viernes, 4 de mayo de 2012

LA GENEROSIDAD RAMÓN COLAO


Esta mañana en LA NUEVA ESPAÑA he leído esta carta de la lectora Rosa Roces, a quien no conozco. Reparé en ella porque hacía referencia a Ramón Colao, recientemente fallecido, que tampoco puedo decir conociera. Hablé con él una vez en mi vida. Hace poco más de un mes, me lo presentó Joaquín Pixán en Madrid. En petít comité me dijo, Joaquín,  que era una de las mejores personas que había conocido. Poco después falleció. Esta carta que publico en mi blog corrobora la semblanza que del personaje me hizo mi amigo. Pues que se sepa, las  buenas acciones, de la gente también buena, conviene que se aireen. 

Por sus obras les conoceréis. A don Ramón Colao

3 de Mayo del 2012 - Rosa Roces García (La Felguera)

Sin pretenderlo la vida a veces te hace ser testigo de obras realizadas por extraordinarias personas. Obras de esas que calan en el corazón pero que por la humildad de quienes las realizan –lo que aún les hace más grandes, si cabe–, pasan desapercibidas.
Ahora que se nos ha ido un «gran paisano», ahora que lloro la ausencia de un ser excepcional, ahora que echo de menos a don Ramón Colao Caicoya, quiero dejar constancia de su bonhomía a través de un testimonio, del que fui testigo casual.
Enterados de que le gustaba mucho el potaje, en el año 2009 preparamos una visita a Caleao, Caso (a comer el cocido). De esto se enteran Los Humanitarios y nos invitan, al año siguiente, con don Ramón, a comer el potaje de Aller, para comprobar cuál era más sabroso. Quedamos citados en el domicilio social de Los Humanitarios. En la visita a la misma se entera don Ramón que la entidad aún tiene unas cuotas pendientes de pago de la adquisición de la mencionada sede social, y además queda gratamente impresionado por la labor solidaria que Los Humanitarios realizan. A los pocos días de la visita a Moreda me llama por teléfono y con total discreción me dice: «Rosina, ¿tendrás la cuenta corriente de Los Humanitarios?».
Poco tiempo después, la presidenta y la tesorera de Los Humanitarios, Esperanza y Belén, y yo misma, recibimos el siguiente email:
«Lo que se escribe en los libros de firmas sólo tienen valor si los hechos los acompañan. Aceptar mi intento para hacer más fácil el pago de la última cuota.
Por la Rosa que María trajo en Belén y con ella la Esperanza de que todos los inconvenientes se superan con buena voluntad, aceptad un gran abrazo para las tres». Ramón
Con este ejemplo deseo contribuir modestamente a desvelar a quienes no lo hayan conocido la gran talla humana de este excepcional hombre... así no sorprende la manifestación de amor que sus diecisiete nietos hicieron tanto en su reciente funeral como en su día lo hicieran en el de su amada esposa, Tere.
Nos quedaron otros muchos planes por ejecutar. Lo necesitábamos más años, y no hubiéramos tenido tiempo de saldar las incontables deudas pendientes, pues a su lado éstas siempre incrementaban el saldo deudor, como el que probablemente le quede hacer con su persona al pueblo de Langreo.
A su excelsa figura es aplicable lo que siempre me dice el presidente de Langreanos en el Mundo: «La espiga, cuanto más alta más se encorva».
Don Ramón, perdóneme por descubrir una de sus muchas generosas obras, y la elegancia, estilo y humildad con que las realizaba. Pero de alguna forma quiero testimoniar que usted no es mejor después de haber fallecido que ya lo era antes. Que el DON RAMÓN con mayúsculas se lo ganó a pulso. Miro la foto colocada en mi salón que nos sacaron el día que nombraron a mi padre «Ciudadano ejemplar de Langreo» y siento en mi corazón que nos hemos quedado huérfanos, pero también sé que nadie nos puede arrebatar la fortuna de haber sentido su cariño, por ello sólo me queda reiterarle (y al menos por esta vez –sin que sirva de precedente– le haré caso y le tutearé): «Ramón, te quiero mucho».

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