover la Beatificación de la Venerable. 

            Y en el próximo artículo, habiendo sido Sor María mujer escritora y mística, de raíces conversas, del siglo XVII, la Inquisición -esa sí que Santa- la ha de visitar.  

            Continuará. 

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