Los vientos renovadores que soplaban en Asturias a finales de los años 70 del siglo pasado permitieron el desembarco de la nueva ola de la literatura bable, es decir, la avanzadilla del movimiento conocido como Surdimientu, que se marcó como meta recuperar y proseguir el camino interrumpido tras la guerra civil. Un puñado de autores animosos levantaron prácticamente de la nada una incipiente narrativa en el idioma vernáculo, y lo hicieron cuando casi nadie se atrevía con la prosa pues la flor que por entonces mejor prendía era la poesía.
Entre los escasos literatos que apostaron por la narración de largo recorrido, sin saber posiblemente a qué puertos les conduciría su elección, figuraba en lugar preeminente el avilesino Miguel Solís Santos. Escritor y vocacional dibujante de aliento cubista, además de biólogo por formación y ocupación laboral en el instituto de Salinas, Solís Santos fue un creador inquieto de las primeras horas del asturianismo, miembro de Conceyu Bable desde 1975 y académico correspondiente de la Llingua desde 1982. Estamos ante un aplicado trabajador que ya ganara, ex aequo, con el relato Ástor o Un ensayu pa una nuea mitoloxía la primera convocatoria de 1980 del luego rebautizado como premio «Xosefa Xovellanos», certamen en el cual volvería a imponerse en tres ediciones más, en la de 1981 con L’oxetu la caridá, en la de 1984 con El trunfu prietu y en la de 2004 con Los falapios del xigante. El currículo de Solís Santos está convenientemente adobado de reconocimientos, ya que ha conquistado, entre premios y accésits, concursos literarios como el «Fuertes Acevedo» de investigación, el «Padre Patac» de bibliografía, el «Enriqueta González Rubín» de periodismo, el «Llectures pa rapazos», de la Academia de la Llingua Asturiana , o el «Fermín Canella» de cuentos en 1977, que obtiene con su relato más viejo, titulado “L’últimu home” y que anuncia contribuciones posteriores como “Aquel requexu escuru”, “La nueche” o “Cuando’l vientu atómicu llambe los llabios de la paz”.
Después de firmar en 1981 la primera novela moderna en lengua asturiana con Les llamuergues doraes, a mediados de esa década opta por retirarse paulatinamente de la literatura de creación para adultos a fin de centrarse, primero, en la literatura infantil y juvenil y, más tarde, en la investigación erudita y la ilustración. En la primera ha publicado narraciones como Les cuatro estaciones y Ñuberu (1983), La Guaxa (2006), El secretu de la cámara de cuarzu (2007) o Nosotros, los pexes (2008). Dentro del apartado genealógico y archivístico, Solís Santos ha ofrecido, hasta la fecha, dos estudios de peso: La memoria de les dos orielles (2003), jugosa aproximación al fenómeno de los indianos, y Sabugo (2010), primero de sus libros escrito íntegramente en castellano y que representa un valioso arcón de datos acerca de los cambios y transformaciones operados a lo largo de tres siglos en el devenir humano de este barrio marinero, indisolublemente unido al destino de la ciudad. La faceta de ilustrador no está sólo presente en las portadas de sus propias publicaciones y en las de otros colegas de profesión, ya que Solís Santos ha puesto su buen gusto plástico, dominado por la exactitud en el detalle y los ribetes expresionistas, al servicio de un documentado recorrido en formato de cómic por los avatares de su pueblo en una obra crucial como La hestoria d’Avilés, que ya ha conocido tres ediciones. Igualmente, no ha descuidado las exposiciones de su obra pictórica desde aquella lejana muestra colectiva de 1971 con el grupo Hierro, y de hecho ahora mismo ultima la que habrá de ser su nueva cita individual con su público después de exponer en solitario en 1977, 1983, 1986, 2002 y 2005.
Solís Santos es propietario de un reconocible universo artístico en el que nunca faltan personajes enigmáticos o chocantes e historias con un toque especial, rellenas de atractivo para el lector en los asuntos que plantea. Solís Santos no se pierde en florituras formalistas, y entiende la novela como un reflejo deformador o intensificador de su época –a la que denuncia con crítico realismo–, por lo que cuando va a su encuentro no le tientan otros sonidos, pues piensa que el caparazón, el andamiaje, el lenguaje, las técnicas y los recursos estilísticos que la literatura pone a disposición del narrador tienen que supeditarse al tema y a sus intenciones intrínsecas.
El corpus más sólido de su obra narrativa lo constituyen títulos como Les llamuergues doraes, en la que destaca el ambiente de ambiguos comportamientos psicológicos; como El trunfu prietu, donde se recrea un caso de satanismo, y como Los falapios del xigante, su novela más reciente y la de mejor cincelado final, un ambicioso aguafuerte político que husmea en ese agitado período que se vivió en Europa entre la ilusión utópica de Mayo del 68, la Primavera de Praga o la Revolución de los Claveles, y que en España desembocó en un tardofranquismo agonizante y la incertidumbre de lo que hemos dado en llamar la transición. Ése es el marco temporal y moral que el narrador nos propone, ubicándonos en una ciudad de provincias urbana e industrial, con sociedades recreativas, acusada hegemonía religiosa y un rotativo local servidor de variados amos llamado «El Corréu Ciudadanu», pero también, a modo de contrapunto, con una librería donde se expenden materiales prohibidos con los que satisfacer el inconformismo que anida en las generaciones más jóvenes. En este espacio en que se desarrolla la acción se perfila, sin duda, la villa de Avilés, que suma, de esta forma, un título más a la lista de novelas que han hecho de ella honrosa materia literaria.
Lectores y estudiosos de la obra de Solís Santos conocemos la encarnadura, pero no las tripas, los movimientos internos del laboratorio que todo escritor lleva en su cabeza. Esos secretos, seguramente no tan insondables, son los que ahora nos desvelará el escritor avilesino.
(Texto de José Luis Campal leído en la presentación de la conferencia que Miguel Solís Santos ofreció el martes 10 de abril de 2012 en el Palacio de Valdecarzana de Avilés dentro del ciclo “El autor y sus obras”, organizado por la Sociedad Económica de Amigos del País)
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