jueves, 3 de enero de 2013

MINIANTOLOGÍA POÉTICA DE ALFONSO CAMÍN (III)


JOSÉ LUIS CAMPAL

 (Compilación exclusiva para el blog Las mil caras de mi ciudad)

El tercer volumen de versos del poeta de La Peñuca ALFONSO CAMÍN MEANA (1890-1982) que vio la luz fue Cien sonetos, salido de la Imprenta Militar de La Habana en 1915 y que se integraba en la colección Cervantes, perteneciente a la Biblioteca de Ricardo Veloso. A lo largo de 204 páginas, y respondiendo a su encabezamiento, ofrece un centenar de composiciones soneteriles, divididas en tres series: 1) “Cien sonetos”, donde retrata a personajes ilustres de las letras y la oratoria –Bécquer, Zorrilla, Rueda, Valle-Inclán, Castelar–; 2) “Tierras de sol”, impresiones líricas de diferentes naciones, y 3) “Ritmos dispersos”, de variopinta temática.
Como era habitual en los libros de Camín, sus propias creaciones venían antecedidas por unas páginas laudatorias acerca de su forma de escribir; para la ocasión, reclutó a tres colegas (Luis G. Urbina, José M.ª Carbonell y Múzquiz Blanco) a fin de que glosaran en verso su personalidad. Urbina abrió su panegírico así: «El viento hincha las velas de tu ágil barca: parte, / recoge el ancla y sigue tu rumbo y tu destino; / el día está radioso; sereno el mar; divino / el cielo. La esperanza te sigue y va a guiarte». Por su parte, Carbonell le dedicó estrofas como la siguiente: «A veces melancólicos vibran en el follaje / los místicos arpegios de ruiseñor canoro, / y, a veces, el apóstrofe como iracundo toro / estremece la selva con cólera salvaje».
Extraemos de la tercera entrega poética de Camín, por su grácil estructura y enfoque en el tratamiento, el soneto que nuestro gijonés consagró a su paisano Ramón de Campoamor, con graciosa errata tipográfica incluida (se tracamundia en el título el nombre propio Ramón por Roamo), y que ocupa las páginas 33-34:

Albas de Abril: desparramad frescuras.
Rosas de Mayo: reflejad deseos.
Aves del Bosque: desgranad gorgeos.
Fuentes del Campo: preguntad dulzuras.

Huérfanas del amor, vírgenes puras,
decid del corazón los devaneos.
Mozos de Antaño: pregonad trofeos.
Madres sublimes: enseñad ternuras.

Poeta tan inmenso como el mundo,
con el dolor de tus humanas viñas
no existe corazón que no taladres.

Por eso, Abuelo, con afán profundo,
cantan tus versos con amor las niñas,
¡pero los rezan con dolor las madres!

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