miércoles, 17 de noviembre de 2010

EXTRAÑA NOCHE


No es frecuente que padezca insomnio. De hecho, soy más bien dormilona. Sin embargo, esta noche ha sido extraña. Tras ese primer sueño, que es el verdaderamente reparador, me sobrevino un duerme-vela extraño, agitado, inusual, al que no estoy acostumbrada. Es como si no hubiese podido superar esa fase REM de la que nos hablan los entendidos en materia, prolongándose demasiado el estado de transición entre la vigilia y el sueño, colándose paradójicas situaciones no vividas, pero que, por razones aún más extrañas, reproducen momentos que pasan a ser vivencias. ¿Mejor llamarlas ensoñaciones… tal vez ilusiones? No lo tengo nada claro. El caso es que me pasé la noche en un estado de somnolencia incómodo: ni dormida, ni despierta. Puse la radio, tentada estuve de levantarme, desistí de hacerlo; en algún momento me pareció que alguien entraba en casa y en otros sentí el miedo de la noche, la soledad de la que me habla mi vecina Mari. Concretamente cada vez que me pregunta si me molestará el volumen de su televisión, ...pues como duermo poco, y estoy sorda, me dan las tantas viendo la tele. Y hoy pude constatar que apaga la caja tonta pasadas las tres de la madrugada. También comprobé que son muchas las personas que se enganchan a la radio, y llaman, para hablar con un locutor que rellena sus soledades casi siempre con banalidades. Y así fui pasando mi noche, hasta las seis de la mañana en que una voz recién levantada, clara, hasta con cierta musicalidad anuncia: Son las seis de la mañana del día 16 de noviembre, está usted escuchando radio… Sentí un escalofrío, porque lo que me recordó no lo tenía presente, formaba parte de ese mecanismo de defensa por el que olvidas lo que te duele. Y tenía que ser hoy, precisamente hoy mi noche de insomnio. La noche de un 16 de noviembre, hace ya 33 años, permanecía junto a la cama de mi padre que agonizaba. Nos dejó de madrugada. Me pregunto, ¿por qué precisamente hoy no pude dormir? Lo dejo en casualidad, no quiero ir más lejos. Pero, ¡caramba con las casualidades!

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