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LA ILUSTRACIÓN NO PRETENDE MÁS QUE UNA SONRISA |
Supongo que algunas personas que leen este espacio se extrañen al ver que con cierta frecuencia publico textos en bable. Adelanto que no sé bable, más allá de esas cuatro palabras que manejamos los asturianos en la vida diaria. Tampoco tengo intención de profundizar en su conocimiento, pero sí respeto a quienes lo hacen. Y ese respeto me viene de hace muchos años, cuando mi padre –con mayor o menor acierto, con más o menos conocimiento- publicaba algunas cosas en eso, en bable. Ando por los comienzos de la década de los setenta. Entonces era yo estudiante y hablar en bable era una ordinariez. Mis abuelos procedían del campo y utilizaban muchas palabras entonces vetadas para quien aspirase a ser alguien importante en la vida. Si es que se sabe lo que eso significa exactamente. Por eso mis padres y mis profesores no dudaban en corregir cualquier palabra que no fuese estrictamente castellana. Sin embargo, mi padre, amante de lo autóctono, de lo genuinamente asturiano, fuese habla, artilugio o costumbre, se permitía publicar aquellas “Cartas a Pepín el concejal” en el diario local. Cada semana un labriego –llamado entonces aldeano peyorativamente- escribía a Pepín, ese “aldeano” metido a político y para más señas concejal, que se comportaba igual que lo hacen algunos ahora. Aún conservo aquellos textos que hoy, 40 años después, analizo con cariño –con el cariño de una hija-. Reconozco que el bable que utilizaba mi padre no era el que ahora está en vigor, sino el que hablaba entonces la gente corriente, de manera especial quienes se habían desplazado del campo a la ciudad. Como libro de cabecera –como diccionario- el de Apolinar y Rato que aún conservo en una edición de 1891 y algunas obritas menores de otros autores. El resto lo sacaba mi progenitor de la vida diaria, de la que transcurría a pié de calle, en el mercado, en el campo, en la aldea. Por aquellas fechas, algún periodista publicó en el diario opuesto que eso era “aldeanismo”. Me consta que a Moro, mi padre, le dolió el desprecio, que eso era lo que quería hacerle. Recuerdo perfectamente el nombre del periodista, ya fallecido, que no nombraré: yo sí le guardaré respeto. Y decir a Dios que ahora tendrá el probín que convivir con él en las alturas..., porque allí están los dos: mi padre porque era bueno y el inquisidor porque rezaba mucho-. Lo que son las cosas. Pese a todo, Moro, siguió adelante, casi de la misma manera que hago yo cuando se me cruza un imbécil (¿eso no debería de decirlo?, pues lo digo y me quedo tan tranquila), que me sucede con alguna frecuencia. Pues por ese respeto que siempre tuve a lo que escribía mi padre –insisto que probablemente hoy no pasaría el tamiz de
la Academia- y porque asistí a un primer curso de bable que se impartió en el hoy CAI, junto con Luis Argüelles que fue quien me convenció, que creo –no estoy muy segura- impartió Xuan Xoxé y que por los resultados no debió de interesarme entonces demasiado. Con posterioridad fui testigo de muchas batallas dialécticas: bable sí, bable no. Yo ahora, cuarenta años después –casi nada- leo con verdadero interés publicaciones en bable y lamento no poder escribir en la lengua de mis antepasados. Pero como otros lo hacen, pues por eso lo publico.
Pues te diré que Lusin hijo habla en bable y lo estudia .... a mie me escribe cosas en balable y cada dia me gusta mas y me resulta mas divertido y cuando me conto en bable la operacion de cadril de una vieya ....
ResponderEliminarMui bones, qué interesante! bien guapo yera que publicaras los testos del to padre. un slaudu!
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