Franciscus, Obispo
de Roma, a la comunidad diocesana romana, en el Habemus Papam, -- más que un “Habemus
Papam, fue un Habemus Episcopum -- lo dijo: “ Un camino de fraternidad (fratellanza) entre nosotros, obispo y
pueblo de la Iglesia
de Roma”. Tiempos estos nuevos, de fratellanza,
que a algunos recuerdan los de Juan Pablo I, el de la sonrisa, pero con una
diferencia: Papa Luciani, indefenso,
se llamaba Albino y lo era; por el contrario, Papa Franciscus, Papa blanco,
tendrá la protección de los jesuitas, a miles, y el Padre Nicolás, Papa
negro y Prepósito General de los S.J., desde la terraza de su residencia
romana, enfrente del Palacio Apostólico, lo “verá” todo, todo, por si acaso.
Fachada de la Casa de jesuitas en Roma, cerca del Vaticano |
A finales de
los años noventa, en la RAI ,
(dispongo de la grabación) se entrevistó al entonces Prepósito de los jesuitas,
el P. Kolvenbach, realizada en la terraza de su “Casa” en Roma. A la pregunta de
la periodista sobre el estado de salud de Juan Pablo II, el P. Kolvenbach dio
media vuelta, miró a la tercera planta de Palacio Apostólico (apartamentos
pontificios) y dijo: “No debe estar mal Juan Pablo II, pues no veo aún, aún, a
los “polacos” tirarse por las ventanas”.
En
la Misa Pro
Ecclesia, de conclusión del sagrado Cónclave, Franciscus Papa, muy bien y
con mucha intención, colocó su Cátedra en un lateral, no en el centro del altar
de la Sixtina
–el centro sólo para la Cruz —.
Franciscus predicó la homilía con valentía de torero, sin leer, en un italiano
“macarrónico”, normal en un argentino. No se le entendió al decir mal cuatro
veces “petre” (si parla de petre, le petre hanno, ma petre vive, petre unte); y
eso, en la lengua del Dante, no es PIEDRA. A la derecha de Franciscus, el
cardenal Ré, hiperactivo en intrigas, manifestaba entusiasmo frotando lasmanos,
y a la izquierda, el cardenal Bertone, de largo cuello, que, como todo lo de él,
no se sabe dónde empieza y dónde termina. En la primera fila cardenalicia, estuvo
monseñor Tauran, el muy admirado y respetado, con la mitra entre las manos por desgraciadas
razones de mala salud (movimientos de cabeza).
Con Guido Marini |
Don
Guido Marini, Maestro de Ceremonias Pontificias, el único buen fichaje de
Bertone, como siempre esplendido, acaso un tanto despeinado y desconcertado con
las maneras simples del nuevo Papa, que, a diferencia del emérito Benedicto, no
es un esteta o un dandy, y eso, los gustos no estéticos, limitan mucho la
excelencia de la Liturgia. Por
eso mismo, debe estar también desorientado monseñor Georg Gánswein, hoy
Arzobispo Prefecto, Secretario de Benedicto y Excelencia Reverendísima, y ayer,
el 18 de marzo de 2005, a
la cabeza (pelotón) de la procesión de entrada al Cónclave, entre monaguillos y
turiferarios; un Cónclave en que salió elegido mi bendito Benedicto, también de
mucha fratellanza,
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