viernes, 25 de febrero de 2011

DE IZQUIERDAS Y DERECHAS


He asistido a una conferencia que respondía con fiabilidad a lo que se entiende por postulados de “la derechona”. Adelantando que no me interesan los temas políticos, aunque sé que nada de lo que sucede lo hace al margen de los mismos, lo que se dijo me dio pié a plantearme algunas reflexiones. El tema fundamental era la democracia que nos trajo la Constitución del 78. No es que el conferenciante cuestionase la conveniencia de la misma –al menos no lo manifestó-, pero se trataba de uno de esos perros viejos, curtidos de los de yo me opongo a los cambios, porque cualquier tiempo pasado fue mejor (había antes -dijo- moral, religión, principios, familia, autoridad…). Tuvo el hablante la gran suerte de ver sus argumentos avalados por la situación de crisis que padecemos, por las corrupciones que surgen por doquier, por los millones de parados que hay en este nuestro país, por…, por lo que todos sabemos y, más que nada, tocamos – y nos toca- sin ningún esfuerzo. Lógicamente todas nuestras desgracias –según el ponente- emanan directamente de la incompetencia de nuestros gobernantes que no son hombres de Estado, sino malos políticos; aquí añado –no sin que se me revuelvan un poco las entrañas- que le asistía toda la razón: la razón de la evidencia. Seguro que llegado a este punto de lectura –si es que alguna persona sigue ahí- hay quien pensará ésta es una comunista. Es la salida más recurrente, también me han llamado “rojilla” –aunque creo que eso con cariño-, Pasionaria y feminista, eso ya con un cierto grado de mala leche. No me siento ninguna de las cuatro cosas. Ni de derechas, ni de izquierdas, pese a que en los años de la transición yo corría –por decirlo de alguna manera- de los grises, y no porque fuese de izquierdas –era joven y no tenía muy claro de qué iba la cosa, ahora creo que sigo sin tenerlo-, pero era universitaria y como tal había que ser progre. Sí le agradecí a la Constitución que igualara los derechos del hombre y la mujer, que no se persiguiese a nadie por su ideología, siempre pensé que no son éstas, las ideologías, las que fallan, que los que fallamos somos nosotros al ponerlas en práctica. En los años que llevamos de democracia he votado a la izquierda, a la derecha, vuelta a un lado, regreso al otro…y no por convencimiento político, sino por lo mal que lo iban haciendo los sucesivos gobiernos. Y mucho me temo que, salvo los acérrimos defensores de “su” partido, la mayor parte de los ciudadanos hemos hecho lo mismo. Mi voto ha sido siempre el del “desencanto”. Los españoles hemos dado en estos años sobrada cancha a derecha e izquierda, son los elegidos los que nos han ido fallando. Probablemente el mundo, mientras esté gobernado por hombres –no excluyo las mujeres, es un modo de decir- no tendrá remedio. ¡Solemne tontería la que acabo de escribir!, pero seguro que se me entiende, juro que no pensaba en ningún "animal" en especial. No sigo, no sigo por ese absurdo camino, un lapsus lo tiene cualquiera. Decía nuestro conferenciante que era necesario incorporar gente joven, culta, personas formadas para gobernar. No sé yo muy bien dónde habrá que ir a buscarlas, porque nunca en España ha habido gobernantes/as tan jóvenes, tan radiantes de juventud. Un amigo me ha dicho que sí, cierto, pero que son personas sin formación. Total, la pescadilla que se muerde la cola, la formación se adquiere con los años, la experiencia es –probablemente- la mayor preparación de una persona, y eso en cualquier ámbito, un médico será mejor cuantas más operaciones haya practicado o enfermos haya visto, si te tiene que defender un abogado procura que sea perro viejo curtido, y así sucesivamente. Se me ocurre, en una de esas ocurrencias que mi padre me decía eran de bombero torero, que tal vez estuviese bien establecer una carrera universitaria para la formación de políticos. Y después unas prácticas, algo así como el MIR de los médicos, incluidas guardias escasamente pagadas. Y tampoco estaría mal que no se les pagase demasiado, y menos permitirles meter la mano en las arcas del Estado. ¿Qué es difícil? Eso ya lo sé, no estoy dando más que remedios caseros, remedios de una ciudadana de barrio, que no va más lejos de su asociación de vecinos, y esos no contamos para nada. Bueno algo sí, somos los que los elegimos, los que hacemos posible que cobren buenos sueldos, que vivan de nosotros -no para nosotros-, que se desplacen en coche oficial, ¿sigo? No, el resto ya lo ponen ustedes de su cosecha, que hay mucho campo para sembrar. Pero esto no es lo más terrible, lo peor es que somos sus víctimas. Y qué casualidad llegado este punto casi –digo, casi, que no se me malinterprete- coincido con el conferenciante en aquello de que antes estábamos mejor. Creo que en el 77 había trabajo para todos, mis padres ya habían comprado un piso (con trabajo y esfuerzo, pero sin asfixiantes hipotecas), yo era universitaria, empezábamos a ir –en un 600, claro- de vacaciones a Benidorm. La verdad, ni yo misma me entiendo. ¿A ver si el punto este tenía algo de razón? Ando muy despistada, no encuentro palo en el que me ahorcar.
En realidad, me podía haber ahorrado el farragoso y extenso texto, porque la imagen que encontré para ilustrarlo no necesita complemento.

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