Un “técnico” como he sido llamado, puede libremente afirmar que la antipolítica y el antiparlamentarismo causan daños que con el tiempo pueden demostrase insidiosos.
Respuesta de Mario Monti a L´Osservatore Romano en la edición del jueves 19 de enero.
Respuesta de Mario Monti a L´Osservatore Romano en la edición del jueves 19 de enero.
El descrédito de las “agencias de calificación”, que avisan a sus clientes, que son prestamistas, de los riesgos de impagos de créditos por los Estados, es tal que, ni cuando aciertan, son creídas; un descrédito merecido como el de las agencias de tasaciones inmobiliarias o de la banca (se propone que las juntas generales venideras de algunos bancos o asambleas de cajas de ahorro se celebren en velatorios, con untos de maquillajes y productos de “tanato-estética”). Reitero, “ni cuando aciertan”, como ha sido el caso de la rebaja última en la calificación por Standard and Poor´s (13 de enero) a Italia, España y Francia. Sólo faltaría que estando esos tres países como están, muy mal, muy mal, y con una corrupción desmadrada, tuvieran notas de sobresaliente. Protestar frente a esas calificaciones, incluso haciendo trabajar a los fiscales, es patalear, que recuerda a los malos estudiantes que culpan de los suspensos al profesor por “por tenerles rabia o manía”.
Un recorrido explicativo por Italia, España y Francia permitirá plantear cuestiones esenciales, no sólo para Europa --las “grandes corporaciones” ya están diseñando planes de actuación ante una situación de catástrofe--. Comencemos por Italia: Su Presidente de la República , onorevole Napolitano, sudó gotas gordas en noviembre último para convencer al “político” Berlusconi que dejara el Poder y lo entregara al “técnico” professore Mario Monti, resurgiendo (surgió primero en Grecia) lo del gobierno de técnicos o tecnócratas. El asunto de las relaciones entre tecnocracia y democracia, entre tecnocracia y dictadura, es, desde décadas, un clásico de la Ciencia Política (interesantes las recientes aportaciones del profesor Pier Paolo Portinaro de la Universidad de Turín y del profesor Jean-François Mattéi de la Universidad de Niza. Lo ocurrido en Italia, plantea la pregunta: ¿El actual Primer Ministro, Mario Monti, es un técnico o es un político, teniendo en cuenta que la tecnocracia “matrimonia” mejor con la dictadura que con la democracia? Muchos dicen que es un técnico, pues bien, eso yo lo dudo.
Il professore Monti, de la Italia del Norte y no del Sur (dato importante), con prisa nombrado senatore a vita, tiene una biografía más de político que de técnico; más de afán de poder y de ejercitarlo con brillo que de gris de técnico. La habilidad con la que ejerce su actual cargo político, ese saber ser y estar en los medios de comunicación y en el Parlamento y desde el principio, no son los propios de un técnico, aprendiz de político, sino los de un político ya baqueteado, no novato --compárese con el técnico genuino, el español Ministro de Economía, de Guindos, que está el pobre con balbuceos y miedos de aprendiz, ¡qué camisas tan bonitas, qué largura de cuello como de cisne, qué rizos en la nuca!--. Pudiera ser, incluso, Monti un político nato, cuyo narcisismo y excelencia le hubiesen impedido rebajarse a apuntarse a un partido político o figurar en una lista electoral, lo cual está también muy desacreditado. Don Mario es ahora -esto es lo importante- un político muy singular: su cargo de Primer Ministro no lo debe a un resultado electoral, que es lo normal, sino a la anormalidad de un acuerdo, básicamente, de dos personas: el Presidente de la República italiana y Berlusconi, cavaliero y condottiero.
Esa anormalidad hace de Monti un Primer Ministro FIDUCIARIO, con el significado que esa palabra tiene en el Derecho privado: el que, no siendo titular real, aparenta frente a todos una titularidad, que es formal; anomalía jurídica, que puede tener connotación muy negativa si al fiduciario se le denomina “testaferro”. Y quien deposita la confianza en un fiduciario no se podrá lamentar más tarde de quebraderos de cabeza. Es indudable que a Monti, intelectual y de excelencia, ser un “testaferro” nada, nada, le debe gustar. Por eso, don Mario, muy listo, en las complejas negociaciones para su nombramiento por dedazo y ratificado luego in Aula (terreno minato de la Cámara de Diputados), pidió que en su Gobierno entraran políticos; éstos, unos astutos y otros vengativos, no quisieron. Tuvo que escuchar cómo el onorevole Napolitano se justificaba:” El nombramiento de Monti responde a la exigencia de evitar un precipitado recurso a elecciones anticipadas”. La guinda la puso, cómo no, el otro, el Bunga-bunga (Berlusconi) justificando su renuncia: “Por sentido del Estado, para evitar a Italia un nuevo ataque de la especulación financiera”.
Lo real y verdaderamente técnico de don Mario no es su personalidad ni su sabiduría de manager, sino el mandato de su anormal elección: la actuación del Gobierno que preside estrictamente limitada a resolver problemas técnicos causados por la crisis económica, sin poder entrar en las restantes cuestiones, las políticas, y siempre a merced de los dirigentes de los partidos del arco parlamentario, entre los que está Berlusconi(las limitaciones son consustanciales de manera natural en las titularidades fiduciarias, aparentes y no reales). Podrá, por ejemplo, mandar la Guardia di Finanza a hacer inspecciones fiscales en la estación invernal de Cortina d´Ampezzo en la Nochevieja , pero no podrá enviarlos a los paraísos de San Marino o de la Isla de Malta para lo mismo. Con la Mafia y otras mafias se le recomendará tranquilidad y no alboroto. Acertado estuvo el Financial Times al calificar al actual Gobierno italiano de “Gobierno en la niebla”. Por eso en el análisis de rebaja de notas, Standard and Poor´s, dirigiéndose a sus clientes prestamistas, les advierte de la fragilidad del Gobierno italiano y de la división del Parlamento.
¿Cómo es posible que la Italia del humanismo cristiano, que parió el Mercato Comune, haya llegado a esto? La respuesta la deberían dar los italianos mismos, que no se cansaron de votar en elecciones a Berlusconi. La “cosa” empezó en 1994; en aquel entonces los italianos escogieron al cavaliero, no por ser político, no por ser técnico, sino por ser el hombre más rico de Italia. El resultado fue tan desastroso, que el Presidente de la República , onorevole Oscar Luigi Scalfaro, sudando también gotas gordas, dio un golpe de mano (o de Estado), convocándose elecciones anticipadas en 1996, que gano el Olivo de Prodi. No obstante eso, Berlusconi volvió a ser elegido en 2001 y en años siguientes reelegido. Fue muy bonito ver y oír tocar en las calles romanas el Gloria in excelsis Deo la noche de la última renuncia del Condottiero; acaso será igual de bonito, en las próximas elecciones, ver y oír tocar en las calle romanas el kyrie eleison por si acaso. Y un extraño recuerdo surge: el político Aldo Moro quiso resolver otra situación de excepción y de compromiso, las de Italia en 1978, con una transición llevando los comunistas al Poder (compromesso histórico), pero no le dejaron, y los guardianes, de varios tipos y pelajes, de la Guerra Fría , muy juntos, lo asesinaron.
Se demuestra una vez más la falsedad de la predicada igualdad de “Vox populi, vox dei”. Por todo ello, tiene razón el rebelde y extravagante, don Beppe Gilo: “La politica é morta”. La culpa de ello no la tiene, esta vez, el Vaticano, que está muy contento con Monti por ser partidario de lo de las “raíces cristianas” de Europa, siendo el alocado Berlusconi más temible por su manejo de la otra Guardia, la de los segreti. Tampoco tiene la culpa el sugerente Carl Schmitt, jurista del Reich, teórico de la excepcionalidad política, muy seguido ahora por los extremos de derechas y de izquierdas, que se limitó a teorizar hace décadas del antiparlamentarismo, juzgando el parlamentarismo como una formalidad vacía, una incapacidad para tomar decisiones, para asumir con una decencia mínima la representación del pueblo. Los italianos ahora son los que se empeñan en dar la razón al jurista alemán, lo cual es muy grave, pues lo contrario, sobre la Democracia y el Parlamento, es lo que dispone la Constitución de la República de 1947.
Por ello, Monti, al periódico vaticano, al que nada respondió a las preguntas del periodista sobre la crisis ética y de valores, y sobre “las raíces cristianas” de Europa, se apresuró a advertir sobre los peligros de la antipolítica y el antiparlamentarismo. Sin duda, este don Mario promete como político -por ahora únicamente fiduciario-, siendo mucho más que un manager o técnico, propio de “dictados duros”.
(En siguientes colaboraciones, y siguiendo a Standard and Poor´s, nos detendremos en España, de burbujas varias, con miramiento en esa carísima y gigante muñeca rusa, que es la organización territorial del Estado. Luego iremos a Francia con el importante asunto de la extrema derecha, y concluiremos con el llamado nuevamente “problema Alemán”, recordando que, después del año 1929 vino el año 1933, y luego llegó la catástrofe máxima. El problema es que hay ya que preveer hasta lo imprevisible, incluso que los alemanes sufran trastornos de miedo o pánico, lo cual es muy peligroso. Por ello, fue muy intencionada la primera referencia a Carl Schmitt en el artículo que publicamos el 28 de agosto de 2011, que sorprendió a despistados y atolondrados. (Publicado en LA NUEVA ESPAÑA, 29/01/2012. Ilustraciones del autor)
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