viernes, 20 de mayo de 2011

NO DEBEMOS QUEDARNOS EN CASA: HAY QUE VOTAR



DEMOCRACIA Y SUICIDIO (Artículo de Víctor Guillot publicado en La Nueva España)

Es probable que, después de estas elecciones municipales, la izquierda española deba replantearse completamente los presupuestos ideológicos sobre los que se asienta. La marabunta de jóvenes parados asentados en la Puerta del Sol expone que las grandes masas de obreros y las élites progresistas se han quedado aisladas en este nuevo mundo del poder, donde los bancos son realmente quienes toman las decisiones: un aislamiento que aunque por una parte ha preservado cierta claridad y limpieza mental, también las ha vuelto conservadoras. Por tanto, comenzamos a observar un conformismo de izquierdas. Entre los partidos de la izquierda y la joven sociedad española se ha abierto un abismo insuperable que se concreta en el manejo de lenguajes diferentes. Ni unos ni otros lograrán comprenderse, porque la representatividad de los primeros sobre los segundos, en estos momentos, está rota. El conformismo oficial, nacional, el del sistema, se ha vuelto más conformista a partir del momento en el que el poder financiero ha ido tomando las riendas de nuestras vidas. Es un poder infinitamente más eficaz que cualquier otro anterior. La nueva-vieja opción que plantea la juventud española que se declara de izquierdas es la abstención. Ningún partido los representa. Han determinado cuáles son sus problemas y reprochan a los partidos la ausencia de soluciones. Se expresan en régimen asambleario y no aceptan ninguna jerarquía. Nadie está delante ni detrás de sus decisiones. Sin embargo, contrasta este entusiasmo anarcoide con la realidad de su tiempo; de modo que al tiempo que reclaman una democracia más real, entre pancartas y proclamas, dibujan a su alrededor un inmenso vacío, el vacío de una generación perdida que no distingue, en su lucidez, ningún atisbo de horizonte. La abstención es un suicidio político, en ningún caso una protesta. La abstención entendida como suicidio, y en el mejor de los casos, mutilación, no deja de ser un modo de ejercer la venganza sobre un régimen partitocrático que paulatinamente degenera en sistemas de corrupción legalizada. En estas elecciones, como proclamaba «El País» en uno de sus titulares, también se presenta la corrupción. De modo que los jóvenes apostados en la plaza Mayor, más que una reivindicación, han decidido suicidarse, ejercer la venganza más antigua, casi eterna, un gesto deprecativo del vencido que vierte su sangre sobre el vencedor. Ay.

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