viernes, 11 de mayo de 2012

"DISCAPACIDAD Y NOVELA", ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS CAMPAL


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

CARICATURA DE JOSÉ LEÓN DELESTAL, POR FALO

Los minusválidos psíquicos tienen en la novela de José León Delestal Suso y la música (Oviedo, Biblioteca de la Caja de Ahorros de Asturias, colección “Los contemporáneos asturianos”, n.º 14, 1990 [diciembre], 195 páginas) uno de sus mejores hitos, ya que en ella se cincela para el futuro la entrañable biografía de un discapacitado asturiano, como tantos que se podrían encontrar en las villas y pueblos de España.
Suso vive en La Felguera pero no se mantiene inmóvil en su territorio, sino que le gusta desplazarse en tren más allá de la cuenca y en autobús a lo largo y ancho del valle del Nalón, al que describe muy gráficamente, situándose en una posición de altura, como «un rosario interminable de casas, cortado solamente por la cuchillada oscura del río minero o por las paralelas de la vía del ferrocarril». Suso convive armónicamente con los niños de su comunidad, a los que conocemos por su nombre de pila (Adenso, Tano, Fonso, Chema, Colás, Blasón) y si en ocasiones lo convierten en el chivo expiatorio de sus travesuras, no dudan luego en purgar su culpa.
Al héroe de esta fábula lírica sobre la dignidad de los discapacitados nos lo pinta Delestal con una paleta admirativa: «Suso es ese niño que siguió creciendo sin dejar de ser niño», leemos al iniciarse la novela; un personaje, nos dirá después, sin desarrollo intelectual que ha quedado «encallado en la orilla de la primera infancia». De la sensibilidad del literato asturiano da cuenta el esmero en retratar su nacimiento, para lo cual recurre a contundentes imágenes de índole religiosa que ya lo colocan por encima de los demás: «Cuando Suso nació, una golondrina se equivocó de alero y de nido. En cualquier parte, un rosal floreció a destiempo con peligro de agostarse a la primera helada que llegara. (...) Por las ondas del río, el resplandor de una estrella caminaba de puntillas». Como vemos, tiene muy presente Delestal su cultura cristiana al mencionar la estrella de Belén que pregonó el nacimiento de Cristo. No será el único rasgo religioso que jalone la historia de Suso. Cito dos más: al pregonero que viene a inaugurar las fiestas felguerinas lo hace cerrar Delestal su disertación con el “Credo” escrito por Wagner, que imita la oración católica con finalidad musical y que comienza así: «Creo en Dios, en Mozart, en Beethoven, así como en sus discípulos y en sus apóstoles», y cuando el narrador no encuentra explicación a hechos protagonizados por Suso afirma que la razón última de ellos sólo la sabe Dios.
La bonhomía del narrador nos dibuja a un disminuido que no se siente de ningún modo desplazado o ignorado y al que los demás niños incluyen en sus juegos y con quien comparten todas sus posesiones materiales, aportándoles Suso, a su vez, en las pequeñas cosas de una convivencia sin adulterar, momentos de memorable dicha. Para otorgar renovado valor a la acción benefactora de Suso, Delestal coloca a su lado a un niño cojo, enfermo de poliomielitis, en cuya protección el disminuido psíquico volcará su utilitarismo social, pues el personaje recreado, que existió en la vida real –y en el cual posiblemente quiso el escritor construir un reconocimiento sentido a todos los disminuidos psíquicos, ya que, en la declaración de intenciones que abre el libro indica que en el mundo hay muchos Susos «necesitados de nuestro respeto, de nuestra comprensión, de nuestro amor»–, trata de superar constantemente sus limitaciones y nunca se automargina de su entorno; es decir, se erige en ejemplo moral a imitar puesto que para él la perfección reside en la constancia.


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