El
cardenal protodiácono, gran diplomático y de Burdeos, con mucha dificultad por
el desgraciado Parkinsón, anunció el magnum
Gaudium, que muy pocos entendieron, y nada entendieron al saber que el
nuevo Papa se llamaría Franciscum. Total
que, como los reunidos in Piazza son
gente buena, del desconcierto pasaron al silencio, y la plaza se hizo silencio.
Minutos después apareció el nuevo Papa, Bergoglio, con sotana blanca, con un
sencillo pectoral, sin oros ni piedras preciosas -que tanto gustaban a mi
bendito Benedicto- y sin muceta colorida de finos hilos.
Y
las rarezas continuaron: cuando dijo sapete
(un sapete que sonó italo-argentino) que deber de Cónclave es designar al
Obispo de Roma; cuando recordó al Obispo emérito (Benedicto XVI) por el que
rezó un Padre Nuestro y una Ave María; cuando pidió comunión entre la comunidad
diocesana de Roma y su Obispo; y cuando antes de dar su primera bendición pidió
al pueblo que rezara por el Obispo -él, se inclinó delante del pueblo y ambos
rezaron-.Y la rareza viene por el hecho de repetir, repetir lo de Obispo y no
pronunciar la palabra Papa. Nunca desde el balcón de la Basílica , en día tan
destacado, un Papa recordó tanto su condición nuclear de Obispo. Esto es algo
esencial desde el punto de vista pastoral y eclesiológico, que, sin duda, va a marcar
su Pontificado, pudiendo estar en ello las claves de su Pontificado y siendo
esa la respuesta del Colegio Cardenalicio a los escándalos que motivaron la
renuncia de Benedicto. Es que el susto con la renuncia debió ser morrocotudo.
Surgen las
preguntas: ¿Cómo es posible que quién recibió muchos votos en el anterior
Cónclave, en el presente haya pasado tan desapercibido? ¿Cómo es posible que
los cardenales electores lo tuvieran tan claro y saliera destacado en los
primeros escrutinios? ¿Tanto y tan bien discernieron y rezaron los cardenales o
el Espíritu Santo, en esta ocasión, fue muy contundente? Desde luego a los
cardenales del presente Cónclave no hay que hacerles reproches por indiscretos.
Hay una cosa que si me gustaría saber: ¿Cuántas veces el ahora Papa se reunió
secretamente en los pasados con Bergolio, ya Francisco (no y nunca Francisco I)? ¿Será Papa
Francisco el políglota, el decidido, el enérgico, que tantos cardenales
pedían?¿Su nacionalidad argentina, asunto importante, podrá tener riesgos?
Y resulta que
un jesuita es el Papa Francisco; él, el Papa blanco, y otro jesuita es el Papa
negro: P. Nicolás, hispanos-parlantes. Y un Jesuita, que en la línea actual de
muchos jesuitas, es como franciscano mendicante de San Francisco cerca de klas
fronteras. O sea, S.J. por una parte y de las Órdenes terceras por otra; todos
con los pobres, dialogantes expertos con el Islam, ecologistas, de piedad
simple y de simplicidad que no simpleza.
En
la homilía de la Misa Pro eligendo Pontífice, anteayer, 12 de
Marzo, el Decano Sodano advirtió con palabras de Jesús: “Dar la vida por los
propios amigos y ofrecerla es fundamental en el Buen Pastor”. Esas palabras tan
fúnebres, aunque evangélicas, vistos los antecedentes y precedentes, me
asustaron. Pienso en todo ello, ahora que miro al nuevo e inesperado Papa,
deseándole larga vida y, como los franciscanos, PAZ Y BIEN.
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