lunes, 21 de noviembre de 2011

"EL DEBER DE LOS POLÍTICOS, SEGÚN EL PAPA", artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA por el notario ÁNGEL AZNÁREZ



EL DISCURSO DEL PAPA (2ª PARTE)




Por su opción a favor del primado de la razón, el cristianismo permanece, aún hoy, siendo racionalidad.


Cardenal Ratzinger


(Conferencia en la Sorbona el 27-11- 1999)




Tres cuestiones previas respecto al discurso papal a los parlamentarios alemanes sobre los fundamentos de la Política y el Derecho: 1ª.- El Papa fue cuidadoso en extremo para evitar indebidas interpretaciones, que fue lo que sucedió con su discurso en la Universidad de Ratisbona, que tanta pena le causó y que con tanto esmero preparó. 2ª.- Benedicto XVI es un Papa-teólogo, no un Papa-jurista, sintiéndole más seguro y a gusto al tratar lo teológico que al rozar o bordear lo jurídico. 3ª.- El pensamiento del Papa es fruto de un proceso prolongado, manifestado en conferencias, diálogos, libros y entrevistas desde hace décadas y, por supuesto, en sus documentos pontificios. Lo principal del discurso, una lección de ética política y jurídica, viene de años atrás, tal como demostraremos.



Comenzaron sus reflexiones con relato del bíblico Libro de los Reyes (Jerusalen), si bien pudo también haberlo iniciado con la tragedia Antígona de Sófocles, siendo el conflicto entre Creón y Antígona clave para entender la política democrática (Atenas). Citó luego a San Agustín (Roma). El Papa Ratzinger -esto es importante- “tiene en San Agustín el punto de partida, esencial para comprender la prospectiva del jóven Ratzinger en referencia a la conexión entre teología y politica” (cita del libro de Giacomo Coccolini A la búsqueda de un ethos politico, Ed. Il Pozzo, 2011, página 67). La frase agustiniana, pronunciada en sede parlamentaria, fue la siguiente: “Quita el derecho y, entonces, ¿qué distinguen el Estado de una gran banda de bandidos”? Y escriba yo ahora que la política es la que hace el derecho en forma de leyes aprobadas por los parlamentos; que el derecho es a la vez acto de poder y límite del poder; que política y derecho, como casi todo lo humano, son duales: a un lado, el bien, la razón y la luz, y, al otro lado, la fuerza, la astucia, los intereses, incluso lo sombrío y tenebroso.



Muy acertadas las siguientes palabras del Papa:” Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político”. Y muy acertada la referencia previa a los bandidos. “Bandidos”, que permitió recordar al perverso régimen de Hitler –simbólicamente, en el mismo Reichstag, el Papa recibió a representantes de la comunidad judía de Alemania-. También permitió recordar a otros bandidos, más contemporáneos; pues “banda de bandidos” son los dictadores de los países árabes, al otro lado del Mediterráneo, unos ya caídos y otros en trance de caída por la llamada “primavera árabe” –en la lista del bandidaje está el Presidente Ahmadineyad de Irán ¡Qué bruto, qué criminal y qué destino le espera en cosa de horas!-.



Cuestión diferente y preocupante es lo que está ocurriendo en este lado del Mediterráneo, en la Europa democrática, sumida en crisis y desastres, que pudiéramos denominar “el otoño europeo”: “Primavera árabe” y “otoño europeo”. Gran responsabilidad la de los dirigentes europeos, de los que permanecen y de los ya expulsados del Edén del poder; por cierto, no por decisión popular sino de los prestamistas o acreedores, llamados “mercados” ¡Qué interesante es esto! Unos dirigentes europeos heterogéneos: algunos listos y alguno muy tonto, algunos serios y alguno, un desquiciado tarambana. Es asombroso comprobar que los países europeos, en peor situación, son, a la vez, los de mayor corrupción política (a más corrupción, más endeudamiento). Y el mejor de los sistemas políticos, el de la democracia parlamentaria, está “hecha unos zorros”.



Los políticos reciben su merecido: ser sustituidos por tecnócratas, una nueva “tecno-estructura”, regresando así a los años sesenta del pasado siglo. Hay más retrocesos: la grave crisis del parlamentarismo, base del sistema democrático, que tuvo de enemigos a todos los “ismos “del siglo pasado: al fascismo, al nazismo y al comunismo. Muy apropiada, pues, la estancia de Benedicto en el Parlamento. Carl Schmitt, al que nos referimos en el artículo El nacional-catolicismo de la Ley hipotecaria hoy (28 de agosto 2011), enemigo del parlamentarismo, vuelve a ser actual, pues, lo que está ocurriendo en Europa, pudiera darle, tristemente, la razón. La idea del jurista alemán del Parlamento como lugar de paralís o de parálisis, incapaz de decidir y en permanente bla-bla-bla, es de lo más claro de su laberíntico pensamiento, que fue muy seguido por la extrema derecha (pensadores del franquismo en los años cuarenta como F. J. Conde) y por la extrema izquierda de los años setenta (asunto explicado por Jan.Werner Müller en su libro Carl Schmitt, a dangerous mind, página 240 y siguientes).



Un Schmitt muy vinculado a España (cuento como anécdota que en los primeros años setenta del pasado siglo, se le podía ver paseando por las rúas de Santiago de Compostela, en la que vivía su única hija, Ánima, esposa del profesor Otero Varela, catedrático de Historia del Derecho en la Universidad compostelana). Un alemán Schmitt muy diferente al jurista austríaco Kelsen, que Benedicto XVI cita en su discurso o lección, no pudiendo, lógicamente, citar en el Parlamento alemán a Schmitt, al ser éste considerado por muchos de antisemita y de haber sido el jurista de cabecera (Kronjurist) del III Reich (de esto último sigo con dudas).



El Papa, por natural cortesía, no se refirió a la crisis del parlamentarismo ni a la corrupción política, de la que Alemania no se libra. Habrá que recordar que el demócrata-cristiano Köhl, a finales de los años noventa hundió su prestigio al reconocer que campañas electorales de su partido político (CDU) fueron financiadas con fondos secretos llegados de Suiza, y que, más reciente, el presidente del Partido Liberal alemán, Guido Westerwelle, haya sido acusado de patrocinar una rebaja del IVA en el sector de la restauración (lo consiguió), después de haber recibido un millón de euros de regalo de la cadena hotelera Mövenpick.



A propósito de las grandes cuestiones humanas, de antropología o de valores fundamentales, que puede convertirse en derecho vigente, planteó Benedicto XVI una cuestión esencial: “Es evidente –leyó- que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta”. En esta cuestión muy jurídica, el Papa no nos dio solución ni nos resolvió el problema, pues si la mayoría, incluso reforzada, no basta, sólo queda la unanimidad, que, además de imposible, es jurídicamente nula si se exigiese (el jurista austríaco Kelsen citado por el Papa analiza esto con precisión). Los acuerdos de las personas jurídicas, eclesiástica o civiles (un parlamento, por ejemplo), sólo pueden legalmente adoptar sus acuerdos por mayoría, que puede ser simple (el mayor número) o especial, que, a su vez, puede ser absoluta (más de la mitad) o reforzada (más que la absoluta, por ejemplo, dos tercios o tres quintos). Es verdad asimismo, y lo traemos a colación, lo que dispone el artículo 92 de la Constitución española, tan interesante y que tan poco gusta a los del Poder Ejecutivo:” Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Analizar en profundidad el tema de las mayorías y minorías exigiría partir del Derecho romano, con tanto miedo a las personas jurídicas y a la representación en general, pasar al Derecho canónico y terminar en la “ficción” de la representación política en Kelsen.



Por un básico principio de organización y funcionamiento, se excluyen las unanimidades, que son derechos de veto. La misma Iglesia Católica, para elegir al sucesor de Pedro en cónclave, establece la mayoría de dos tercios de los cardenales electores, excluidos los modos de elección per acclamationem y per compromissum (léase la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II). Téngase en cuenta, además, que los electores de un Papa lo son por designación de uno solo, el Papa, lo cual ha de favorecer uniformidades y acuerdos, siendo mucho más fácil el acuerdo entre designados (cardenales) que entre elegidos por muchos en votación popular. Cierto que no hay analogía entre una ley civil sobre valores esenciales y la elección del sucesor de Pedro, pero las mayorías son conformes a la razón y a la naturaleza de las cosas jurídicas. Podríamos hacer ahora una lista, tomada del Derecho canónico, de acuerdos por mayorías (Estatutos de conferencias episcopales, reglas de Órdenes y Congregaciones, etc) Y si la mayoría no basta, si la unanimidad, real o de facto, es imposible, la pregunta es: ¿Qué hacemos, Santidad?



Quiero destacar que la referencia del Papa Benedicto a las mayorías y minorías, incluso el texto del teólogo Orígenes, es casi idéntica a la que figura en la entrevista que le hizo Jaime Antúnez Adunate, siendo Cardenal y publicada en España en forma de libro Crónica de las ideas, editado por Encuentro Ediciones en 2001 (págs. 148 a 159). Un dato ese importante, que permite deducir la autoría papal y real del discurso.



(A la pregunta del “¿Qué hacemos” y a la referencia al Derecho natural en el repetido discurso papal, con alguna reflexión práctica sobre instituciones y regulaciones de “familia”, dedicaremos la siguiente y tercera parte, procurando que ésa sea la última, aunque el autor lo sabrá cuando la escriba; eso tocará la semana que viene, si Dios quiere).


No hay comentarios:

Publicar un comentario