Hace algún tiempo mi psicóloga particular, Elena, me regaló un libro titulado Toma un café contigo mismo del doctor Walker Dresel. No creo que tuviera una intención oculta, habida cuenta de que soy su suegra y…todo podía ser, aclaro que nos llevamos muy bien, así que descartada la posibilidad de mensaje encubierto. Más bien creo que sabedora de mi afición a hurgar en las profundidades, principalmente en las mías, quiso ofrecerme una lectura orientada hacia el conocimiento de uno mismo, hacia ese diálogo interno que somos tan poco dados a establecer. Podría decirse que es un libro de los que ahora están tan de moda: de autoayuda. Y que, por otra parte, muchas personas rechazan. Pienso que la razón para hacerlo es porque los consideran impropios de gente de cierto nivel cultural. Pero he te aquí que las consultas de psicólogos y psiquiatras cada vez están más frecuentadas por ejecutivos estresados, profesores agobiados, padres con hijos adolescentes incontrolables, los propios hijos, y un largo etcétera. Vamos, que no hay quien no padezca en un momento de su vida una depresión, una caída de la autoestima, o sencillamente se vea superado por determinadas circunstancias. Es curioso, cómo desde la más tierna infancia se nos prepara para el éxito profesional y social y, sin embargo, no se nos proporcionan los medios adecuados –en mi opinión, por supuesto.- para enfrentarnos a los fracasos- que suelen ser más numerosos que los éxitos-, para afrontar las dificultades que continuamente se nos plantean. A eso no se nos enseña. Pocos padres se detienen en la formación –más bien orientación- de la personalidad de sus hijos. O lo que es casi lo mismo, enseñarles a conocerse. Sabemos mucho de casi todo, pero casi nada de nosotros. Nuestros hijos reaccionan algunas veces con violencia y todo lo que se nos ocurre es pensar que son rebeldes, no llegamos más lejos. Pero nada sucede por casualidad en nuestro interior, el cerebro está previsto de unos mecanismos de actuación que es preciso, primero conocer, y luego poner en funcionamiento. Buscamos casi todo fuera de nosotros y lo principal lo llevamos dentro. A descubrirlo nos enseñan los denostados libros de autoayuda. He de reconocer que nunca suelo ir más allá de hojearlos, porque con frecuencia lo que me sugieren hace tiempo que he aprendido a ponerlo en práctica. Tuve que superar en la vida situaciones muy difíciles que me han llevado a grandes abismos, de los que únicamente conseguí salir mirando hacia mi interior, sacando la fuerza de ese potencial que todos llevamos dentro y que hay que descubrir. No es fácil, lo sé, pero ahí está, es necesario hurgar y buscar. No es cuestión de nivel cultural, creerme, yo he visto personas muy formadas desmoronarse –igual que le sucede al ciudadano más inculto- y, curiosamente, la manera de salir arriba es la misma; muchas lágrimas derramadas por hombres y mujeres con una gran formación que se veían perdidos, sin ni tan siquiera saber por qué. Hombres y mujeres de éxito que nada sabían de ellos mismos. Hace algún tiempo conocí a una persona que sin profundizar demasiado algo me dijo que tenía problemas de autoestima y por aquél entonces cayeron en mis manos unos cuantos folios que me parecieron interesantes porque se encaminaban a eso precisamente, a conocernos mejor, a potenciar la autoestima y esa serie de cosas que nos hacen ser un poco más felices. Me equivoqué en la primera parte, en entregárselo, creo que lo guardó en un cajón, si es que no lo tiró en la primera papelera; pero no en la segunda: esa persona necesitaba ayuda. Desaprovechó la ocasión porque pensó –eso creo- que esas cosas no eran para gente culta como él. Y luego, con el pasar del tiempo, comprobé que estaba en pañales, que sus éxitos sociales le habían alejado de lo que se cocía en su interior, mucho más importante que todo lo demás, porque con quien uno desayuna, come y duerme es consigo mismo. Todos conocemos personas con un atractivo especial, que se hacen viejos/as y ni tan siquiera les vemos la edad, tienen la palabra adecuada, la botella siempre está medio llena, son como una luz que todo el mundo quiere tener cerca. No es fruto de la casualidad, estoy convencida que –no sé si a sabiendas o no- ponen en práctica a diario esos principios que uno adquiere precisamente así: Tomando café consigo mismo.
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