lunes, 5 de marzo de 2012

"LOS NIÑOS DEL AIRE", artículo de JOSÉ ANTONIO MASES publicado en el diario "EL COMERCIO"


                                 
    LOS NIÑOS DEL AIRE
Cada día se nos muere un árbol, un pez, una flor, un manantial... Y, ahora, los gorriones, un motivo más para que los siete mil millones de individuos que poblamos el planeta nos quedemos un poco más solos 
Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado».
Así dijo un día Miguel Hernández, el poeta que llevaba en el corazón la belleza y el amor -así como el dolor- de todas las cosas vivas, y esas palabras me vienen a la memoria después de haberme enterado de que la de los gorriones comunes es otra especie más que se suma a la lista de los animales en peligro de extinción. Hasta ayer mismo estaba yo en la creencia de que la voz de alarma clamaba por especies de más relevancia, como el oso pardo, el urogallo o el lince ibérico. Pero nunca llegué a sospechar que el dramático aviso fuera a concernir a los gorriones, las aves menos favorecidas de estampa, las más humildes en comportamiento y las menos afortunadas en facultad canora. Todos conocemos de cerca la figura del gorrión: plumaje de color gris sucio, casi inadvertido entre el color de la tierra, el tronco del árbol o el achocolatado de la teja bajo la que esconde su nido, hecho de crines, hierbas y musgo. Es pájaro que hemos visto muchas veces en el espacio abierto de la campiña, sobrevolando los árboles de un parque urbano o abalanzándose en tropel sobre un sembradío. Y todos nosotros hemos asistido más de una vez a los inusitados despliegues de una bandada de gorriones, pues es sabido que estas aves son valedoras de un señalado espíritu gregario a la hora de zafarse de una amenaza o de avecinarse a un lugar que brinde alimento. Desde la ventanilla de un tren o en ocasión de nuestra presencia real en el campo, todos nosotros hemos sigo testigos de la disciplina y el empeño con que se maneja en el aire la multitud de gorriones que busca lugar más provechoso, y a todos nos ha llamado la atención, si pusimos en la mirada ese rasgo de ternura de que son capaces los poetas, la silueta de ese gorrión solitario que camina a saltitos, picoteando en el suelo, la nerviosa mirada en constante acecho, acaso todo ello en un esfuerzo, a veces inútil, por llevarse al buche deseoso el botín de un insecto minúsculo, una araña aturdida o un pellizco de fruta.
Y ahora se nos pone sobre aviso: los gorriones se van a la eternidad. Aducen los expertos en la materia que, entre otros motivos, al ave le han surgido varios enemigos implacables: el despoblamiento del ámbito rural, con el consiguiente abandono de los sembrados; el emponzoñamiento del aire, la limpieza de las zonas urbanas, que conlleva escasez de desperdicios, y el incremento de zonas de alta concentración de ondas electromagnéticas.
Vamos quedando solos. Y no cesa el maltrato a la tierra en que vivimos. Tan vergonzantemente solitarios nos estamos haciendo, que hasta el humilde gorrión -enamorador de los poetas, aunque ninguno alabe su deslucido porte y sus escasas dotes de cantor- está en vísperas de ausencia definitiva, después de tantos siglos de vida y de haber hecho buenas amistades entre los cultivadores de la literatura. Aparte de las palabras que les dedicara el poeta pastor de Orihuela, los hermanos gorriones, que diría San Francisco, son aves cantadas en la 'Rosa hiperbólica' de Valle Inclán, en el popular soneto de Claudio Rodríguez, en el 'Libro de los gorriones' de Bécquer o en el 'Platero' de Juan Ramón, que así habla de ellos: «Viajan sin dinero y sin maletas; mudan de casa cuando se les antoja; presumen un arroyo, presienten una fronda, y sólo tienen que abrir sus alas para conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábados; se bañan en todas partes, a cada momento, aman el amor sin nombre, la amada universal». Pero, entre tanto requiebro, poco importa ya la singular apreciación de Plinio el Viejo. Sostenía el sabio latino que los gorriones machos muestran una vehemente inclinación a la lascivia, y que la voluptuosa propensión les acarrea una muerte prematura, mientras las hembras, tan bien cortejadas, son las que viven más.
Quedamos más solos que nunca. Cada día se nos muere un árbol, un pez, una flor, un manantial... Y, ahora, los gorriones, un motivo más para que los siete mil millones de individuos que poblamos el planeta nos quedemos un poco más solos. Eso lo sabe muy bien el científico estadounidense James Hansen, incansable guerrero en el siniestro campo de batalla del cambio climático.
La suerte está echada; pero, aun desesperanzado, quiero ver, en los gorriones que sobreviven, aquellos niños del aire que imaginaba Miguel Hernández. Y, cuando uno de ellos se decida a tomar tierra y rondar la mesa de la terraza donde me sirven la merienda, burlaré la mirada reprensora del camarero y, como en una ceremonia de despedida, dejaré caer unas migajas de bizcocho ante el pico del ave. 
(EL COMERCIO, 5/03/2012)

CERCA DE DIOS



Hay quien para acercarse a Dios pasa  la vida rezando, otros se limitan a ser buena gente


 Casi todas las personas en algún momento de su vida, principalmente en los de grandes dificultades, tienden a acercarse a Dios. Excluyo, por supuestos aquellas que se declaran ateas, apóstatas. A esas no tengo nada que decirles. Yo no soy quien para juzgar sus razones que, sin duda, las tendrán. Una de ellas, de esas que dicen estar seguras de que no existe, me comentaba en una ocasión que Dios era una invención del hombre, que era una necesidad para  autoconvencerse de que no todo termina aquí: respuesta  a la desesperanza. Pues vale,  lo doy por válido, no me molesta y prefiero no analizarlo, no me conviene hacerlo. Es más, me parece una razón de peso para fomentar la  fe Yo me quedo con aquello de que no entiendo casi nada -más bien nada- que sé, además, que existen infinidad de cosas que mi ojo no capta, y menos mi entendimiento, así que para qué ir más lejos. Me gustan las iglesias, por lo que tienen de recogimiento, por esos techos altos que se se prolongan  hacia... ¿Dios, tal vez? -como los  altos cipreses de los cementerios-, por sus imágenes: santos regorditos, con papos colorados y labios de rojo carmín, otros de caras alargadas, tristes, circunspectos, luego está el  Cristo sufriendo, colgado,  muestra de la barbarie humana en todo tiempo, y la Virgen que llora desconsolada luciendo esa larga  melena de pelo natural donada por alguna beata, y también llaman mi atención los mantos bordados con hilo de oro por las mismas piadosas beatas, o  por sencillas monjitas. Todo me parece entrañable, y de otro mundo. Pero probablemente lo que más me emociona es saber que ese es el último lugar que nos acogerá tras la muerte. He asistido a funerales solemnes -de pomposas honras fúnebres- y a funerales de pobres: un desgraciado, acompañado de tres amigos agarrados a un cartón de vino, una monja y yo misma. Distintas despedidas, pero siempre en torno a una caja de pino con un cadáver en su interior, y en ese momento no importa si el nombre va precedido de un don, o de un "don nadie". Así es la muerte: nos iguala a todos, nos mide por el mismo rasero. ¿Será cosa de Dios que sea así? Es lo más probable.
Lo anterior es filosofía de la barata, que no piense quien me pueda estar leyendo que lo ignoro. Que no piense que  no me doy cuenta de que es el argumento más pobre que podría esgrimir, pero es el mío, el de alguien que no se plantea grandes ni profundas cuestiones religiosas, porque estoy  en la vida sencilla, en la de la gente de la calle, y que sabe muy bien cómo la muerte lo desmorona todo, cómo se lleva todos los oropeles del difunto de golpe. Creo que para estar cerca de Dios no son necesarias grandes convicciones, no es necesario desayunar con agua bendita, con ser buena gente es suficiente. 

viernes, 2 de marzo de 2012

"JRJ, SELLO DE POESÍA EXCELSA", artículo de JOSÉ LUIS CAMPAL

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, EN 1912


En estos tiempos en los que impera el batiburrillo lírico, el órdago falsificador, el pasmarote figurativo y la anemia sensitiva, no estaría de más recurrir a las marcas imperecederas que se remozan cada día que pasa. Una de ellas es JRJ.
El escritor moguereño y Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez publicó en 1912 un poemario redactado en los dos años anteriores y titulado Melancolía (Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, 240 páginas). Dentro de una de sus seis series, la rotulada “La voz velada”, incluye, como pieza número V, una composición en cuartetos que talmente parece trazada en nuestros días, pues, aparte de una construcción impecable, constituye un modelo ético admirable, una guía vital asumible por quienes busquen la paz interior frente a los oropeles vacuos y pudribles. Paladeémosla:

No me tienta la gloria. Sólo una vida en paz,
rica de los tesoros del amor y la lira,
en una estancia dulce, solitaria, serena,
llena de libros bellos, con flores, encendida!


Estancia adonde, a veces, la amistad se llegara,
a llamar a la puerta con mano noble y limpia,
retiro adonde, a veces, se asomara el amor
con la mirada extraviada y conmovida...


Que el lujo y el rumor se queden para otros...
a mí me basta con mi fe en las armonías,
en una estancia plácida, alejada, callada,
llena de libros bellos, con flores, encendida!


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

jueves, 1 de marzo de 2012

"ESTÉTICA Y ÉTICA DE PRINCIPIO A FIN", por el notario ÁNGEL AZNÁREZ


            LAUDATIO de Pérez Las Clotas

Los tertulianos de los viernes del Hoteal Asturias en Gijón. Agachados: Canellada, Angel Aznárez, Garrucho, Bardales. De pié : Jose Luís Martínez, Perez Las Clotas, Antuña, Cabezudo y Gómez Cuesta

Vi por primera vez a Juan Ramón hace décadas, ya bastantes, empujando con elegante manera y decisión la puerta giratoria de entrada al Café Cervantes de Oviedo, en la calle Argüelles, sentándose luego, junto a otros, en tertulia de alboroto, a la derecha, mirando a la Escandalera. Todos aquellos señores me parecían muy mayores, él también, aunque no lo eran, equivocación natural pues, el que los miraba, estaba estrenando el llamado “uso de razón”. La largura de espárrago de Juan Ramón, su ceñido vestido a lo inglés (seguramente de Almacenes Botas), su preeminencia en el ruidoso guirigay, le daban un nosequé de misterio, como de ángel o de fantasma. A los pocos años, volví a verlo, esta vez bajando la estrecha escalera interior, que comunicaba un altillo con los talleres de La Nueva España en los bajos de la llamada Casa España en la calle Asturias (Oviedo). Allí yo estaba pasmado ante la maravilla de la magia de la impresión del periódico, invitado por Paco Arias de Velasco, que era mi vecino de enfrente en la calle Campomanes; por allí andaba trabajando, entre linotipias, Carlos, con mono azul, cuyo unigénito casó con una dama, una entre varias, que tenían una tienda de corchos en un sotanillo cercano al Teatro Filarmónica. Volví a ver en aquellos talleres el nosequé de misterio de Juan Ramón.

Fue en los años ochenta, leyendo a Umbral, cuando caí en la cuenta: Juan Ramón Pérez Las Clotas, aquel personaje, que me intrigó desde mis principios y que permanecía grabado en mi mente, era un caballero dandi, un completo dandy y señorito, muy singular en aquellos tiempos tan singulares. Era todo un artista, que hizo también del periodismo un arte, con estrictas reglas morales y de las otras en su ser y estar, como corresponde a los de su categoría, tan infrecuente. En los años noventa, ya conociéndole (antes sólo lo había visto), al atribuirle el mérito del dandismo, nunca me lo negó o rechazó, respondiendo con inteligencia, con humor y risas de dandi, o sea, de forma estentórea y ostentosa. Por eso, le dije, que había muy bien entendido el consejo del también periodista Cesar González Ruano: “Ahora procure usted que le difamen ¡No hay tiempo que perder!

Desde que conocí a Juan Ramón (años noventa), no dejé de admirarle con cariño, “cosa” realmente deseada y desgraciadamente difícil; era buen escritor con mucho olfato, pues sabía ver y escuchar, escuchaba mucho; quiso, con calidez demostrada, a los que le rodeaban. Por haber hecho de su profesión un arte amó a su periódico La Nueva España como un padre a un hijo, fiel entre fieles y hasta los últimos momentos, habiendo tenido la gran suerte de sentirse querido por periodistas de ese medio (esto, desgraciadamente, no es frecuente); periodistas, que durante el dramático proceso de continuas pérdidas en los últimos años -que eso es la ancianidad- fueron tapando los agujeros que abría la vida que escapaba. Jamás la polémica Política se interfirió enfriando o distanciando amistades; a todos sus amigos quiso con independencia de sus juicios o prejuicios políticos, no poniendo o quitando etiquetas; de ahí el respeto y la admiración.

La condición de Juan Ramón, de maestro y de amigo de bastantes, creó dependencias, a mí también. Escuchar el relato de vivencias suyas, que fueron muchas, resultaba aleccionador. Sus juicios, por ejemplo, sobre la Revolución de Los Claveles (la vivió en Portugal), tan importante para entender la Transición española, aclararon algunos intríngulis. Me interesaron, en particular, sus amplios conocimientos e informaciones sobre personajes importantes, como Pedro Sainz Rodríguez, Cela y otros escritores de aquella España. Su análisis sobre mis escritos era, para mí, el más esperado y definitivo, que analizaba con precisión de relojero, detector de “maldades”, y que criticaba con rigor, no exento de cariño. Por haber aprendido tanto, me siento hoy uno más de sus muchos aprendices. Y eso se acabó. Queda la memoria, siempre viuda.

Si Juan Ramón (JuanRA) empezó con la tertulia del Cervantes en Oviedo, su última tertulia fue la del Hotel Asturias, los viernes, aquí en Gijón; tertulia esta de integrantes variopintos, por ser muy varios y pintos distintos, desde ordenados, incluso “in sacris” a “profani” también ordenados. Este viernes, al final de la reunión, sonarán, con especial emoción, las dos palabras con las que Juan Ramón siempre ponía el fin optimista y alegre: plurimam salutem.
(Ángel Áznárez, 1/03/2012)

miércoles, 29 de febrero de 2012

"TINO VETUSTA, LIBRERO EN SU SILLÓN", artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA


La calle de la Merced (vía gijonesa de tantas mitologías cercanas, con su cielo viejo, noches de novia y cine, hordas de niños color de tiza, tiendas, bares y mancebías) bosteza su vida arrullada por el ruido de los últimos engranajes de las máquinas de La Versal y la arborescencia de la tribu urbana en fila de apuestas de Loto y Bote. Y ahora, cuando otra vez quieren hacer fuego con los libros, Tino Vetusta, bruñido y pulcro librero en su geometría pacífica y guerrera, quiere hacer vivir al personal con el veneno purísimo de sus libros, y los pone delante para que algún lector los compre, rescate y beba cual si fueran un brebaje salvador. Libros todos bellamente encuadernados que él coloca entre estatuas, búcaros, retratos, atriles y paramentos recogidos de naufragios. Libros que expone como piezas únicas en su impoluto escaparate barroquizado de literatura, delante del cual pasea y pasa todo el tinglado de la vida gijonesa con su gesto y su andar. Siempre vestido de hidalgo, Tino Vetusta, al que las mujeres miran al pasar, se parece al rey Amadeo de Saboya cuando, con su barba bipartida, crespa y levantada en punta, sale (para cumplir con la ordenanza) a fumar a la acera bajo la luz de los acetilenos en traje de buena mecha, camisa de popelín y corbata italiana de seda y color litúrgico (violeta, verde, granate), o rosa pastel, en días de más gracia. De ademanes reposados, se sienta en un sillón gestatorio, rojo y oro en el que a veces parece estar hundido y desde el que te mira lenta y pacíficamente cuando entras en medio del silencio musicante de la Clásica de Radio Nacional, que llena la estancia. Yo me nutro mucho de los libros que le compro a este librero genial como si fueran fruta que él me ayuda a masticar. Algunos de mis estirones literarios salieron de sus consejos nutricios: libros de Umbral, Garcilaso, Valle, Ramón Gómez de la Serna, Ruano, Cunqueiro, o de sus cuadros, bustos y de más cosas singulares. Le gusta andar caminos y sale -heredero de Quijano- a las ferias de España. Al fin llega del cansado trato con alcabaleros y mirones a esta su vieja casa de la Merced donde tiene asiento su dandismo y su hidalguía. Y si te acercas por allí, cualquier libro que le compres a Tino Vetusta seguro que se consumirá, entre el tacto de tus manos, como un leño feliz, por el fuego de las llamas de tus ojos. (Publicado en el diario El Comercio, 29/02/2012)

domingo, 26 de febrero de 2012

"UNA DE LAS CARTA DEL NUNCIO APOSTÓLICO", artículo del notario ÁNGEL AZNÁREZ



(Como la existencia tritura las esencias)


Foto cedida por el autor
                        Se celebró en la mañana del 18 de febrero el Consistorio ordinario y público para la creación de nuevos cardenales; el cuarto del Papado de Benedicto XVI,  ceremonia de muy notable brillantez con Mario Monti, el político “fiduciario”, en uno de los primeros bancos. Músicas de trompas y trompetas anunciaron el inicio, desde la sacristía de la Basílica vaticana al altar de la Confesión, de la procesión presidida por el Papa, no revestido de pontifical y subido en la pedana mobile, empujada de manera imperceptible por dos sediari pontificii. Ese Consistorio resultó trabajoso y discutido (a él nos referimos en el artículo Ratzinger en el edificio Reichstag, escribiendo de palmas de adulación y de susurros de sacristías ya el 13 de noviembre de 2011); fue precedido, entre otros, de dos hechos graves ocurridos días antes. El 25 de enero se divulgaron cartas, naturalmente reservadas, dirigidas al Papa y al cardenal Secretario de Estado, de monseñor Carlo Maria Viganò, actual embajador pontificio en EE.UU. y el 10 de febrero se publicó un documento anónimo, entregado al Papa por el inquietante cardenal Castrillón, conteniendo comentarios del cardenal Arzobispo de Palermo, Paolo Romeo, ahora negados por éste.
Foto decida por el autor
                        Los supuestos comentarios del prelado siciliano, diplomático de carrera y ahora pastor, son sugestivos y sabrosos por su sensacionalismo: guerras entre facciones de cardenales (conflitti tra cordate), muerte del Papa a plazo cierto (complotto contro il Papa) y ya con un pretendido sucesor: el cardenal Scola. Antes de ese “informe”, de lo primero y lo último -reconózcase sin hipocresía- se ha hablado mucho, mucho (escrito menos), en Roma y en otros lugares (sobre lo de Scola escribimos con ocasión del viaje del Papa al Triveneto en la primavera última); de lo del complot para la muerte de un papa, la Santa Sede lo viene arrastrando desde 1978, teniendo en ello una parte de responsabilidad por avivar ella misma el sensacionalismo. Ha sido el Estado vaticano, hasta ahora, incapaz de eliminar dudas o sospechas sobre muertes producidas en el interior de los muros vaticanos a partir de aquel año (algunas en tiempos de Juan Pablo II), no sabiendo –seguimos sin saberlo- si la incapacidad es por no saber o no poder. Y así el sensacionalismo seguirá e irá, devastadoramente, a más, con resultado de descrédito e intranquilidad de fieles.

No obstante el atractivo sensacional de lo anterior; ahora interesan más las dos cartas, la de 27 de marzo dirigida al Papa y la de 8 de mayo de 2011 dirigida al cardenal Secretario de Estado. Cartas en las que el entonces Secretario General del Governatorato de la Ciudad del Vaticano, en la actualidad Nuncio Apostólico en Washington, denuncia corrupción, despilfarros y otros hechos muy graves y escandalosos en la gestión económica de aquel organismo vaticano, que es precisamente el órgano de Gobierno o “Poder Ejecutivo” del Estado vaticano, cuya plenitud de poder corresponde al Sumo Pontífice según la Ley Fundamental, señalando en sus acusaciones a personas concretas, unos prelados y otros laicos (a veces más hipócritas, peligrosos y pérfidos éstos que aquéllos). Muy interesante es otra carta del nuncio Viganó, también dirigida al Papa, de fecha 7 de julio de 2011, que pasó desapercibida –tiene poco de sensacional, pues no contiene referencias a la corrupción como las otras dos-, si bien, analizándola con detenimiento, permite “ver” asuntos de utilidad para lo eclesiástico y para lo político (internacional), siendo esa carta reacción de su autor al conocer su designación para la nunciatura norteamericana.

Es útil realizar varias consideraciones previas. Primera: Las cartas se divulgaron (25 de enero) en un programa de televisión dirigido por el periodista Gianluigi Nuzzi, que es el autor de un libro tremendo “Vaticano SPA”(2009), editado en España en 2010 por Planeta, siendo posterior la edición francesa (2011). La primera parte del libro está basada, según el autor, en miles de documentos secretos relacionados con el IOR (“banco vaticano”), que pertenecieron a monseñor Dardozzi, importante consejero de los cardenales Casaroli y Sodano; la parte segunda relaciona al IOR con supuestos dineros de la Mafia. Segunda: El mismo 25 de enero ocurrió un hecho importante: la promulgación de un Decreto vaticano (47 folios frente a 41 de la Ley española sobre lo mismo), acerca de “la modificación e integración de la Ley 30.12.2010 sobre prevención del blanqueo de capitales proveniente de actividades criminales y de financiación del terrorismo”. Una nota de prensa leída por el P. Lombardi calificó a eso de “per casuale coincidenza”. El Decreto lo firma el Arzobispo Guiseppe Bertello, ya Presidente del Governatorato de la Ciudad del Vaticano (hoy cardenal, de birreta polémica, incluso dentro del Sacro Colegio). Viganò y Bertello, dos prelados de la misma procedencia, de la carrera diplomática, y muy diferentes en lo demás, también en lo de las cordate en disputa, habiendo conseguido el último (Bertello) lo que no el primero (Viganò): la Presidencia del “poder ejecutivo” vaticano y la birreta cardenalicia (la mucha prudencia ha de tener ante lo que se le avecina, puede resultarle poca). Ciertamente que no quedaba sitio en el Consistorio para purpurados asiático-filipinos, africanos y alguno más de América del Sur, aunque si para Timothy Dolan, de biografía y andanzas a estudiar. Tercera: Por todo lo antecedente, era muy esperada la alocución de Benedicto XVI en el Consistorio matinal, que, si bien siguió la línea de los anteriores (“Iglesia unida a Pedro y Pedro como roca”), fue muy directo en contraponer, de manera reiterada, la lógica de la fe frente a la del mundo –uno de los temas, por cierto, concurrentes del actual Papa-. Lógica del Evangelio, lógica de Cristo, lógica de la fe y lógica del servir frente a la lógica errónea del poder, la gloria y del ser servido, no pasando inadvertido el final inusual:” Y pedid también por mí, para que pueda…regir con humilde firmeza el timón de la Santa Iglesia.
Foto cedida por el autor

                        En la carta de monseñor Viganò de 7 de julio de 2011, en la que suplica al Papa que se aplace su traslado a Estados Unidos, salen a escena varios protagonistas del “drama”. El mismo Papa, que no sólo es el destinatario de la misiva, sino actor principal. Un Papa que parece ocupado y preocupado por las “cosas” de gobierno; no un Papa diletante en músicas mozartianas, en enredos librescos o en “juegos teológicos” que algunos gustan ver. Un Papa que el 4 de abril de 2011 recibe a monseñor Viganò, apenas días después de conocer su explosiva carta (la de 27 de marzo) y al que en esa audiencia da grande conforto; luego sabe el Monseñor que el Papa ha ordenado que una especial comisión “super partes” aclare los hechos, comisión de la que nada se ha vuelto a saber. Parece que cambian las tornas y monseñor Viganò se entera el 2 de julio que el Papa cree, como otros en el Vaticano, que es “el culpable de haber creado un clima negativo en el Governatorato (él era su Secretario General), lo cual haría necesario un traslado, que tendría lugar días posteriores, con la firma papal de su nuevo nombramiento diplomático (fue cesado al segundo año del nombramiento, con tres de antelación al quinquenio previsto en la Ley vaticana). Otros actores del drama son el Cardenal Giovanni Lajolo, gran responsable por ser Presidente del Governatorato, hoy ya emérito, el cual, no obstante las denuncias, entre otros, de monseñor Viganó, tiene, según éste, una actitud pasiva (“mancanza di un intervento”), de ahí que busque amparo en el Secretario de Estado, Cardenal Bertone, que en la carta parece (es una mera apariencia) hacer de “correveidile”.

                        Y para protagonista, el propio autor de la carta, que resulta en un estado mental de agitación o zozobra, por causa del “profundo dolor y amargura” que le causa el nombramiento de Nuncio Apostólico en Estados Unidos y también por causa de la angustia  que le causa la enfermedad de su hermano mayor, gravemente enfermo de un ictus. La preocupación por su “buena fama” es tal que pide tutela de la misma al propio Papa y que postergue su decisión a que todo se aclare, a cuyo efecto propone “la actuación de un órgano verdaderamente independiente quale ad esempio la Signatura Apostólica, que es el Dicasterio de la Curia  que ejerce de Tribunal Supremo. El enredo, ciertamente, ya de por sí grande, podía ser mayor, dados los altísimos intervinientes propuestos para salvar la buena fama. El 6 de febrero, el L´Osservatore romano publicó la siguiente noticia:”el 18 de enero Mons. Viganò, al llegar a la Casa Blanca, fue gentilmente recibido por la jefa del Protocolo, que lo introdujo en la Oficina Oval, donde el Presidente de los Estados Unidos, el señor Barack Hussein Obama, lo recibió con mucha amabilidad”.

                        El cuatro de febrero se hace pública una “Declaración de la Presidencia del Governatorato (los dos firmantes principales son el emérito Cardenal Lajolo y el Arzobispo Guiseppe Bertello) que, en respuesta a las cartas, desautorizan a su autor, juzgándolas “fruto de evaluaciones erróneas o basadas en temores”, lo cual es una desautorización en toda regla a un diplomático, cuyo trabajo es básicamente evaluar y no tener miedos. Y llegados aquí, sólo queda tener paciencia (los tiempos eclesiásticos son de “longue durée” como escribiera el cardenal Paul Poupard, muy amoroso al Papa Benedicto en las vísperas de las Navidades), para saber qué lógica se aplicará a monseñor Viganò, si la de la fe o la del mundo. Confieso que preferiría que se aplicase la de la fe, teniendo claro que si en vez de la Iglesia, estuviésemos en otra organización, parecida en jerarquía y disciplina, como la Milicia, inevitablemente, se aplicaría la lógica del mundo, aunque el Papa, mi bendito Benedicto, diga y escriba con repetición que es la errónea.

            
            Fue leyendo hace una década a Carl Schmitt su Catolicismo y forma política cuando llegué al convencimiento que el “cargo” de Papa es el trabajo más difícil, endiabladamente difícil, que una persona puede realizar en este mundo, no habiendo otro de parecidas dificultades. Si en 1922, fecha de la escritura del libro, la complexio oppositorum atribuida a la Iglesia católica (“no parece que haya contraposición que ella no abarque” escribió el alemán), fue un acierto suyo -no soy schmittiano como no soy marxista aunque cite a Marx-, ahora, noventa años después, la complexio es muy superior, pues desde aquel 1922 se firmaron los Acuerdos de Letrán, el IOR funcionó simile banco, se celebró y “no acabó” el Concilio Vaticano II, el euro-centrismo va a menos a la carrera y hasta modificaciones burocráticas, como la edad de jubilación a los 75 años (si obligación de renuncia y no de la aceptación), plantean enormes complejidades. Todo, todo muy complejo y cada vez más. 
(Publicado en Religión digital, 26/02/2012)
                         


viernes, 24 de febrero de 2012

"FRANK BRAÑA, POLIFACÉTICO ACTOR ASTURIANO", ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS CAMPAL


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)


El recientemente desaparecido actor allandés FRANK BRAÑA (24/II/1934-13/II/2012) es probablemente el profesional del séptimo arte de nuestra región con más películas en su haber, dado que intervino en casi dos centenares de ellas, si bien en cometidos secundarios o de especialista, doblador de estrellas y extra, esos que raramente figuran en los títulos de crédito en lugar destacado. A pesar de todo, como recuerda Manuel Curiel en la biografía del actor (Frank Braña, morrer con dignidade no cine, publicada en Lugo en 2007), «hizo mucho dinero en el cine, ya que ganaba más que algún actor principal».
A su porte atlético y presencia física –practicó de forma amateur el boxeo– añadía Frank Braña el dominio de idiomas tan destacados para los sets de grabación que recalaron en Almería como el inglés o italiano, y una destreza especial para morir con verosimilitud en la pantalla, un final que solían tener la mayoría de los personajes que encarnó.
Trabajó en casi dos centenares de filmes, donde compartió, a su modo, cartelera con actores nacionales y extranjeros de diferentes épocas y de la talla de: Mel Ferrer, Gian M.ª Volontè, Peter Cushing, Arthur Kennedy, Jodie Foster, Lee van Cleef, Fernando Rey, Fabio Testi, Klaus Kinski, Clint Eastwood, Eli Wallach, Yves Montand, Henry Fonda, Charo López, Pier Paolo Pasolini, Charles Bronson, Terence Hill, William Holden, John Ireland, Jesús Puente, Louis de Funès, Bud Spencer, Claudia Cardinale, José Bódalo, Geraldine Chaplin, Helmut Berger, Jason Robards, Oliver Reed, Kevin McCarthy, Rafael Alonso, Jack Taylor, Ian Holm, Martin Sheen, Adolfo Celi, Giuliano Gemma, Laurence Olivier, Van Johnson, Fernando Sancho, Alfredo Mayo, Stewart Granger, Tomás Milian, Rory Calhoun, Aurora Bautista, John Saxon, Kabir Bedi, Rafaela Aparicio, Terence Stamp, Robert Ryan, Luis Ciges, Cameron Mitchell, Peter Graves, John Carradine, Donald Pleasence, Curd Jurgens, etcétera.
Hago acopio seguidamente de las 179 cintas en las que, según las más fiables noticias, participó, por si alguna vez nos topamos con la reposición de alguna de ellas en el aluvión de cadenas televisivas existentes y que últimamente son tan proclives a emitir viejos largometrajes de géneros menores como el spaghetti western o las películas fantásticas de serie B, donde tan a menudo se desenvolvió el asturiano Francisco Braña Pérez, alias Frank Braña:
1) Café de Chinitas (1960), de Gonzalo Delgrás.
2) Los corsarios del Caribe (1960), de Eugenio Martín.
3) El príncipe encadenado (1960), de Luis Lucia.
4) Rey de reyes (1961), de Nicholas Ray.
5) Han robado una estrella (1961), de Javier Setó.
6) Horizontes de luz (1961), de León Klimovsky.
7) Accidente 703 (1962), de José M.ª Forqué.
8) La conquista del Pacífico (1963), de José M.ª Elorrieta.
9) Rififí en la ciudad (1963), de Jesús Franco.
10) Juego de hombres (1963), de José Luis Gamboa.
11) El valle de los hombres de piedra (1963), de Alberto de Martino.
12) La frontera de Dios (1963), de César F. Ardavín.
13) Brandy (El sheriff de Losatumba) (1964), de José Luis Borau.
14) El hombre de la diligencia / Cerco de muerte (1964), de José M.ª Elorrieta.
15) La tumba del pistolero (1964), de Amando de Ossorio.
16) Por un puñado de dólares (1964), de Sergio Leone.
17) Los rurales de Texas (1964), de Primo Zeglio.
18) El señor de La Salle (1964), de Luis César Amadori.
19) Fuerte perdido (1964), de José M.ª Elorrieta.
20) Misión en el Estrecho (1964), de Pierre Gaspard-Huit.
21) El último mohicano (1964), de Harald Reinl.
22) Jandro (1964), de Julio Coll.
23) La carga de la Policía Montada (1965), de Ramón Torrado.
24) Los siete bravísimos (1965), de León Klimovsky.
25) Tierra de fuego (1965), de Jaime J. Balcázar.
26) Joaquín Murrieta (1965), de George Sherman.
27) El secreto del capitán O’Hara (1965), de Arturo Ruiz-Castillo.
28) La muerte tenía un precio (1965), de Sergio Leone.
29) El halcón de Castilla (1965), de José M.ª Elorrieta.
30) Dos contra Al Capone (1966), de Giorgio Simonelli.
31) Adiós, gringo (1966), de Giorgio Stegani.
32) Una tumba para el sheriff (1966), de Mario Caiano.
33) El proscrito del río Colorado (1966), de Maury Dexter.
34) El bueno, el feo y el malo (1966), de Sergio Leone.
35) El precio de un hombre (1966), de Eugenio Martín.
36) Ringo de Nebraska / El rancho maldito (1966), de Mario Bava / Antonio Román.
37) Jugando a morir (1966), de José Hernández Gan.
38) Mestizo (1966), de Julio Buchs.
39) Sugar Colt (1966), de Franco Giraldi.
40) El salvaje Kurdistán (1966), de Franz J. Gottlieb.
41) El halcón y la presa (1967), de Sergio Sollima.
42) Silencio [cortometraje] (1967), de Rafael Moreno Alba.
43) El hombre que mató a Billy el Niño (1967), de Julio Buchs.
44) Cazador de recompensas (1967), de Tonino Valerii.
45) Oro maldito (1967), de Giulio Questi.
46) Requiescant (1967), de Carlo Lizzani.
47) Comando de asesinos / Fin de semana con la muerte (1967), de Julio Coll.
48) Una bruja sin escoba (1967), de José M.ª Elorrieta.
49) Tú perdonas... ¡yo no! (1967), de Giuseppe Colizzi.
50) La muchacha del Nilo / La maldición de la esfinge (1967), de José M.ª Elorrieta.
51) 15 horcas para un asesino (1968), de Nunzio Malasomma.
52) La hora del coraje (1968), de Umberto Lenzi.
53) Cara a cara (1968), de Sergio Sollima.
54) Dos hombres van a morir (1968), de Rafael Romero Marchent.
55) Un hombre vino a matar (1968), de León Klimovski.
56) El sabor del odio (1968), de Umberto Lenzi.
57) Lo quiero muerto (1968), de Paolo Bianchini.
58) Tres superhombres en Tokio (1968), de Bitto Albertini.
59) Los cuatro truhanes (1968) , de Giuseppe Colizzi.
60) Hasta que llegó su hora (1968), de Sergio Leone.
61) El vengador del Sur (1968), de Mario Siciliano.
62) Por techo, las estrellas (1968), de Giulio Petroni.
63) Persecución hasta Valencia (1968), de Julio Coll.
64) Un minuto para rezar, un segundo para morir (1968), de Franco Giraldi.
65) Comandos / Comando suicida (1969), de Camillo Bazzoni.
66) Garringo (1969), de Rafael Romero Marchent.
67) La residencia (1969), de Narciso Ibáñez Serrador.
68) Sin aliento (1969), de Alfredo Medori / Fernando F. Cerchio.
69) Santo frente a la muerte (1969), de Fernando Orozco.
70) Johnny Ratón (1969), de Vicente Escrivá.
71) Los diablos de la guerra (1969), de Bitto Albertini.
72) Golpe de mano (¡Explosión!) (1969), de José Antonio de la Loma.
73) La muerte de un presidente (1970), de Tonino Valerii.
74) ¡Llega Sartana! (1970), de Giuliano Carnimeo.
75) El bosque del lobo (1970), de Pedro Olea.
76) Misión secreta en el Caribe (1970), de Enrique L. Eguiluz.
77) Las nuevas aventuras de Robín de los Bosques (1970), de Roberto Bianchi.
78) Manos torpes (1970), de Rafael Romero Marchent.
79) Un par de asesinos (1970), de Rafael Romero Marchent.
80) Santo contra los asesinos de la mafia (1970), de Manuel Bengoa / Enrique López.
81) Y dejaron de llamarle Camposanto (1971), de Giuliano Carnimeo.
82) El más fabuloso golpe del Far-West (1971), de José A. de la Loma.
83) El Zorro justiciero (1971), de Rafael Romero Marchent.
84) Nicolás y Alejandra (1971), de Franklin J. Schaffner.
85) Los buitres cavarán tu fosa (1971), de Juan Bosch.
86) Los tres supermen en la selva (1971), de Bitto Albertini.
87) Una chica casi decente (1971), de Germán Lorente.
88) Vamos a matar a Sartana (1971), de Mario Pinzauti.
89) Necrophagus / Tráfico de cadáveres (1971), de Miguel Madrid.
90) Los héroes del patíbulo (1971), de Grigoris Grigoriu.
91) La muerte llega arrastrándose (1972), de Mario Bianchi.
92) El ataque de los muertos sin ojos (1972), de Amando de Ossorio.
93) Razzia / La redada (1972), de José A. de la Loma.
94) Joven de buena familia sospechosa de asesinato (1972), de Alfonso Brescia.
95) Delirios de grandeza (1972), de Gérard Oury.
96) Los leopardos de Churchill (1972), de Maurizio Pradeaux.
97) Un dólar de recompensa (1972), de Rafael Romero Marchent.
98) Una bala marcada (1972), de Juan Bosch.
99) La guerrilla (1972), de Rafael Gil.
100) Campeones del ring (1972), de J. A. Venegas.
101) Timanfaya / Amor prohibido (1972), de José A. de la Loma.
102) Triángulo / Crimen de amor (1972), de Rafael Moreno Alba.
103) Tres superhombres en el Oeste (1973), de Italo Martinenghi.
104) El último viaje (1973), de José A. de la Loma.
105) Mano rápida (1973), de Mario Bianchi.
106) Vacaciones sangrientas (1973), de Juan Jaime Bernos.
107) Las amazonas, mujeres de amor y guerra (1973), de Alfonso Brescia.
108) La tumba de la isla maldita (1973), de Ray Danton / Julio Salvador.
109) Demasiados muertos para Tex (1973), de George Martin / Mario Rinzauti.
110) Santo contra el Doctor Muerte (1973), de Rafael Romero Marchent.
111) Los fríos senderos del crimen (1973), de Carlos Aured.
112) La banda de Jaider (1974), de Volker Vogeler.
113) Dallas (1974), de Juan Bosch.
114) La máscara de cuero / Justicia enmascarada (1974), de Mario Bianchi.
115) El clan de los inmorales (1974), de José Gutiérrez Maesso.
116) Fantasma en el Oeste (1974), de Antonio Margheriti.
117) Las violentas (1974), de Fernando Miranda.
118) El secreto de la momia egipcia (1974), de Alejandro Martí.
119) El último proceso en París (1974), de José Canalejas.
120) Si quieres vivir... dispara (1974), de José M.ª Elorrieta.
121) Los cazadores (1974), de Peter Collinson.
122) Tarzán y el tesoro Kawana (1974), de José Truchado.
123) Metralleta “Stein” (1974), de José A. de la Loma.
124) La última jugada (1974), de Aldo Sambrell.
125) Los hijos de Scaramouche (1975), de George Martin.
126) Muerte de un quinqui (1975), de León Klimovski.
127) Kilma, reina de las amazonas (1975), de Miguel Iglesias.
128) La llamada del sexo (1976), de Tulio Demicheli.
129) La promesa (1976), de Ángel del Pozo.
130) Perros callejeros (1976), de José A. de la Loma.
131) El misterio de la perla negra (1976), de Fernando Orozco.
132) Las alimañas (1976), de Amando de Ossorio.
133) El alijo (1976), de Ángel del Pozo.
134) Infierno en la selva (1977), de Roberto Bianchi.
135) Viaje al centro de la Tierra (1977), de Juan Piquer.
136) Tren especial para Hitler (1977), de Alain Payet.
137) La guerra de los misiles (1977), de Leslie H. Martinson.
138) Escalofrío (1978), de Carlos Puerto.
139) Supersonic Man (1979), de Juan Piquer.
140) Los cántabros (1980), de Jacinto Molina.
141) Buitres sobre la ciudad (1980), de Gianni Siragusa.
142) El Lobo Negro (1980), de Rafael Romero Marchent.
143) Duelo a muerte / La venganza del Lobo Negro (1980), de Rafael Romero Marchent.
144) Misterio en la isla de los monstruos (1981), de Juan Piquer.
145) Muñecas del King Kong (1981), de Alfredo B. Crevenna.
146) Mil gritos tiene la noche (1981), de Juan Piquer.
147) Gorilas a todo ritmo (1981), de Sebastián Almeida.
148) Martes y trece, ni te cases ni te embarques (1982), de Javier Aguirre.
149) Los diablos del mar (1982), de Juan Piquer.
150) Hundra (1983), de Matt Cimber.
151) Los nuevos extraterrestres (1983), de Juan Piquer.
152) Historia de O, II parte (1983), de Éric Rochat.
153) Guerra sucia (1984), de Juan Piquer.
154) Flecha Negra (1984), de John Hough.
155) Goma-2  / La máquina de matar (1984), de José A. de la Loma.
156) Yellow Hair and the Pecos Kid (1984), de Matt Cimber.
157) Tex y el Señor de los Abismos (1985), de Duccio Tessari.
158) Yo, “El Vaquilla” (1985), de José A. de la Loma, padre e hijo.
159) Aquel par de botas [cortometraje] (1985), de Javier Reyes.
160) Slugs, muerte viscosa (1987), de Juan Piquer.
161) Luna de lobos (1987), de Julio Sánchez Valdés.
162) Relación fatal (1987), de Mary Lambert.
163) La herencia del mal (1987), de Dan Barry.
164) Oro fino (1988), de José A. de la Loma.
165) La grieta (1989), de Juan Piquer.
166) Superagentes en Mallorca (1990), de José Luis Merino.
167) Don Juan, mi querido fantasma (1990), de Antonio Mercero.
168) La mansión de Cthulhu (1991), de Juan Piquer.
169) Dyningar (1991), de S. Assadi.
170) Carta de España (1993), de Yoshitaka Asama.
171) Manoa, la ciudad de oro (1996), de Juan Piquer.
172) El escarabajo de oro (1997), de Vicente Martín.
173) El hijo de Sandokán [miniserie televisiva] (1998), de Sergio Sollima.
174) El invierno de las anjanas / De amor y de sueños (1999), de Pedro Telechea.
175) Maestros (2000), de Óscar del Caz.
176) Tiovivo c. 1950 (2004), de José Luis Garci.
177) El viejo y el mar [cortometraje] (2005), de Enrique Rodríguez.
178) Carla [cortometraje] (2008), de K. Prada.
179) Los perversos rostros de Víctor Israel [documental] (2010), de Diego López y David Pizarro.

Lo que Frank Braña no logró ver cumplido fue, como señala Curiel, su deseo de colocarse detrás del objetivo para rodar «una historia escabrosa y dura, con montañas y nieves de su Asturias y Galicia, fuerte de personajes y como trasfondo la posguerra».

martes, 21 de febrero de 2012

"A BAYONETA CALADA", artículo de JOSÉ MARCELINO GARCÍA

O sea, que aquí podemos volver a los tranvías de mula. Los ladrones de tres manos, o de tres brazos, que decían los clásicos, han ido dejando pequeño el saqueo de Roma por las tropas imperiales de Carlos V el teutón.
Todo esto, que empeora a pasos agigantados, está provocando falta de respeto a los políticos. Ya silban a la Casa del Rey y embisten al arco parlamentario cuando lo ven ir y venir en coche de cuatro circunferencias. Los banqueros ya no son aclamados como los delanteros centros, son odiados por sus blindajes y seguros de 100 millones. Y es que la banca, igual que en los casinos, ha vuelto a ganar a pesar de haber llevado a la ruina, primero a la gente y después al Estado. Estos financieros han transgredido casi todas las reglas, y aunque los gobernantes fingen criticarlos, en realidad se abrazan unos a otros, como los borrachos, para no caerse. Porque, señoras y señores, españoles todos, esto amenaza derribo, y como diría el gran Jaime Salinas: «Es una hora esta que va hundirse en el gran diluvio».
En estos instantes de bancarrota, viviendo en medio de una modernidad desalmada que ha tecnificado hasta el follar, hay que tener la mente muy despierta para que no te engañen los que mandan. Porque los políticos van a usar hipérboles demoníacas, a llenar el aire de mentiras, y como ahora los proletas no tiran gobiernos porque viven a sus faldas (Toxo y Méndez reciben subvenciones millonarias), pues que la Santa Alianza (que ya no son el Papa, el Zar y Mettternich, sino el Banco de España, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo, banqueros que descienden casi todos de filibusteros y negreros), crujirán a golpes a este pueblo de moros y cristianos hasta hacer blasfemar a los mudos. Ahora (y 'endahora') ser clase media, es decir, gobernado, pueblo chillador, chusma infame, será más que nunca ser vigilado, medido, pesado y robado a bayoneta calada por los impuestos. Los ricos impúdicos seguirán hablando de escopetas, de cuadros adquiridos en subastas, de su colesterol, sus viajes y sus vinos. El presidente tiene ya esa tristeza rara de pecador y cara de estantigua gallega en procesión. ¡Átense los cinturones! El séptimo sello se abre, y empieza a asomar el baile de los esqueletos.
(Publicado en el diario EL COMERCIO, 25-01-2012)