martes, 10 de mayo de 2011

DISTINTAS FORMAS DE VER EL TIEMPO





Probablemente una de las cosas más difíciles de aceptar sea el paso del tiempo. Y, ya no probablemente sino sin lugar a ninguna duda, cuando uno empieza a analizar esas cuestiones es que ya no queda mucho. No me refiero a que uno vaya a morirse mañana, ni pasado siquiera, es sencillamente que el tiempo para muchas cosas ya ha pasado. Ya no es posible programar casi nada a largo plazo, dejarlo para el año que viene es demasiado arriesgado. Pero no es así para todo el mundo, hay quien va dejando pasar las oportunidades, tal vez esperando una mejor, tal vez para dejar que, ése, el tiempo, juegue a su favor. Pero no es mi caso. Al menos de hace poco para acá. Envejezco, pero curiosamente no es en mi propia experiencia donde yo reconozco el declive, lo veo en otras personas, mayores que yo, que conocí jóvenes, vitalistas, y ahora las veo –en el mejor de los casos- agarradas a un bastón, encorvadas, fatigadas, y ese largo etcétera que traen los años. Ellos me dicen, sin hablar, que pronto tendré su imagen. Repito, y eso jugando todo a mi favor. Hablo hoy del paso del tiempo tal vez porque cumplo años muy pronto: cambio de década; o tal vez porque uno de mis amigos del alma lo deja todo para el futuro y eso me preocupa. Me cuesta creer que no se haya dado cuenta aún de que el futuro –como muy bien dice Luis Fernández Roces en su última publicación, Salas de espera, el futuro es ayer-. No quiero caer en ese pesimismo tan real, porque dejo un espacio para la esperanza, aunque no sé muy bien ni a qué esperanza me refiero ni para qué podría servirme. No hago más que nadar y guardar la ropa cuando digo que mi futuro es hoy; porque sé que los minutos que me ha llevado escribir este insignificante texto ya no van a volver, que el café que puedo compartir hoy con mis amigos/as ya no será el mismo mañana. El próximo mes de mayo, si llegase, no tendrá ningún parecido con el de ahora. Un minuto robado a la felicidad es tiempo desperdiciado, lanzado por la borda sin ninguna opción para la repesca. Ayer se ha muerto un amigo, nunca más podré tomar esos cafés que fuimos aplazando sine die, ahora ya es tarde. Lamento haber dejado para otro momento la animada charla que podíamos haber compartido cuando tuvimos tiempo: siempre lo posponíamos para… Hoy asistiré a su funeral

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