La izquierda ha sido incapaz de responder de manera efectiva a la crisis financiera de 2008 y, más en general, al rechazo del Estado en pro del mercado de las tres últimas décadas.
ALGO VA MAL. TONY JUDT (2010)
"La socialdemócrata", cuadro del pintor Gavira (foto cedida por el autor del artículo) |
El
historiador Eric D. Weitz lo escribió muy claro: “La gente busca seguridad por
encima de todo, que ni sus vidas ni su bienestar económico se vean en peligro.
Cuando un sistema democrático no les da respuesta, puede llegar el caso de que
hasta los demócratas más convencidos le den la espalda y opten por soluciones
autoritarias”. Eso está escrito en la conclusión del libro La
Alemania de Weimar,
que analiza ese periodo histórico (1919-1933), que inició su fin el día (30 de
enero de 1933), en el que Adolf Hitler fue designado canciller según todos los
procedimientos legales y constitucionales, sin tacha o reparo. Fue en agosto de
1934, cuando el nuevo canciller, ya con cara y piel de monstruo, fue proclamado
“Führer y Canciller del Reich”, con excepcionales y plenos poderes, y ello gracias
a un plebiscito que tuvo el apoyo del 90% de la población alemana.
Es hoy ya incuestionable
que la llegada al poder de Hitler y de su pequeño Partido Nazi están vinculados,
en gran parte, con las consecuencias económicas y sociales de la Gran Depresión de 1929. Son más
cuestionables y debatibles los parecidos y diferencias entre aquellos tiempos de
la Alemania
pre-nazi y los nuestros actuales, que están determinados por la crisis de la
insolvencia bancaria (financiera) de 2008, ahora metamorfoseada en la llamada “crisis
de las deudas soberanas”, que de soberanas tienen muy poco. España, hoy, recuerda
a aquellos Estados, llamados antes del Tercer Mundo, a los que, hace décadas, se
condonaban sus deudas por el caritativo argumento de ayuda a los países pobres
-- aquí hay que culpabilizar a políticos y financieros, que mandaron en la
última década, enfermos de mente por creerse omnipotentes como el Creador,
siendo en realidad unos estúpidos e impotentes. ¡Qué interesante sería conocer,
para el análisis, las fantasías, las sexuales incluidas, de nuestros
gobernantes y de los de las finanzas, mangantes! Sólo sabemos algunas fantasías
de Strausse-Khan y de Berlusconi; de exdirigentes o dirigentes españoles,
centrales o periféricos, ninguna.
La actual
crisis no es una crisis más; es una crisis global, que deja al descubierto
otras crisis, que, según el lingüista J.C.Milner, son infinitamente más
profundas, difíciles de ver, a las que el quehacer y el teatrillo cotidiano solapan.
Crisis de civilización y tiempos de tragedia (Edgar Morin), nada que ver con
los alborotos del “Mayo 1968” ,
en los que también, en aquel tiempo, con error, se escribió de una crisis de
civilización. El resultado es que el miedo, el temor, la inseguridad, la desconfianza,
la incertidumbre y otras patologías semejantes se van adueñando de los
ciudadanos, con resultado de una sociedad enferma y obscenamente desigual, que
no puede funcionar como debería, y que busca, por el elemental principio de
conservación, curas y salidas de emergencia.
Escultura (Foto cedida por el autor del artículo) |
No tenemos
noticias fidedignas de cómo la inseguridad prolongada está dañando la salud
física y mental de las personas; casi al año de la estampida de la crisis, el
15 de junio de 2009, en tiempo de ignorancia o de engaños por nuestros
gobernantes, un periódico español tituló: “La crisis perjudica seriamente su
salud”, destacándose ya entonces el aumento del consumo de psicofármacos,
tranquilizantes y ansiolíticos. Al día de hoy, extendida la ruina por doquier, aquel
consumo debió multiplicarse. Recientemente se supo que en varios países del
Centro y Sur de Europa, el número de suicidios anuales ya ha superado al número
de muertes por accidentes de carretera.
El paro masivo
(24,4% de España frente al 9,3% de Italia), como ocurrió en la Alemania de los años 30, no
sólo es un dato económico; forzosamente está causando destrozos personales, no
debiendo olvidar que el trabajo, el trabajar, es un elemento constitutivo de la
identidad individual y colectiva. Y pregunto: ¿puede un parado durante un
tiempo largo seguir conservando la auto-estima necesaria para su equilibrio emocional?
¿cómo han de reaccionar las personas ante la sensación de sentirse superfluos, sobrantes,
condenados a ser clase pasiva desde la juventud? Es normal que ante eso, ante un
panorama tan negativo, la población disminuya envejeciendo con desesperación. A
eso hay que sumar otras desgracias, como la cifra de 400.000 familias
desalojadas de sus viviendas por impagos desde 2008. La creación (producción y
reproducción) y la depresión son incompatibles: aquélla pide ganas, es
optimista y de luz, ésta aprisiona en la desgana, es negativa y lúgubre.
Pudiéramos concluir que estamos asistiendo, por causa de la presente crisis global
o de civilización, a una desestructuración humana o antropológica, en la que
quedan como ingrávidas cenizas, polvos, polvos, los llamados derechos humanos,
empezando por el principal: el de vivir.
Y de las
patologías individuales pasemos a las colectivas: Weitz vio en la inseguridad
de los alemanes la causa del ascenso vertiginoso del nazismo en los años 30. Tony
Judt vio en el temor y la desafección de las clases medias el origen del
fascismo en los años 20. Nada tiene de extraño pues, que en épocas de grandes
crisis la extrema derecha y los llamados populismos, crezcan y crezcan (en unos
sitios poco a poco, como en Francia, y en otros puede crecer de improviso, como
en Alemania. Es interesante examinar lo ocurrido el 22 de abril en Francia. Los
votos a los partidos de extrema derecha suelen ser de dos tipos, unos normales,
de adhesión a un concreto programa político, y otros, no de adhesión sino de protesta,
de frustración, que buscan acabar con un statu
quo y un sistema político culpables de sus desgracias, persiguiendo su estampida
y explosión, por no aguantar más en su situación e indignación –no es casual
que votantes del Partido de extremista de Marine Le Pen (FN) repitan verbos de
destrucción como “hacer imploser o casser el sistema”.
Esos votantes por
frustración, no los votantes por adhesión, son los que jamás votarán en la
segunda vuelta al Presidente Sarkozy, personificación de lo que quieren
destruir, prefiriendo al socialista Hollande, que, aunque también es del “régimen”,
es un poco menos, pudiendo provocar, como buen socialista, muchos líos y
barullos, con ganas de que se pelee con la prusiana y luterana Merkel, que es
más asustadiza y miedosa de lo que parece, al igual que sus compatriotas
teutones, tal como demostraron en el siglo XX. Cuando en plena campaña Sarkozy
advirtió que si ganaba el socialista Hollande, la situación de Francia sería
tan desastrosa como la española, por culpa del socialista Zapatero, reforzó las
ganas de los votantes frustrados del FN, precisamente de votar al candidato
socialista. Y sin esos votos, Sarkozy tiene muy difícil, imposible, la
reelección (escrito sea esto último con prudencia, pues siempre queda la
posibilidad de un bombazo o matanza en el último momento, que disloquen el
resultado previsible).
El gran Tony
Judt escribió su último libro Algo va mal
ya moribundo –de ahí el carácter testamentario-. Me gusta su defensa de la Política , de la atractiva
y no de la otra, la repulsiva y asquerosa, la clepto-política, al servicio de
intereses pecuniarios. Me gusta su reivindicación del Estado, del servicio
público y contra privatizaciones como la de los ferrocarriles, Estado que tanto
contribuyó a desprestigiar la derecha política y los aliados, los cuatreros del
mercado, también aliados y financiadores de la izquierda. Me gustan las aportaciones
de Judt al debate sobre la socialdemocracia, que tiene que purgar por haberse
vendido al peor postor, metiendo con él la mano en los cajones (la corrupción),
siendo ridículos y cínicos análisis que ahora podemos leer, que nos la
presentan (la socialdemocracia) cual doncella virginal o muñeca. Y me gusta que
Tony Judt zahiera a la izquierda política por haber permanecido muda, muda y
ciega, en pasadas décadas, desde la caída del comunismo, mientras se entretenía
participando glotona en el “gran festín”, causante de las ruinas y enfermedades
que hoy los individuos y las sociedades sufrimos.
La cosa está clara: o pronto, el orden, es
decir, la confianza y la seguridad, lo restablece la política democrática con
ayuda, naturalmente, de técnicos, o el orden lo restablecerán los otros, los llamados
“autoritarios”. No se debería olvidar que, como muchas veces ocurrió, lo que
parece increíble o improbable en un momento determinado, suele ocurrir más
tarde y generalmente. Keynes, según Judt, centró sus trabajos en el problema de
la “incertidumbre” y ya alertó sobre la naturaleza impredecible de los asuntos
humanos.
Pavoroso. Muchos pensamos lo mismo con frecuencia y es terrorífico que la Historia sea, tanta veces, cíclica. Y lo peor, por muchas vueltas que le demos, en el fondo no hemos aprendido nada. y lo "más peor" es que en muchas ocasiones y países siguen gobernándonos absolutos ineptos, visionarios, dementes... No soy nada optimista, pero no quiero perecer por falta de un mínimo de fe en el ser humano.
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