miércoles, 16 de febrero de 2011

LOS QUE TRABAJAN EN SILENCIO, artículo de LUIS DÍEZ TEJÓN


Nunca da la sensación de andar agobiada, pero a mi amiga le gustaría que las horas tuvieran noventa minutos, y aun así no sé si le parecería tiempo bastante para hacer todo lo que quisiera hacer. Tiene su trabajo y sus obligaciones, esas que la vida impone como tributo a la supervivencia, pero, cuando termina, dedica su tiempo libre a trabajar como voluntaria en la atención de ancianos. Porque a mi amiga le parece que el tiempo y la vida no tienen gran valor si no se comparten con los que tienen vacía la vida y apenas saben para qué quieren el tiempo. Por eso tiene esa mirada mansa, que sólo esconde ante la prepotencia y la soberbia, y por eso nadie le arranca una sonrisa más luminosa que alguien que apenas es capaz de sonreír.
Mi amiga no es amante de ningún chorizo famoso, ni anda a la colección de exmaridos cotizables, ni tiene periodistas a la puerta cada vez que saca a pasear al perro. Nadie jamás le pedirá una exclusiva, porque lo que hace ella no se cotiza en el gran mercado de la farsa. No aparecerá nunca en ninguna pasarela, ni falta que le hace, porque sus bellísimas arrugas no son valores de la bolsa de la frivolidad. La conocen sólo los que la quieren, que no hay fama más verdadera. Mi amiga no vende imagen, sino que regala presencia, y entre una imagen y una presencia sólo los tontos se equivocan.
Como no es actriz ni cantante ni miss nada, no necesita a los pobres para que alimenten su imagen; no vive de ellos. Ella sale cada tarde de su casa con su anónimo ser a cuestas y se llega hasta la residencia para acompañar a los ancianos que lo necesitan, que son muchos, y monta excursiones cada semana para que el horizonte del mundo se les haga un poco más grande y puedan dormir esa noche prendidos a algún recuerdo no muy lejano, y hasta alienta alguna mirada furtiva, porque sabe que el amor es el gran sanador de soledades. Ayuda a los viejos a ser viejos, que a veces no debe de ser cosa muy fácil. Lo de ser viejo, quiero decir.
Uno, mientras escribe esto, piensa que cuántas personas habrá como mi amiga por esos barrizales de la vida. Cuántos seres de generosidad desbordante haciendo una labor callada e irreconocida, sin más premio diario que el de saber que han mejorado un poquito este mundo. Ante ellos, uno, que no es nada proclive a la admiración fácil, se calla y siente un profundo respeto. Si una imbécil del colorín estornuda, será portada en todos los medios del ramo; si un canalla nos estafa a todos unos cuantos millones, será famoso en un día. Pero si cientos de personas trabajan en silencio por mejorar a los demás, nadie lo destacará como noticia, aunque sólo fuera para alimentar un poco nuestra esperanza. Y quién sabe, casi mejor así. La hermosa florecilla que crece en la penumbra se marchita y pierde su aroma en cuanto le da el sol. Alguien, seguramente un espíritu vencido, ha dicho que el hombre sólo es capaz de sufrir, que no puede obrar. Si pudiera conocerle me gustaría presentarle a mi amiga.


(Artículo publicado en el diario El Comercio, 16/02/2011)

1 comentario:

  1. He pubicado este artículo porque suscribo todo lo que en él se dice.Y también porque me parece una buena llamada a navegantes. ¿Que qué quiero decir? Pues ni más ni menos que lo que apunta el mencionado artículo. Más que decir -queda todo claro- recalcarles a incrédulos/as que hay muchas personas que calladamente hacen un servicio a la sociedad que por grande no tiene precio. Lo hacen con humildad, no esperan ninguna medalla ni recompensa, porque la obtienen con creces de su servicio de voluntariado. Y tú me entiendes, soldado, esas gentes son los verdaderos héroes de nuestra sociedad, ellas son las que hacen más sencillo el camino, precisamente cuando más complicado se hace. Está bien trabajar por las alturas, que no lo dudo, pero las raíces nacen de abajo, se aferran a la tierra para poder sustentarse. El alma está en las cosas sencillas, y qué triste es
    haber vivido en las alturas, ajeno a esta relaidad, y que al final de la vida un/a voluntaria/o tenga que cambiarte el dodotis y darte ese abrazo cálido, desinteresado que te dice aún vives, aún me interesas a mí, a quien nunca nada diste, quien nada te pidió jamás. Esos ángeles existen, ellos tendrían que ser los héroes del siglo XXI.

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