Yo te espero siempre con tu regalo de Navidad |
Acabo de regresar del campo. De mi
aldea natal perdida en los montes de Aguión, donde nacen las fuentes del río
Aranguin. Subí hasta las brañas porque allí se inauguró una fuente pública que
los vecinos llevaban cuarenta años esperando. Por fin, ahora que no hace falta
porque la ropa se lava en casa y no quedan
vacas que necesiten abrevar, el viejo manantial llega hasta el pueblo.
Brañas de la Asturias
profunda, con una sola carretera de acceso que tiene cinco kilómetros de
longitud, tercermundista, y que acaba de ser asfaltada en sus primeros mil
metros. No hay presupuesto para mas. En otra braña cercana hace unos días
tuvieron que llevar un féretro en un
tractor hasta el cementerio porque el hombre de la funeraria dijo que no
podía acceder con el vehículo dado el estado del camino.
No hubo regalos de los Magos en mi
pueblo ni en los de los alrededores. Y es que la montaña se quedó sin niños.
Solo hay ancianos, cansados, con la mirada perdida en el horizonte, sin
teleasistencia porque los recortes de los políticos les cortaron de cuajo el
cordón umbilical que les servía para pedir auxilio al mundo. Y estos viejos solo quieren que siga
subiendo la cartera, de vez en cuando, a llevarles alguna carta de los bancos
para poder hablar con ella. Los hijos ya no escriben. Y los nietos juegan todo
el día con el móvil pero no se les
ocurre llamar a los abuelos que a lo peor tampoco tienen cobertura en la braña.
Sin niños no hubo juguetes. Ni se
dejó hierba seca para los camellos de los Magos. Ni se hicieron bollinas de
nuez y gotas de anís para obsequiar a Gaspar,Melchor y Baltasar como hacíamos
hace medio siglo. Cayó una gran helada en la noche de Reyes y por la mañana el
valle se inundó de una niebla que era la resultante de la condensación del
hielo y el sol. Nubes de algodón buscaban, río abajo, la salida hacia el mar. Y
los pueblos, todos adormecidos porque los ancianos se levantan tarde. Ya no hay
ganado para cuidar. Solo esperar a final de mes para ir a la villa y sacar algo
del banco y comprar lo que hace falta para subsistir otros treinta días más. No
hay vida activa. No hay esperanza. La nada.
Llegué al pueblo y al atravesarlo
hasta alcanzar la casa natal no encontré a nadie. Ni los perros ladraron porque
me conocen. La puerta estaba sin cerrar y en
la cocina había olor a leña de roble seca. Llamé y no me contestó nadie. Después supe que todos
habían ido a un funeral de una mujer que murió sola con ciento tres años. Había
estado internada en eso que ahora llaman un centro asistencial. Pero gritó y peleó para que la volviesen a
llevar a su casa de siempre. La muerte de la centenaria ha sido la noticia del
mes y del año. Es un mundo donde nunca sucede nada. Y es que ni siquiera llegan
los Reyes Magos y se ha perdido, por tanto, hasta la ilusión.
Querido amigo: dentro de nada, hasta las brañas desaparecerán del recuerdo, a no ser que, viendo los tiempos que corren, tengamos que correr a desbrozar montes para sembrar patates y fabes, que todo es posible. No hay mejor forma de valorar el trabajo ajeno que tener que hacerlo uno mismo.
ResponderEliminarEn cuanto a los niños, pues sí, la nueva hornada de la nueva generación, pero de todo hay porque por experiencia propia puedo decir que la nieta que me corresponde no sólo me llamaba de pequeña (y ahora que es ya mayorcita), sino que ella misma me compraba reyes a mí, "los reyes de mamie" les llamaba, y tengo que decir que de chiquita me compraba cosas a su gusto, claro, luego no me valían para nada pero era tal la ilusión con que las malenvolvía que yo disfrutaba más con eso que con cualquier cosa. Y son sus papás los que deben enseñarles que los abuelos forman parte de su vida.
¡Ay, los viejos! Nunca es buena la vida de un viejo, por buena que sea. Mi abuela decía "prá vellez non se garda cousa boa" y mi buen amigo, El Galano, al que alguna vez visito en la redidencia, cuando le digo "ya me gustaría llegar a tus años como tú" él, mucho más clarividente que yo, me contesta "pois non che é ningún chollo"
Es un tema que nos debería arder en las manos, quemarnos hasta que tomásemos conciencia de tantas necesidades y tanta tristeza. Pero a muchos nos pagarán con la misma monedam, y sino, al tiempo.
Un abrazo, amigo.