sábado, 30 de junio de 2012

"MALICIA", artículo de JOAQUÍN FUERTES PUBLICADO en el diario "EL COMERCIO"


A los que un día anduvieron por estos solares quiero dedicarles el recuerdo por todas aquellas infamias. Trabajaban de día y de noche por un salario de miseria, que en los primeros tiempos era de dos reales menos perrina, y setenta años después, cuando yo conocí el invento, tampoco alcanzaba para vivir. Salían los zuecos ardiendo del desmoldeado de la era; ardían las pestañas cuando había que acercarse a los barriletes; estallaba la cabeza con el traqueteo de las máquinas de hacer puntas; se deslomaban los que tenían que voltear los tochos con palancas o arrastrar los perfiles a mano; toreaban los alambres los laminadores y dobladores, hasta que alguno resultaba atravesado, y aunque todo aquello era lo peor, más los que se electrocutaban, se gaseaban o se caían de las alturas, también en los cuartuchos llamados oficinas, en vez de la piel, la gente se quemaba la sangre en aquel vivir sin vivir. Y todo ello, oigan, sin necesidad de que ningún chiquilicuatre tuviera que aplaudir, alentar, prestar el apoyo para concluir la tarea, como según se ve hay que hacer con unos señores millonarios que dan patadas a un balón. Los aviones salen de dos en dos, llevando la mitad en cada partida, para que este país no quede desamparado por la parte regia. El cabezalero que gobierna -o desgobierna, según se mire-, aparca sus obligaciones con la nación, diciendo que la nave va, con una inyección de euros calientes, y vuela tres mil kilómetros creyendo que es ahí donde se necesita su apoyo.

A estas alturas, a los pretorianos ofendidos por ponerles en solfa al señorito, ya les adelanto que soy un demagogo, así que sigamos con la cuestión. En un palco pueden verse a los tataranietos de la Reina Castiza, aquella que en vez de cazar elefantes se dedicaba a cazar guardias de corps. A su lado, la pequeña corte de los milagros, en las que figura este buen señor almibarado y correcto, que dice antes de irse al sarao de Polonia que España está en el buen camino, y no cabe duda de que tiene razón, siempre que no confundamos la prima de riesgo, que aquí nos ha dejado, con la prima prometida a los señores de pantalón corto, y algún que otro de pantalón largo, si aciertan a meter la pelota entre los tres palos. Un palco de cuento de hadas, como los que le gustan a Woody Allen, con príncipe y principesca, en el que no deberían faltar para completar el esperpento algún banquero y algún tonsurado de alcurnia, para remarcar las esencias patrias. Todo ello amenizado con la música celestial de 'Manolo el del bombo'.
Prosiguiendo con el sello de demagogo, antes de que un pretoriano me nombre como tal, en los años setenta del siglo pasado yo ya ganaba más de tres mil pesetas, y me asombró conocer que el presidente de un Estado soberano, de nombre Ho Chi-Minh, ganaba el equivalente de dos mil quinientas, y se había bajado el sueldo para ayudar en las penurias del victorioso pero desbastado Vietnam. El demagogo que suscribe está harto de pagar impuestos para regocijo de tunantes y, para más INRI, perderá una apuesta, pues fiándose del Derecho creyó que cierto personaje con síntomas de ladrón iba a ir a parar a la cárcel, pero va a ser que no. El demagogo, que ya está harto, pretende escribir en nombre de los que están tan hartos como él. Y de todos los que en este solar reventaron para que otros vivan como dios. (El Comercio, 14/06/2012)

Pues esta humilde bloguera, mil eurista -y con suerte por serlo-, también está HARTA.

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