Todos los días (casi todos), hoy
con lluvia, como un ave mojada, vengo, al anochecer, desde mi barrio jardinero,
a este redondel, ensenada pura extramuros de la ciudad, a guarecerme bajo las
plantas excesivas de este árbol enlutado de invierno, bajo esta mujer tan
delgada, sola en la noche, o en el azul último que la mar acarrea, con ojos
perennes que sufren mirando el mapa del aire, la flor de las tormentas, lo que
agoniza en el horizonte. Pedestal de sí misma, desnuda de su vida, rasa de
pechos, es mi vieja amante. Otra vez lluvia, pero hoy estoy aquí con Carmen Gómez
Ojea, mujer libre y de oro, de adolescente risa y alegría numerosa, la mejor
escritora de España, con sus sortijas de mora, pendientes de girándole del
siglo XVII, antigua joyería de Dama de Elche y el cobre bruñido de su pelo.
Carmen, como yo, empieza enseguida a ver ángeles de agua volar con palmas de
martirio y pobreza sobre la “Lloca”, mira sus ojos picasianos, su cabeza
incendiada, bella como otra ola, sus brazos y manos con dedos minuciosos que
tienen un algo de plata, y los pies marineros, descalzos, como barcos
desguazados de tristeza. Entonces, Carmen, llena de ternura, de piedad y
devoción se signa y se antigua y comienza a hablar con la “Lloca” como se habla
al silencio, como se habla a la
Madre del Redentor, como se habla al fuego, como se habla a
un alma lejana. Y le reza un místico trisagio lleno de rimas lauretanas, una
cántiga de comulgante. Luego, al final, yo, como si fuera un Pedro Lavirgen o
viejo admirador enamorado, entono el “Stábat Mater Dolorosa” o la “Salve
Marinera” de Candás. Los tres, desde este redondel lleno de ráfagas y
salpicaduras, mirarnos titilar las luces de los palacios negros que flotan en
la mar, los guiños de Torres, los perros felices que a veces ladran por las
inmediaciones. Por sobre los reflejos de colores de la bahía, Carmen y yo,
volvemos a la ciudad. La “Lloca” queda prisionera entre el fuego de las aguas
con espuma, sola de pie y descalza con el gesto largo y roto de su vida, toda
bronce y viento, entre lo oscuro de la noche.
Para completar tan bello texto, esta letra a la que Dani García de la Cuesta ha puesto música de habanera y que Carlos José Martínez está haciendo arreglos para coro. La letra es mía.
ResponderEliminarSEÑORA DE LAS MAREAS
Sobre un pedestal
al pie del cantil
la abrazan los vientos
que llegan del mar.
Oscuras galernas
quebraron su paz,
sus hijos se fueron
en busca de pan.
-Sobre la popa
de un viejo vapor
los hijos se marchan
diciéndole adiós
Guardó en sus ojos
y en su corazón
la estela del barco
que nunca volvió.
Quedó para siempre
su vientre vacío,
quebrados sus dedos,
su pelo de bronce
y de sal.
Un grito en la boca
y el alma rendida
a la soledad.
-Sobre la popa
de un viejo vapor
……………..
¡La han esculpido
con tanto dolor!
No gasta la lluvia
el duro metal.
Se hieren sus ojos
de luz cenital
y el tiempo del bronce
no tiene final.
-Sobre la popa
de un viejo vapor
…………….
Y lanza a los vientos
un grito sin eco,
el largo silencio
de la inmensidad,
por ver si las olas
los traen de nuevo
con esas mareas
que vienen y van.
-Sobre la popa
de un viejo vapor
sus hijos se marchan
diciéndole adiós
guardó en sus ojos
y en su corazón
la estela del barco
que nunca volvió.-
Ya os avisaremos cuando se estrene.