Hoy tiene lugar el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Muchas mujeres han salido a la calle, y bajo el lema El amor no duele, hicieron oír sus voz. Una manera de reivindicar unos derechos -que son de justicia- en muchas partes del mundo. Y de eso tenía pensado escribir. Pero las circunstancias me han obligado a hacer un cambio de planes: hablaré del Amor (con mayúscula); otro día lo haré del maltrato que nos infringen algunos hombres, y no sólo físicos –en los que más hincapié se hace, posiblemente porque son los visibles- sino también de los psicológicos que rompen almas y con ellas la posibilidad de esa pequeña felicidad a la que se puede aspirar en este valle de lágrimas, de los laborales que nos impiden desarrollarnos como trabajadoras cualificadas, y un largo etcétera del que un día escribiré, aunque creo que ya está todo dicho. Y casi nada hecho. Hoy hablaré de amor. Hablaré de Avelino y de Lidia. Él se fue a primeros de mes y desde entonces a ella le duele el amor. Os contaré la historia. Es una historia de dos personas sencillas que han tenido una vida de pareja extraordinaria.
Avelino era un invidente que vendía cupón en un quiosco por delante del que pasaba todos los días camino a mi trabajo. Algún día me paraba a comprar un cupón y Avelino y yo empezamos a conocernos. Nuestras primeras frases no pasaban de buenos días, o que frío hace hoy. Empecé a darme cuenta que Avelino reconocía mi voz y, comprase o no, cada día me paraba a hablar con Avelino. Algunas veces yo fui sus ojos, empezaban los trabajos del aparcamiento de la plaza de El Parchís y solía informarle de sus avances, de la instalación de una nueva grúa, de si habían cortado el paso…, lo normal de una conversación con un vecino. Al poco tiempo de conocernos nos presentamos, le pregunté su nombre y él me confesó que no se había atrevido a preguntarme el mío. Y empezó a hablarme de Lidia, su mujer. Una mañana me dice que tiene mucha gana de conocerme, pero que no coincidimos porque ella lo trae a su puesto de trabajo a primera hora de la mañana y lo recoge pasadas las dos. Total: nunca nos vemos. Avelino fue mi nexo de unión con Lidia, una mujer a la que me parecía conocer de toda la vida por las conversaciones con él. El verano hizo lo demás. Lidia empezó a acompañar a Avelino todas las tardes, y por fin nos encontramos. Nos hicimos amigas. Su vida giraba alrededor de Avelino a quien mimaba y cuidaba con una ternura que pocas veces yo había visto en un matrimonio. Era una pareja feliz. Un buen día Avelino no acude al trabajo, el quiosco está vacío. Al día siguiente lo sustituye otro vendedor, me intereso por Avelino y me dice que está enfermo. Pasaron varios meses y no regresaba.Una tarde me viene a ver Lidia, me cuenta, deshecha en lágrimas, que Avelino tenía hace años un cáncer y que había tenido una recaída, que parecía ser grave, pero que quería volver a trabajar. Y así lo hizo. Volvió a su quiosco, más delgado, casi sin pelo, con la tez cetrina, pero con la sonrisa de siempre. Lidia no se separó desde entonces de su lado, instaló una silla playera junto a la suya y allí pasaban juntos el día. De vez en cuando, Lidia, se escapaba a hacerme una visita, yo diría que a desahogar. Era una mujer desorientada, dispuesta a hacer lo que fuera por salvar a su Avelino. Un médico y otro, un naturista…Cualquier cosa que vertiese una luz y evitara el trágico destino. ¿Y a ti que te parece, Isabel? ¿Me quedará algo por hacer? ¿A dónde puedo ir? ¡Ay, Isabel, que Avelino es lo mejor que me ha pasado en la vida! Mira que se está muriendo y por no disgustarme no se queja, mira que le quiero más que a mi vida. No podré, no podré vivir si se me muere…
Y el 6 de noviembre Avelino se fue. Ayer vino a verme Lidia. No pudimos hablar, no había palabras para tanto dolor. Ya ni lágrimas le quedaban. Sólo me dio un abrazo, me dijo, te quiero, Isabel, te quiero mucho, porque sé que tú me entiendes. Avelino fue lo mejor de mi vida. No sé qué haré ahora sin él. Y yo me di cuenta de que el amor duele, vaya si duele. No supe qué decirle, la cantinela del eslogan de la jornada contra la violencia, El amor no duele, danzó por mi cabeza toda la tarde. Creo que no lo han elegido bien. No sé, es mi opinión.
Avelino era un invidente que vendía cupón en un quiosco por delante del que pasaba todos los días camino a mi trabajo. Algún día me paraba a comprar un cupón y Avelino y yo empezamos a conocernos. Nuestras primeras frases no pasaban de buenos días, o que frío hace hoy. Empecé a darme cuenta que Avelino reconocía mi voz y, comprase o no, cada día me paraba a hablar con Avelino. Algunas veces yo fui sus ojos, empezaban los trabajos del aparcamiento de la plaza de El Parchís y solía informarle de sus avances, de la instalación de una nueva grúa, de si habían cortado el paso…, lo normal de una conversación con un vecino. Al poco tiempo de conocernos nos presentamos, le pregunté su nombre y él me confesó que no se había atrevido a preguntarme el mío. Y empezó a hablarme de Lidia, su mujer. Una mañana me dice que tiene mucha gana de conocerme, pero que no coincidimos porque ella lo trae a su puesto de trabajo a primera hora de la mañana y lo recoge pasadas las dos. Total: nunca nos vemos. Avelino fue mi nexo de unión con Lidia, una mujer a la que me parecía conocer de toda la vida por las conversaciones con él. El verano hizo lo demás. Lidia empezó a acompañar a Avelino todas las tardes, y por fin nos encontramos. Nos hicimos amigas. Su vida giraba alrededor de Avelino a quien mimaba y cuidaba con una ternura que pocas veces yo había visto en un matrimonio. Era una pareja feliz. Un buen día Avelino no acude al trabajo, el quiosco está vacío. Al día siguiente lo sustituye otro vendedor, me intereso por Avelino y me dice que está enfermo. Pasaron varios meses y no regresaba.Una tarde me viene a ver Lidia, me cuenta, deshecha en lágrimas, que Avelino tenía hace años un cáncer y que había tenido una recaída, que parecía ser grave, pero que quería volver a trabajar. Y así lo hizo. Volvió a su quiosco, más delgado, casi sin pelo, con la tez cetrina, pero con la sonrisa de siempre. Lidia no se separó desde entonces de su lado, instaló una silla playera junto a la suya y allí pasaban juntos el día. De vez en cuando, Lidia, se escapaba a hacerme una visita, yo diría que a desahogar. Era una mujer desorientada, dispuesta a hacer lo que fuera por salvar a su Avelino. Un médico y otro, un naturista…Cualquier cosa que vertiese una luz y evitara el trágico destino. ¿Y a ti que te parece, Isabel? ¿Me quedará algo por hacer? ¿A dónde puedo ir? ¡Ay, Isabel, que Avelino es lo mejor que me ha pasado en la vida! Mira que se está muriendo y por no disgustarme no se queja, mira que le quiero más que a mi vida. No podré, no podré vivir si se me muere…
Y el 6 de noviembre Avelino se fue. Ayer vino a verme Lidia. No pudimos hablar, no había palabras para tanto dolor. Ya ni lágrimas le quedaban. Sólo me dio un abrazo, me dijo, te quiero, Isabel, te quiero mucho, porque sé que tú me entiendes. Avelino fue lo mejor de mi vida. No sé qué haré ahora sin él. Y yo me di cuenta de que el amor duele, vaya si duele. No supe qué decirle, la cantinela del eslogan de la jornada contra la violencia, El amor no duele, danzó por mi cabeza toda la tarde. Creo que no lo han elegido bien. No sé, es mi opinión.
Soy una persona dura.Dicen de mí que poco sensible. Pues acabo de emocionarme. Me gustaría darle un abrazo a Lidia. Así que se lo doy desde aquí
ResponderEliminarDe hombres y mujeres "duros/as", ¡líbrenos Dios! Detrás siempre hay alguien cobarde en el mejor de los casos, en el peor una persona cínica. Aunque finjan una emoción, forma parte de sus planes.
ResponderEliminarProbablemente la persona que se autocalifica de dura, nunca haya tenido la suerte de tener cerca a un Avelino o una Lidia. Yo he aprendido mucho de ellos. Ciudadanos normales, con su hipoteca, su utilitario que conducía Lidia para ir al pueblo, allá por Zamora, su hijo, con su flamente carrera de ingeniero de minas, su...todo aquello que es normal en una vida normal. Los extraordinarios eran ellos. Nunca el uno sin el otro. Hay una frase que me ha calado hondo y que resume muy bien. Ellos siempre se preguntaban: ¿Qué te parece Lidia? o ¿Te parece bien Avelino? La aplicaban para ir de paseo, para hacer una compra, para... Y nunca les vi cuestionar la opinión del otro. En todo caso, con una deliocadeza increible lo hablaban y...prevalecía la opinión más acorde con las circunstancias, jamás presencié ninguna discusión. ¡Cómo me gustaría parecerme a ellos!
ResponderEliminarLíbrenos,sí, Dios de los duros.Pero hágalo primero de los indiferentes, pues tal "virtud capital" debe de adornar a quien es capaz, ante una pequeña crónica de amor,dolor y soledad,de ocuparse del malvado cínico que escribe un comentario, de buena fe,y de no hacerlo de Avelino ni de Lidia. A no ser que crónica y comentario tengan la misma autoría.
ResponderEliminarQuerida Isabel:sácanos de la duda...
Tenía escrito el anterior comentario cuando al insertarlo leo el 3º, que es de Isabel. Decido no retirar el mío, para que todo se entienda mejor, sabiendo ya la respusta a la pregunta que en él me hacía: de Isabel es también el comentario 2º.No lo has entendido amiga mía. Me calificaba de duro para resaltar aún más lo emocionante de la historia.Yo sí lo entiendo. Sospechaba de ti pues eras la única que podías no emocionarte, porque la emoción iba contigo. Sin cinismo, un abrazo.
ResponderEliminarEste escrito ha estado esperando un momento,pensando si añadir o no añadir algo.Pensaba no decirlo, pero lo haré.Porque hiere que un comentario escrito con el alma desencadene comentarios como los tuyos.Alguien se inclina sobre mí y me dice que lo escriba sin miedo. Me tocan sus manos frías y me vuelvo.Veo la hermosa cabeza que descansa por las noches a mi lado. Y sin pelo...
Lo siento, no entiendo nada. Mis capacidades no alcanzan tan lejos. Este no es más que un espacio de opinión, libre, a disposición de todo el que quiera decir algo, incluida yo misma. Aprovecho a decir también que no me gustan las personas que van de duras, me han hecho mucho daño. No entiendo tampoco a quién he podido ofender con mi entrada, que lleva mi nombre. Como siempre hago. Pero no sé interpretar lo que se me dice. Lo siento.
ResponderEliminarHe dicho que soy duro y que me había emocionado la hitoria de amor y dolor de Lidia y Avelino,y que le enviba un abrazo a Lidia.¿Cómo es posible que por ese comentario merezca el calificativo de cínico y cobarde fingidor de emociones? Soy duro (capaz de resistir el padecimiento moral sin quejarse, como Lidia) porque he de ayudar a la persona que amo a luchar contra esa enfermedad que no quiero nombrar, como Avelino. Lucha tú contra el resentimiento y piensa que también Lidia supo ser "dura" y valiente. Quedas perdonada, aunque no tengas la valentía de pedir perdón.Abrazos.
ResponderEliminarNo debería de responder,este rollo me cansa, pero lo haré por última vez. Primero, es facil censurarme bajo un anonimato: yo doy la cara. El primer comentario no lo he escrito yo, aunque sí una persona que estaba a mi lado. Lo que no es óbice para que opine más o menos lo mismo. Lidia no era "dura", Lidia era y es FUERTE. Parece lo mismo, pero no lo es. No sé quién eres, ni la razón de tu malestar, luego no tienes por qué sentirte ofendido. Nada más lejos de mi intención. Y creo poder manifestar líbremente que no me gusta la gente que va de "dura", admiro profundamente a la que es fuerte y resistente, pero sensible. Tú dices que no lo eres. Insisto en que no sé quién eres y también en que me conoces poco, o más bien nada. Seas quien seas, si que yo te pida perdón te satisface, te lo ruego: perdóname. Eres grande si estás ayudando a la persona amada y segura estoy que con toda la sensibilidad del mundo, no lo hagas con dureza. Se empieza siendo duro y se termian por no sentir y padecer. Y edso nos deshumaniza, sólo en ese sentido iba mi comnentario. Te deseo suerte y una pronta recuperación, y te aconsejo que de vez en cuando seas blando y siempre fuerte. Gracias poro tu comprensión,.
ResponderEliminardebo de ser muy torpe porque no entiendo algunos comentarios.tu texto me ha gustado mucho y se entiende perfectamente lo que quieres decir sin segundas lecturas.
ResponderEliminarsigue escribiendo isabel me encanta lo que dices y como lo dices y mas ahora que este medio es lo unico que tengo para saber de ti
aunque firme anonimo sabes quien soy...solo un torpe como yo escribe todo en minusculas y sin acentos....