Hola mi querida Isabel: Tengo un día muy triste. Anoche se me ha muerto la Xana. No quiso entrar en casa. Quedó afuera, se metió debajo de un seto y por la mañana estaba muerta. Sin molestar. Como había vivido. Sin quejarse. Sin estar enferma. Se murió por la edad. Presagió su muerte porque por la noche me había dado unos lametones y no quiso quedarse en su manta, seguramente para que no la viese morir. Yo llevaba dos días por el pueblo y creo que esperó a mi regreso para decirme adiós. Tu sabes muy bien lo que es perder a unos perros tan queridos como eran Obladi y la Xana. Estoy muy triste y voy a tardar en reponerme. La enterré junto al río y estoy ya muy cansado de hacer tumbas para mis perros. La Gala está también muy apagada. Mañana, viernes, tengo que ir a repartir el periódico, lo cual me lleva dos o tres días y me apena mucho dejarla sola. Pero es joven y creo que lo superará mejor que yo. Estoy triste y sé que tú me entiendes. Un fuerte abrazo. J.M.
Querido amigo: ¡Qué pena!, qué pena más grande que nuestras mascotas se mueran. Claro que te entiendo. Igual que tú, he visto morir muchos perros. Desde siempre ha habido en mi casa un amigo de cuatro patas: Rex, Luna, Lobito..., y finalmente Obladi, "el guerrillero", como tú lo llamabas. No sé qué decirte, porque sé que lo estás pasando mal. Tiempo al tiempo, es lo que nos queda. Un besazo, compañero de penas y alegrías y, por encima de todo, amigos del alma para siempre.
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