domingo, 30 de septiembre de 2012

MINIANTOLOGÍA POÉTICA DE ALFONSO CAMÍN (II), por JOSÉ LUIS CAMPAL


(Compilación exclusiva para el blog Las mil caras de mi ciudad)



El segundo volumen de versos del poeta de La Peñuca ALFONSO CAMÍN MEANA (1890-1982) que vio la luz fue Crepúsculos de oro, salido de la Imprenta Militar de La Habana en 1914 e integrado dentro de una colección denominada Biblioteca Cervantes. Reunía en sus 254 páginas un total de 232 poemas y venía guarnecido por unas páginas preliminares, igualmente en verso, debidas al escritor peruano José Santos Chocano (1875-1934), un hombre a caballo entre el Romanticismo y el Modernismo, y por un proemio obra del vate lavianés Emilio Martínez (1878-1959), que siempre profesó por Camín especial afecto personal y literario.
Santos Chocano le envió al gijonés unas estrofas que remataba de esta manera: «Joven Poeta: nada te importen / ni los laureles, ni las espinas... / Adopta un lema, / que es el que tiene mi poesía: / –¡Vive tu canto; / canta tu vida; di lo que pienses / y haz lo que digas!». Bien vemos que este consejo lo siguió en altas dosis.
'Crepúsculos de oro' (Biblioteca de Asturias 'Ramón Pérez de Ayala', Oviedo) 
Recurriendo también a la horma rimada,  Emilio Martínez se dirigió a Camín en los términos siguientes: «La bella poesía de este libro es torrente / que fustiga y azota con ímpetu salvaje / a todos los que llevan un estigma en la frente / y rinden a tiranos y a necios vasallaje. // Es libro de Quijote, rebelde a todo yugo, / que tiene el indomable carácter de la Raza, / tiene un verso de sangre para cada verdugo, / para cada tirano, una altiva amenaza».


De Crepúsculos de oro hemos seleccionado para nuestra miniantología un tempranero   cántico de exaltación paisajística del terruño natal, de clara voluntad historicista (hay, en la primera mitad de la composición, todo un repaso legendario a las luchas del pasado que se libraron en el seno de la ciudad), rotulado emblemáticamente con el consabido topónimo cantábrico, “Gijón” (pp. 78-81):



Gijón, ciudad que viste de fiesta el Sol de España;
Gijón, hermosa ninfa que sus cabellos baña
con zumo de claveles, relámpagos de Sol;
espumas, iris, luces y flecos de la aurora...
¡Venus que se alza altiva sobre la mar sonora,
cual si volviera un reto su espíritu español!

Los que admiráis la franca nobleza todavía,
cruzad como viajeros aquella tierra mía,
y así a mi augusta y noble sultana admiraréis;
y en sus pupilas negras veréis brillar la gloria;
y os tomará del brazo, y os abrirá la Historia,
y allí con sangre escritos sus triunfos hallaréis.

Aquí –os dirá mi reina, cogiéndoos de las manos–
vivió el genial sapiente, Gaspar de Jovellanos,
por cuyo engendro el mundo ciñome de laurel;
aquí murió un rey moro, de amor, por su sultana;
aquí vivió el fidalgo Marqués de Santillana,
y en este gran castillo vivió Don Pedro el Cruel.

Aquella vieja torre la levantó un tirano,
sediento de conquistas, del suelo castellano
llegose a mí altanero, con aire vengador...
por eso he devastado sus torres altaneras;
¡hoy hay entre esas ruinas lechuzas agoreras,
y allá, entre los escombros, los huesos de un traidor!

Y aquel castillo en ruinas que aún luce como el oro
fue harén, en otros tiempos, de un gran cacique moro,
que quiso cautivarme, señor, ¡no sé por qué!
Y en uno de sus viajes, desde el azul Oriente,
me trajo dos luceros para adornar mi frente
y yo los dos luceros al rostro le lancé.

Quisiéronme la frente ceñir con blancas flores,
y al verme entre cadenas y esclava de señores,
rasgueme los vestidos cubiertos de esplendor;
mordí mis labios rojos, del mar odié el arrullo;
¡igual que un oleaje se sublevó mi orgullo,
y todas mis cadenas deshice con furor!

Quiteme la corona, ceñime la coraza;
juré vengarme, altiva, por Dios y por la Raza;
la espada vengadora, frenética, empuñé.
Y entonces entre triunfos, derrotas y desmanes,
con ira maldiciente, como a rabiosos canes,
por tierras de Castilla los moros dispersé.

La libertad de entonces mi porvenir pregona;
quiteme la coraza, ceñime la corona;
mis vanos oropeles lancé con ira al mar...
Mis hijos, arrogantes, cogieron el arado,
y aqueste paraíso formé de aquel collado,
que un tiempo supo en lanzas sus hierbas transformar.

Y aquellos torreones, palacios son en ruinas;
allí forman sus nidos las negras golondrinas,
y escóndense en sus grutas y empápanse de luz.
Y en esos promontorios, si removéis la hiedra,
veréis un regio nombre grabado en cada piedra...
¡veréis aquí un sepulcro, veréis allí una cruz!

Y aquí tenéis ahora mis prados y mis huertas.
En todos mis hogares os abrirán las puertas,
igual que al Sol naciente sus flores el rosal.
Mis regios manzanares os brindarán sus pomas;
sonrisas mis mujeres, arrullos mis palomas,
y chorros de armonías mis fuentes de cristal.

Rumores mis talleres; esencias mis hogares;
champaña de mis senos, mis típicos lagares;
mis fiestas, entusiasmo, mi juventud, vigor.
Frescura, vida y sombra, mis robles vigorosos;
mis pájaros, ternuras de timbres armoniosos;
mis cielos, resplandores, mis vírgenes... amor.

Veréis mi mar preñado de música salvaje...
un gran mantón de espumas será cada oleaje,
y de las áureas grutas de entre el movible tul,
veréis surgiendo blancas sirenas una a una,
tejiendo escalas de oro con rayos de la luna,
perdiéndose cual blancos ensueños en lo azul.

Y puesto el pie en la tierra, venid y ved, viajeros.
(Dejad que de la frente me quite estos luceros,
y empuñe este martillo y empuñe este cincel.)
Ya vibran en los yunques mis rudos martillazos...
(Quitadme estas doradas serpientes de los brazos,
y en ese arcón de cedro guardadme este laurel.)

Mirad las nubes de humo de tantas chimeneas
que yerguen mis talleres, como invasión de ideas...
del Arte y del Trabajo, modernas torres son;
y allí mis hijos unen su grito simultáneo,
como un montón de ideas que bullen en un cráneo...
¡como la sangre hirviente moviendo a un corazón!

Aquí todas mis fuentes os brindarán sus aguas,
todo vigor mis yunques, todo calor mis fraguas;
trabajo mis talleres, mis cielos oro y luz.
Mas no me déis martirios, ni miserables yugos,
que hartas están mis manos de estrangular verdugos,
y ya lancé al olvido, con asco, mi arcabuz.

.    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .

Ésa es mi madre heroica, y ésa es la tierra mía;
como los robles fuerte, como la mar bravía,
y noble como todo su espíritu español.
La reina que se yergue sobre la mar sonora,
tejiendo una diadema con rayos de la aurora;
¡bordando una mantilla con átomos del Sol!

1 comentario:

  1. Desconocía esta llamada Miniantoligía de Campal sobre Camín.Desconocía este poema soberbio, parejo a "Las dos Asturias",o a otros más que ha dejado para honra de Asturias y de España la fuerza creadora del recio poeta que fue Camín.-
    Tarde y poco se viene hablando de Camín, pero aunque sea poco a poco, se va conociendo su obra, se va divulgando, se va extendiendo y, aunque haya escritores que soslayen a Camín, como algunos críticos, lo cierto es que su gran obra --extensa, diversa, en prosa y verso, en novela e historia--me cabe la dicha de haber sido en España y en Asturias quien,en tiempos en que hablar de él y de otros era delito, osó escribir de Alfonso Camín, y quien le ha tratado mucho tiempo y de él ha escrito más de cuatro cosas. Hoy, puedo decir que he sembrado para que el fruto madure.

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