Si no viviese a pie de calle me costaría cierto trabajo admitir que estamos en crisis. Es decir, si no fuese porque –como recojo en otro texto- veo cada tarde-noche gentes recogiendo comida en la basura, más pedigüeños en las esquinas, informes de las instituciones benéficas quejándose de que pronto no tendrán para socorrer a tantas personas como les demandan comida u otros auxilios indispensables para vivir –ni tan siquiera con dignidad, porque cuando uno se ve en la necesidad de mendigar es lo primero que se pierde-, pues diría que lo de la crisis es un cuento de lo políticos. ¿En qué fundamento la apreciación? En bastantes cosas. Hoy concretamente en una conversación que he tenido esta mañana con Pablo. Hijo que me ha salido muy futbolero, mi padre –que también lo era- estaría orgullosísimo del vástago. Aprovecho para colar aquí, como el que no quiere la cosa, que el primer libro que se escribió sobre la Historia del Sporting, es obra de mi progenitor. Luego se publicaron muchos más, algunos tomando datos del suyo, y unos lo mencionaron y otros no. Pero conociéndole sé que eso no le hubiese importado. Y a mí tampoco, tranquillos, no es más que un comentario. Pues decía que en la conversación futbolera –ni entiendo ni me gusta el balompié- me comentaba Pablo que el sábado nuestro equipo local juega con el Barcelona, acontecimiento que parece de gran relevancia. Yo diría que viendo que el domingo –el pasado- perdió tres a cero contra el Bilbao, me parece que la afición es un poco masoquista. Porque, ahí va algo difícil de admitir: ya no hay entradas. Pero la perla mayor no es esa, sino el precio de la susodicha entrada: 140 euros por barba. Bien leído, no he dado la cifra equivocada. A renglón seguido, y repuesta del susto, le pregunté qué capacidad tenía es estadio. ¡Otro susto mayor! Veinticinco mil espectadores. Como soy de letras no me molesto en hacer el cálculo, me llevaría demasiado tiempo. En mi antiguo barrio dirían: ¡ay fía tú tas mal de la tellera! Estar, no estoy, pero creo que me pondré. Una de dos, o todos los ricos van al fútbol, y dudo que haya veinticinco mil en Gijón, o vienen de Oviedo, que esos son un poco más potentados – o lo parecen- pero no son del Sporting, o no entiendo nada. Me quedo con esto último. Para mi tranquilidad y viendo mi azoramiento, Pablo añadió: pero no todos pagan. ¡Encima eso! Van de gorra. Que no mamá, que es que son socios. ¿Y eso no cuesta hijo? Sí, pero una vez al año. ¡Vaya! Menos mal que no hay que pagarlo todo de golpe. No quise saber cuánto costaba hacerse socio, mejor no saberlo. Si el domingo pierde de nuevo es como para matarlos.
solo los franceses ,contra ellos, y la seleccion española de futbol,a favor de ellos,han sido capaces de unirnos a todos los españoles....como anda el patio....
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