sábado, 28 de abril de 2012

POBRES EN GIJÓN




Con la crisis todos somos muy pobres. Unos porque no tienen dinero, otros porque sólo tienen dinero y los más, porque consentimos una cosa y la otra.


Como hago cada sábado esta mañana  he ido a tomar un cafetito en las proximidades de la Plaza Mayor, lugar delicioso en verano y una auténtica heroicidad cuando, como hoy, llueve sin tregua y en todas direcciones. La oscuridad de estos días  me entristece siempre y si, además, encuentro de camino algo que me turbe el alma, pues ya está la tristeza instalada. Y hoy lo encontré. Me di de bruces con un pobre nuevo. Digo bien, nuevo en la zona. Conozco aquellas esquinas de la ciudad donde se instalan, y son siempre los mismos,  a éste nunca lo había visto. De muchos sé el nombre y hasta conozco sus historias. Con cierta frecuencia me detengo a preguntarles por sus vidas, a interesarme por dónde duermen, si tienen familia,  si acuden a los servicios sociales… Lo que nunca hago es darles limosna. Hacerlo me avergüenza y hasta tengo la impresión que me lo agradecen, porque probablemente sea de las pocas personas que se detienen, les miran a la cara y establecen una igualdad que nada tiene que ver con el dinero. Tirarles unas monedas en una caja de cartón mirando para otro lado  me parece   una gran hipocresía. Pero, bueno, allá cada uno con sus  conciencias. Muy pobres –las conciencias- si con eso quedan ya tranquilas. 

Regreso al pobre nuevo, a la persona que hoy me encogió el alma. En la esquina de la calle Covadonga con Cabrales un hombre de no más de setenta años trataba de vender pañuelos de papel. Iba bien vestido, aseado, como un paseante normal. Nada hacía suponer que se trataba de un pobre, a no ser por su entristecido semblante, por una vergüenza que se adivinaba por sus  rígidos movimientos. No tuve valor para pararme, para preguntarle por qué tenía que vender pañuelos en una esquina de Gijón  uno de los días más lluviosos del año. Pero supe, sin que mediara palabra alguna, que ese hombre era una víctima de la crisis, posiblemente con una exigua pensión trata de ayudar a sus hijos, o a sus nietos,  o probablemente… ¡qué importa la razón! El drama está servido en bandeja. Y nosotros, que somos “los más”, que decía al comenzar, pasamos tranquilamente a su lado sin hacer nada, sin poder hacer nada, porque aunque hoy haya conseguido vender las dos docenas de pañuelos de papel que llevaba en una bolsa de plástico de un supermercado, mañana… ¿Qué será de él mañana?


Y por eso hoy estoy triste, atrapada en esta sociedad enferma de injusticia, que me convierte en cómplice al darme el privilegio del trabajo, de la familia, de la estabilidad. Si es que hay Dios, que ni lo niego ni lo afirmo, no nos lo puede perdonar nunca. Por muchos golpes de pecho y muchos rezos que se hagan desde la opulencia.  

3 comentarios:

  1. Recuerdo un haiku impresionante de Herme G. Donis que dice:

    Si Dios existe
    ¿con qué rostro recibe
    a los que olvida?

    No creo que yo pueda hacer un comentario más certero.
    AGR

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    1. Si Dios existe??? Claro que si y El se encargó de poner sobre la tierra todos los vienes para "todos" y no solo para algunos. Luego llegaron los acaparadores y alli se formó el lio. De nosotros depende el reparto, no va a venir Dios a solucionar todos los problemas, si lo hiciera seríamos como marionetas en sus manos y no es asi. El dijo en un Evangelio "Dadles vosotros de comer" esa es la labor que tenemos encomendada pero, desde el principio lo hicimos mal y asi seguimos, de ahi que siga habiendo hambre en el mundo, el mal reparto de las cosas.

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    2. Amiga Joaquina: Gracias por tu comentario. Yo no digo exactamente que Dios no exista, lo que sí digo es que no podrá perdonarnos nuestra insolaridad por mucho que nos demos golpes de pecho y vayamos a la iglesia, si no lo acompañamos con actos. Tampoco pienso que Él deba de resolver los problemas, aunque los padres siempre intentamos socorrer a nuestros hijos, simplemente pienso que en ese "Dadles de comer" que dice el Evangelio, estamos incluidos todos, no vale echarles la culpa a los acaparadores, todos tenemos que poner nuestro granito de arena. ¿Lo estamos haciendo?

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