(Fotografías exclusivas para el blog Las mil caras de mi ciudad)
Cuando el viajero llega a un lugar –ya sea éste grande o pequeño, populoso o desértico, renombrado o recóndito– abre los ojos como platos y se deja llevar en volandas por la brújula de la intuición, correteando por sus rúas sin la atadura de planos y guías, y chapoteando, alegre y confiado, en los dobladillos de la nueva fisonomía, que se le ofrece en todo su primor.

nos deslumbraron de OPORTO.
La última foto y su comentario invita a sonreir. Es lo mejor que podemos mandarle a Auro.
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