jueves, 10 de noviembre de 2011

Artículo del notario ÁNGEL AZNÁREZ, publicado en LA HORA DE ASTURIAS


EL DEBATE ELECTORAL QUE YO VI

Otra crónica de excentricidades


Cada época, cada situación económica produce sus tipos específicos y en el escenario del mundo entran y salen las figuras según se tire de la cuerdecilla correspondiente.

Josep Pla












Ilustraciones del autor tomadas en América)


El periodista de La Nueva España, con brevedad de telegrafista y precisión de taquígrafo, transcribió fielmente mi respuesta, publicada en la edición del martes 8 de noviembre, a la pregunta sobre el debate Rajoy-Rubalcaba: “El debate me pareció antiguo, viejo y rancio”. Le dije más, bastante más: que con una crisis general y un desastre global como los actuales, el formato y contenido del debate podía ser interesante y novedoso en los años noventa del pasado siglo, pero de ninguna manera ahora; y que si los debates electorales son necesarios, han de ser de otra manera. También dije que tuvo el olor o tufo de un clásico de la TVE, como los reportajes navideños de las colas en la Gran Vía ante el despacho de Doña Manolita para comprar la Lotería, o las doce campanadas en la Puerta del Sol el 31 de diciembre.


Por intuir eso, no tenía pensado ver el debate, pero, dado que La Nueva España fue y es mi periódico de cabecera -en la calle Campomanes no se leía otra cosa-, por fidelidad, me sacrifiqué y contemplé el debate, para opinar luego. Al parecer, el que no lo vio fue don Rodrigo Rato, ex Directo fugaz, visto y no visto, del Fondo Monetario Internacional; ahora presidente de uno de eso que llaman bancos, con domicilio social en Madrid y no en provincias, de las extintas Cajas de Ahorros y de los Montes de Piedad, de muchas Obras Sociales y de bonus millonarios a sus directivos, nombrados por mérito del enchufe.



Nada me iba a interesar lo que dijeran los candidatos sobre Economía y Finanzas, pues eso no será decisión de ninguno de ellos, deudores, sino, como es natural, de los acreedores, que son los que realmente mandan –los acreedores siempre mandaron-. Para saber si habrá reajustes en los despidos, subidas de IVA, “retoques” en pensiones, habrá que preguntárselo, repito, a los acreedores, a esos que se llaman “los mercados”, teniendo más a mano a la madama Merkel o al Fondo Monetario Internacional. Vamos a ver: ¿Dónde se ha visto que los deudores sean los que decidan? Los romanos, que tuvieron una fase muy cafre de su Derecho, a los deudores los metían en prisión –la prisión por deudas-. Tengo la esperanza de que nuestros acreedores, los “mercados”, no nos encarcelen a todos, y que, al menos, nos permitan la tan cacareada dación en pago, que es objeto de deseo hipotecario.


Y lo que sigue es muy serio y lamentable: los sistemas parlamentarios, la Política, está haciendo aguas por todas partes, tambaleándose ante la firmeza de lo económico. No sólo hay que lamentarse, también preguntarse: ¿Cómo es posible que los Estados se endeuden en cantidades astronómicas? Algo muy profundo ha fallado y provocado el actual hundimiento. Y de todo ello, la corrupción política, la pública y la privada, más generalizada que menos, no tiene toda la culpa. ¡Qué gracia me hacen esos “liberales” emprendedores que desde altillos y tribunitas piden y suplican que el Estado no se entrometa en sus negocios, y ellos no paran de zascandilear en oficinas públicas en demanda de chollos dinerarios con arrogancia de ricos nuevos y maneras de indianos de Indias!


Pero no nos distraigamos y volvamos al debate cachondo. Declaró a La Nueva España el realizador Navarrete (en foto aparece con cabeza sin pelo y luciente, como un pepino o pimiento de Navarrete (La Rioja), que pretendió que el debate no fuera encorsetado; pues bien, resultó con corsés, fajas y con férrico cinturón, como de castidad. El presentador, Campo Vidal, me recordó a David Cubero o a Matías Prat (padre), de la primera TV, de principio de los años sesenta del pasado siglo. A pesar de su experiencia en este tipo de debates, el presentador estaba como desbordado por una gran responsabilidad, por una neutralidad pura como lo sagrado, por una exquisitez de esos lindos que, por finura, toman la sopa con tenedor y no con cuchara.


Y ocurrió un hecho lamentable y alucinante. Que en un debate electoral, que en teoría sirve para que los electores formen su opinión, se interrumpa, que el presentador diga “a tontas y a locas” que “vamos a publicidad” y que adonde nos llevaron fue al programa “59 segundos”, en el que opinaron tres periodistas del PSOE y otros tres del PP (no se si gratis o a sueldo), eso no me pareció admisible por juego sucio, acaso admisible en Tanzania o en Antananarivo, capital de Madagascar. ¿Eso habrá sido idea de Navarrete? ¿Es que los electores españoles necesitan que “gurús”, de no se sabe qué, les den claves secretas, como si un debate fuera un laberinto igual al del Minotauro cretense?


Fue de antología la subida al estrado, dando la espalda a las cámaras de los dos contendientes y del presentador. ¡Qué estilazo subiendo escaleras! ¡Qué esbeltez y derechura apolíneas las de Rajoy y Rubalcaba, sin las redondeces dionisíacas de barrigas y culos! ¡Qué disciplina férrea hay que tener para mantener la línea y las líneas, con tics de mirar abajo por obsesión de báscula! Seamos justos: el candidato Rubalcaba en esto no se debe esforzar mucho, pues es de natural esmirriado y escuchimizado; dicen que las insidias le carcomen, en lo que no estoy de acuerdo, al conocer gordos, muy, pero muy gordos e insidiosos, alguno de la derecha política. Rajoy en esto, seguramente, tiene más problemas, debiendo hacer más sacrificios, pues ser registrador de la propiedad de un pueblo cabeza de partido judicial, suele abrir los apetitos. Estoy seguro que don Mariano se priva con pena de empanadas y de empanados, que le gustan y engordan por la mucha harina.


A don Alfredo la papada le colgaba del mentón más por un lado que por otro; ese colgante asimétrico y flácido, unido a los pelos de la media barba, no le hacía guapo sino feo. Por eso, en un momento, yo un poco distraído, tentado estuve de acercar al televisor mi máquina de afeitar. Y el colgante papudo de don Alfredo, es lo contrario de los colgantes, imponentes perendengues, de los gallos de pelea. Mas aún: es inadmisible que eso le pase al candidato del Partido Socialista, que lleva como lema de campaña: lo siguiente: “Pelea por lo que quieres”. Don Mariano, al ser un poco más joven, tiene más tiesa y dura la papada, aunque la mirada de miope nos transmite una cierta tristeza o melancolía, lo cual es romántico. Don Mariano movió las manos con más candor que su contrincante Rubalcaba, que parecían (las manos) manojos de culebras. Rajoy, con apariencia de bueno, me recordó a aquellos caballeros de antes, que, a todo quitado y en el trance amoroso, preguntaban a su amada: ¿Gozas, vida?


Rajoy fue contundente al decir: “no pienso dar dinero público a las entidades financieras”. Pudiera ser que Botín, junto a sus auxiliares o directivos botones, retrepado en su diván, al oír eso, hubiesen movido algunos dedos de su mano derecha con ademán desafiante. Rubalcaba estuvo “dale que te pego”, obsesivo, con lo de suprimir las diputaciones. Eso, a los asturianos ni nos va ni nos viene, pues aquí, por no tener, desde hace años que no tenemos ni diputación; sólo tenemos un gobierno, que el pobre está en una minoría de las más minoritarias, aunque eso sí, con muchos cascos o monteras de bombero o torero.


Fue injusto el flaco Rubalcaba al culpar a la Ley del Suelo del PP (la de 1998) del desbarajuste inmobiliario español. Vamos a ver don Alfredo: ¿ De la macro-urbanización del Pocero, en un lugar de La Mancha, y en otros lugares, tiene la culpa el exministro popular de Obras Públicas que hizo la Ley, el hijo de Arias Salgado, que nada más dejar el Ministerio, lo colocaron en unos supermercados? No. ¿Acaso no será más culpable el amigo del “pocero”, el socialista Bono, presidente que fue de esos lugares de La Mancha, que hizo la Ley del Suelo de su autonomía? Sí. ¡Cuánto podríamos escribir sobre la utilidad de la legislación autonómica para burlar con fraude requisitos impuestos en la Legislación estatal! Eso, don Alfredo, pasó con el urbanismo y con las Cajas de Ahorros (directivos con mandatos tramposos por ser ilimitados en el tiempo).


Concluido el debate, apagué el aparato. Seguramente habrán vuelto a discutir los tres periodistas del PSOE y los tres del PP. Por cierto, qué lastima que el también gallego Antón Losada, uno de los tres del primero, que, con excelencia, me enseñó Ciencia Política, ahora ande metido en zascandilerías y tertulias. Y a causa del debate, me acordé del teatro, ese que en el dulce italiano se llama “il teatrino”; me acordé de Umbral, que en una columna del Mundo escribió, con tono de desprecio, escribió: “Precisamente al que está en el interior de la caseta no le puedes obligar a que crea en el títere”. Y me acorde por lo de las figuras y las cuerdecillas del maestro Pla, solterón, con boina, payés del Ampurdán y fumador, más de pitos que de pitillos, “Ideales”, los de papel amarillo y no blanco de librito.


(En el próximo número, continuaremos con las excentricidades, pero las genuinas, las caseras como las de la abuela, de la calle Campomanes, que salen como salían antes los churros caseros, o sea, metiendo la masa en el cilindro de la churrera, sujetándola con las dos manos como por las orejas y empujando con la barriga para la penetración del rodillo. Será la crónica XXVI).


Ángel Aznárez (LA HORA DE ASTURIAS, 10/11/2011)


1 comentario:

  1. Como siempre perfecto en la descripción del paisaje y las personas, eso si sin que la balanza se incline hacia ningun lado que no sea el de la equidad, con excepcion de los 59 segundos que podrian perfectamente desequilibrar la balanza. Hay un programa que podria haber equilibrado a ese (El Gato al agua).

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