Ayer
me escribía mi amigo para decirme que estaba triste, que acababa de morirse su
perro. Hoy me ha llamado por teléfono, recordamos las aventuras de xana –la
perrita fallecida- y Obladi, mi mascota, que también me dejó. Los dos amamos
los animales, especialmente los perros, y nos estamos planteando hacer una
incursión a la perrera para recoger un nuevo cachorro. Mi amigo lo tiene mucho
más fácil, porque tiene una hermosa finca, lo mío en bastante complicado.
En un piso, ya se sabe, las limitaciones son muchas, fundamentalmente cuando -como en mi caso- se está fuera de casa toda la jornada laboral. Al poco tiempo de fallecer
Obladi, una persona –que yo creí amiga, pero que el tiempo me demostró
que no lo era, pero esa es otra historia-
me regaló el peluche de la foto con la intención de mitigar la pena que yo
entonces tenía. Lo coloqué a los pies de mi cama, y allí sigue. Lo miro cada
noche antes de ir a dormir, como si de Obladi se tratase. Ya sé, es una
estupidez. Pero hay tantas en mi vida –estupideces, quiero decir-, que una más
tampoco va a cambiar mucho la situación. Reconozco que en varias ocasiones me
he visto tentada a tirarlo a la basura. ¿Por qué? Sencillo, porque me recuerda
la ingratitud de la persona que me lo regalo. Contrasta el gesto que tuvo ese
día con sus posteriores actuaciones. Así que en este peluche confluyen
emociones y decepciones. Pero pensándolo mejor..., yo nunca maltrataría a un “animal”. Dejémoslo como está.
Me parece que hablamos de la misma persona, esa vende a dios y a su madre si hace falta. Te dejaste engañar ,tú fuiste la única que no se dio cuenta de que no haría nunca nada por nadie. Manda el peluche a la mierda que está lleno de maldad y hazte con un perro de verdad, él nunca lo haría.
ResponderEliminarV.