Una distinción más que merecida
La importancia del Real Instituto Jovellanos, medalla de oro de Gijón
VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA El Instituto Jovellanos ha sido distinguido con la medalla de oro de Gijón, decisión acordada por los cuatro grupos municipales de nuestra ciudad. Este instituto es descendencia directa de aquel Real Instituto de Náutica y Mineralogía fundado por Gaspar Melchor de Jovellanos y que a partir de 1865 pasó a llamarse Instituto de Jovellanos.
Este premio me parece merecidísimo porque el Instituto Jovellanos ha intentado durante estos años seguir las pautas del prócer en la excelencia y siempre ha sido un ejemplo de la importancia de la enseñanza y de la adecuación de ésta a la sociedad del momento. Porque la enseñanza no puede ser estática, deben de producirse los cambios necesarios en los planes de estudios de educación para que responda a las necesidades que demanda una sociedad cambiante. Primero fue enseñanza de Náutica y Mineralogía, porque es lo que hacía falta. La lucha de Jovellanos contra todo y contra todos -contra personajes como el fiscal Andrés Lasaúca, que consideraba a los asturianos personas poco aficionadas a estudiar y que se contentaban con las escasas noticias adquiridas de sus mayores, por lo que no necesitaban una escuela, ya que no la aprovecharían-, contra el Ayuntamiento y la Universidad de Oviedo, cuyo claustro vierte vitriolo para desacreditar a Jovellanos y la escuela. Si se leen la cantidad de dislates que escriben los ilustres representantes del claustro de entonces para justificar que el Real Instituto sea construido en Oviedo, a cualquier asturiano de pro se le cae el alma a los pies y se avergüenza de aquella Universidad. Afortunadamente, el instituto se construye en Gijón y aquí sigue como bastión de la importancia de la educación, a veces luchando contra nefastos planes de estudios o nefastas corrientes políticas y a veces disfrutando de un merecido homenaje como ahora, pero siempre en la misma línea. Jovellanos se sentiría orgulloso de su obra.
A mí este premio me ha colmado de satisfacción porque siento que una pequeñísima parte me corresponde. Yo fui profesora de Inglés durante muchos años en este centro y antes que yo comenzara mi singladura allí mi padre me precedió en el cargo.
Para mí fueron años entrañables, mientras recorría aquellas aulas, intentando imbuir a los alumnos mi admiración por la cultura inglesa, nacieron mis cinco hijos, seguí estudiando, ocupándome de la casa, de los hijos, de los alumnos y aprendiendo a enseñar, porque, aunque sepas una materia, saber enseñarla no es lo mismo. Soy consciente de que no siempre estuve a la altura de las circunstancias y hubiera querido hacerlo mejor. Durante años estuve enseñando y aprendiendo y cuando creí haber llegado al punto en que entendía qué necesitaban los alumnos, de qué manera se podía mejorar la enseñanza del inglés, llegaron nuevos planes de estudios, que quiero suponer empezaron con buena voluntad, pero que fueron un desastre. Se enseñó a los estudiantes que todo se puede conseguir con el mínimo esfuerzo. Se privó a los profesores del menor atisbo de autoridad, se les perdió el respeto. Se dio todo el protagonismo a padres y alumnos. Se aseguró que se había acabado el fracaso escolar, a base de obligar a los profesores a aprobar a todo el mundo, de permitir pasar de curso con tres asignaturas suspendidas, de permitir el mal comportamiento en las clases sin poder hacer nada con la excusa de que el alumno tiene el derecho de recibir la clase, aunque no haga más que molestar e impedir que los alumnos que quieran estudiar puedan hacerlo. Se disfrazó todo de un progresismo falso.
A pesar de todo ello, yo seguí luchando, esperando que los alumnos comprendieran que sólo quería lo mejor para ellos. Espero haber conseguido abrirles horizontes y entender que las personas somos parecidas en los sentimientos. Amor, odio, ambición, entrega se encuentran en todas las razas y en todos los países. Lo importante es ser persona. La tolerancia y la flexibilidad deben de ser nuestro lema y creo que eso se sigue enseñando en el Real Instituto Jovellanos. Felicidades a todos. (Publicado en LA NUEVA ESPAÑA, 24-01-2012)
Todos estábamos muy preocupados porque nuestra amiga Viky ya no escribía su artículo quincenal en el diario local, que no menciono para evitar complicaciones. Muchos de sus lectores habituales me preguntaron si yo sabía algo. Y en cuanto tuve la oportunidad le pregunté. Simplemente me dijo que había dejado de hacerlo porque se había sentido mal tratada (así separado). Esa fue su única explicación. Aunque sí añadió que había pasado a ver a su director para manifestarle su malestar: Virginia siempre da la cara. Tardaron muy poco en tirarle los tejos desde LA NUEVA ESPAÑA y voilà el artículo.
Pues donde sea, amiguiña. A seguir. Voces como la tuya son necesarias. Un abrazo. Aurora
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