(Como
la existencia tritura las esencias)
Foto cedida por el autor |
Foto decida por el autor |
No obstante el
atractivo sensacional de lo anterior; ahora interesan más las dos cartas, la de
27 de marzo dirigida al Papa y la de 8 de mayo de 2011 dirigida al cardenal
Secretario de Estado. Cartas en las que el entonces Secretario General del Governatorato de la Ciudad del Vaticano, en la
actualidad Nuncio Apostólico en Washington, denuncia corrupción, despilfarros y
otros hechos muy graves y escandalosos en la gestión económica de aquel organismo
vaticano, que es precisamente el órgano de Gobierno o “Poder Ejecutivo” del
Estado vaticano, cuya plenitud de poder corresponde al Sumo Pontífice según la Ley Fundamental , señalando en
sus acusaciones a personas concretas, unos prelados y otros laicos (a veces más
hipócritas, peligrosos y pérfidos éstos que aquéllos). Muy interesante es otra
carta del nuncio Viganó, también dirigida al Papa, de fecha 7 de julio de 2011,
que pasó desapercibida –tiene poco de sensacional, pues no contiene referencias
a la corrupción como las otras dos-, si bien, analizándola con detenimiento,
permite “ver” asuntos de utilidad para lo eclesiástico y para lo político
(internacional), siendo esa carta reacción de su autor al conocer su
designación para la nunciatura norteamericana.
Es útil
realizar varias consideraciones previas. Primera:
Las cartas se divulgaron (25 de enero) en un programa de televisión dirigido
por el periodista Gianluigi Nuzzi,
que es el autor de un libro tremendo “Vaticano
SPA”(2009), editado en España en 2010 por Planeta, siendo posterior la edición
francesa (2011). La primera parte del libro está basada, según el autor, en miles
de documentos secretos relacionados con el IOR (“banco vaticano”), que
pertenecieron a monseñor Dardozzi, importante consejero de los cardenales
Casaroli y Sodano; la parte segunda relaciona al IOR con supuestos dineros de la Mafia. Segunda :
El mismo 25 de enero ocurrió un hecho importante: la promulgación de un Decreto
vaticano (47 folios frente a 41 de la
Ley española sobre lo mismo), acerca de “la modificación e
integración de la Ley
30.12.2010 sobre prevención del blanqueo de capitales proveniente de
actividades criminales y de financiación del terrorismo”. Una nota de prensa
leída por el P. Lombardi calificó a eso de “per
casuale coincidenza”. El Decreto lo firma el Arzobispo Guiseppe Bertello, ya Presidente del Governatorato de la
Ciudad del Vaticano (hoy cardenal, de birreta polémica,
incluso dentro del Sacro Colegio). Viganò y Bertello, dos prelados de la misma
procedencia, de la carrera diplomática, y muy diferentes en lo demás, también en
lo de las cordate en disputa, habiendo conseguido el último
(Bertello) lo que no el primero (Viganò): la Presidencia del “poder
ejecutivo” vaticano y la birreta
cardenalicia (la mucha prudencia ha de tener ante lo que se le avecina, puede
resultarle poca). Ciertamente que no quedaba sitio en el Consistorio para
purpurados asiático-filipinos, africanos y alguno más de América del Sur,
aunque si para Timothy Dolan, de
biografía y andanzas a estudiar. Tercera:
Por todo lo antecedente, era muy esperada la alocución de Benedicto XVI en
el Consistorio matinal, que, si bien siguió la línea de los anteriores (“Iglesia
unida a Pedro y Pedro como roca”), fue muy directo en contraponer, de manera
reiterada, la lógica de la fe frente a la del mundo –uno de los temas, por
cierto, concurrentes del actual Papa-. Lógica del Evangelio, lógica de Cristo,
lógica de la fe y lógica del servir frente a la lógica errónea del poder,
la gloria y del ser servido, no pasando inadvertido el final inusual:” Y pedid
también por mí, para que pueda…regir con humilde firmeza el timón de la Santa Iglesia.
En la carta de monseñor Viganò de 7
de julio de 2011, en la que suplica al Papa que se aplace su traslado a Estados
Unidos, salen a escena varios protagonistas
del “drama”. El mismo Papa, que no sólo es el destinatario de la misiva,
sino actor principal. Un Papa que parece ocupado y preocupado por las “cosas”
de gobierno; no un Papa diletante en músicas mozartianas, en enredos librescos o
en “juegos teológicos” que algunos gustan ver. Un Papa que el 4 de abril de
2011 recibe a monseñor Viganò, apenas días después de conocer su explosiva
carta (la de 27 de marzo) y al que en esa audiencia da grande conforto; luego sabe el Monseñor que el Papa ha ordenado que
una especial comisión “super partes”
aclare los hechos, comisión de la que nada se ha vuelto a saber. Parece que
cambian las tornas y monseñor Viganò se entera el 2 de julio que el Papa cree,
como otros en el Vaticano, que es “el culpable de haber creado un clima
negativo en el Governatorato (él era
su Secretario General), lo cual haría necesario un traslado, que tendría lugar
días posteriores, con la firma papal de su nuevo nombramiento diplomático (fue
cesado al segundo año del nombramiento, con tres de antelación al quinquenio
previsto en la Ley
vaticana). Otros actores del drama son el Cardenal Giovanni Lajolo, gran responsable
por ser Presidente del Governatorato,
hoy ya emérito, el cual, no obstante las denuncias, entre otros, de monseñor
Viganó, tiene, según éste, una actitud pasiva (“mancanza di un intervento”), de ahí que busque amparo en el
Secretario de Estado, Cardenal Bertone, que en la carta parece (es una mera
apariencia) hacer de “correveidile”.
Y
para protagonista, el propio autor de la carta, que resulta en un estado mental
de agitación o zozobra, por causa del “profundo dolor y amargura” que le causa
el nombramiento de Nuncio Apostólico en Estados Unidos y también por causa de
la angustia que le causa la enfermedad
de su hermano mayor, gravemente enfermo de un ictus. La preocupación por su “buena
fama” es tal que pide tutela de la misma al propio Papa y que postergue su
decisión a que todo se aclare, a cuyo efecto propone “la actuación de un órgano
verdaderamente independiente quale ad
esempio la Signatura Apostólica ,
que es el Dicasterio de la Curia
que ejerce de Tribunal Supremo. El
enredo, ciertamente, ya de por sí grande, podía ser mayor, dados los altísimos
intervinientes propuestos para salvar la buena fama. El 6 de febrero, el L´Osservatore
romano publicó la siguiente noticia:”el
18 de enero Mons. Viganò, al llegar a la Casa
Blanca , fue gentilmente recibido por la jefa del Protocolo,
que lo introdujo en la Oficina Oval ,
donde el Presidente de los Estados Unidos, el señor Barack Hussein Obama, lo
recibió con mucha amabilidad”.
El
cuatro de febrero se hace pública una “Declaración de la Presidencia del Governatorato (los dos firmantes
principales son el emérito Cardenal Lajolo y el Arzobispo Guiseppe Bertello) que, en respuesta a las cartas, desautorizan a
su autor, juzgándolas “fruto de
evaluaciones erróneas o basadas en temores”, lo cual es una desautorización
en toda regla a un diplomático, cuyo trabajo es básicamente evaluar y no tener
miedos. Y llegados aquí, sólo queda tener paciencia (los tiempos eclesiásticos
son de “longue durée” como escribiera el cardenal Paul Poupard, muy amoroso al Papa Benedicto en las vísperas de las
Navidades), para saber qué lógica se aplicará a monseñor Viganò, si la de la fe
o la del mundo. Confieso que preferiría que se aplicase la de la fe, teniendo
claro que si en vez de la
Iglesia , estuviésemos en otra organización, parecida en
jerarquía y disciplina, como la
Milicia , inevitablemente, se aplicaría la lógica del mundo,
aunque el Papa, mi bendito Benedicto, diga y escriba con repetición que es la
errónea.
Fue
leyendo hace una década a Carl Schmitt su Catolicismo
y forma política cuando llegué al convencimiento que el “cargo” de Papa es
el trabajo más difícil, endiabladamente difícil, que una persona puede realizar
en este mundo, no habiendo otro de parecidas dificultades. Si en 1922, fecha de
la escritura del libro, la complexio
oppositorum atribuida a la
Iglesia católica (“no parece que haya contraposición que ella
no abarque” escribió el alemán), fue un acierto suyo -no soy schmittiano como
no soy marxista aunque cite a Marx-, ahora, noventa años después, la complexio es muy superior, pues desde
aquel 1922 se firmaron los Acuerdos de Letrán, el IOR funcionó simile banco, se celebró y “no acabó” el
Concilio Vaticano II, el euro-centrismo va a menos a la carrera y hasta
modificaciones burocráticas, como la edad de jubilación a los 75 años (si obligación
de renuncia y no de la aceptación), plantean enormes complejidades. Todo, todo muy
complejo y cada vez más.
(Publicado en Religión digital, 26/02/2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario