Acuso recibo del correo que el señor de "LA FE" me ha enviado, tras hacerse cargo del coche de bomberos que sus MAJESTADES depositaron en Las mil caras de mi ciudad el día de Reyes. Por mi parte, ni quito, ni pongo, ni tengo nada que añadir, únicamente doy fe de haberla recibido.
Querida doña Isabel, directora y jefa, en agradecimiento:
Muchas gracias por haberme entregado el regalo de sus Majestades, el coche de bomberos, más cochazo y camioneta que coche. Usted lo aclara muy bien: no soy el pastelero de la FE, el de los merengues con tienda en la calle Asturias, sino el otro, el de las leches merengadas, que, aunque parecidos, y muy de fe ambos, somos distintos. Yo le doy a la FE, a la otra, a la otra, que ni es la de la virtud teologal (cosa de curas), ni es un pastel (cosa del de la FE), si bien, como en todo, como en todo, hay pasteleo, mucho pasteleo. Le confieso, doña Isabel, una intimidad: que más que los azúcares, me gustan las levaduras y los mondongos. ¿Cuál es esa otra FE, coño y re-coño? preguntarán las/los despistadas/os. La respuesta es simple: ¡Ni yo lo sé!
Los Reyes, que son Magos -el nuestro, después de lo del Urdangarín, bizquea y cojea-no son tan tontos para dar puntada sin hilo. ¡No sabe usted, doña Isabel, lo mucho que necesito esa camioneta de bomberos! pues, no sabiendo bien qué es lo que pasa, últimamente, todo es un incendio. Hasta lo de Jovellanos está que arde, y nunca las capillas o capillitas o capullitas estuvieron tan ardientes. Total, que aquí estoy, con la manguera de bombero enchufada dándole para adelante y para atrás, a derecha y a la izquierda, que sigue empeñándonos con la Semana Negra y la derecha que quiere una Semana Blanca ¡Ay, ay. ay, si no fuera por Melchor Jovellanos, que para algunos erudiiiitos es también Gaspar y Baltasar, único y trino Rey Mago de este Gijón, sin que dejen de decirle y hacer florituras amaneradas.
Sabe usted, doña Isabel, que allí donde hay mucha virtud, rodea y merodeo el vicio. Los virtuosos y santos somos los únicos tentados por el demonio Satanás, que sabe muy bien qué es lo que ha de hacer o deshacer –de los del vicio, para qué tentarlos, ¡Bahhh! Le confieso, Doña Isabel, que, no obstante ser bombero, tengo en ocasiones tentaciones de pirómano, encontrando placer y gozo no en cosquilleos en zona de bosques bigotudos, sino en la risa, que calva es y no peluda. Es que a veces, rodeado de tantos y tan listos, alguno con hemorroides, según propia confesión, me entra un no se qué para encender la cerilla o la mecha del mechero. No obstante eso, me declaro persona de bien, vamos, como si hubiese nacido en Somió hace cuarenta años. Y no dude usted de mi lealtad: a quien me da gusto, no le pongo los cuernos, jamás y de ninguna de las múltiples maneras.
Sigo aquí, Doña Isabel, que hoy es fiesta; mañana estaré allí, tal vez subido en el coche de bomberos, que, por no ser profesión “de género”, la de bomberos, cuenta también con bomberas, ¡qué bomberas y qué manera de bombear! En lo más alto de la camioneta bombera, cerrando la cabalgata o procesión, tocaré campanitas y badajos; haré sonar las sirenas como si pasaran Gabino y Cascos imponentes; llevaré encendidas las luces de los rojos y de los azules; me acompañarán Fortunata, la de ahora, y Jacinta, la de antes; y yo iré con mi cabeza a pájaros, el bigote engomado, el cabello de caballo que tengo con fijador de frasco ¡toma del frasco, Carrasco! y un prendedor en la corbata. Casi, casi, como si fuera al Bibio taurino gijonés, en Ferias, cantando el “tiruli, tiruliruli”
Muchas gracias, amiga doña Isabel.
FDO. EL DE LA FE.-
Muchas gracias por haberme entregado el regalo de sus Majestades, el coche de bomberos, más cochazo y camioneta que coche. Usted lo aclara muy bien: no soy el pastelero de la FE, el de los merengues con tienda en la calle Asturias, sino el otro, el de las leches merengadas, que, aunque parecidos, y muy de fe ambos, somos distintos. Yo le doy a la FE, a la otra, a la otra, que ni es la de la virtud teologal (cosa de curas), ni es un pastel (cosa del de la FE), si bien, como en todo, como en todo, hay pasteleo, mucho pasteleo. Le confieso, doña Isabel, una intimidad: que más que los azúcares, me gustan las levaduras y los mondongos. ¿Cuál es esa otra FE, coño y re-coño? preguntarán las/los despistadas/os. La respuesta es simple: ¡Ni yo lo sé!
Los Reyes, que son Magos -el nuestro, después de lo del Urdangarín, bizquea y cojea-no son tan tontos para dar puntada sin hilo. ¡No sabe usted, doña Isabel, lo mucho que necesito esa camioneta de bomberos! pues, no sabiendo bien qué es lo que pasa, últimamente, todo es un incendio. Hasta lo de Jovellanos está que arde, y nunca las capillas o capillitas o capullitas estuvieron tan ardientes. Total, que aquí estoy, con la manguera de bombero enchufada dándole para adelante y para atrás, a derecha y a la izquierda, que sigue empeñándonos con la Semana Negra y la derecha que quiere una Semana Blanca ¡Ay, ay. ay, si no fuera por Melchor Jovellanos, que para algunos erudiiiitos es también Gaspar y Baltasar, único y trino Rey Mago de este Gijón, sin que dejen de decirle y hacer florituras amaneradas.
Sabe usted, doña Isabel, que allí donde hay mucha virtud, rodea y merodeo el vicio. Los virtuosos y santos somos los únicos tentados por el demonio Satanás, que sabe muy bien qué es lo que ha de hacer o deshacer –de los del vicio, para qué tentarlos, ¡Bahhh! Le confieso, Doña Isabel, que, no obstante ser bombero, tengo en ocasiones tentaciones de pirómano, encontrando placer y gozo no en cosquilleos en zona de bosques bigotudos, sino en la risa, que calva es y no peluda. Es que a veces, rodeado de tantos y tan listos, alguno con hemorroides, según propia confesión, me entra un no se qué para encender la cerilla o la mecha del mechero. No obstante eso, me declaro persona de bien, vamos, como si hubiese nacido en Somió hace cuarenta años. Y no dude usted de mi lealtad: a quien me da gusto, no le pongo los cuernos, jamás y de ninguna de las múltiples maneras.
Sigo aquí, Doña Isabel, que hoy es fiesta; mañana estaré allí, tal vez subido en el coche de bomberos, que, por no ser profesión “de género”, la de bomberos, cuenta también con bomberas, ¡qué bomberas y qué manera de bombear! En lo más alto de la camioneta bombera, cerrando la cabalgata o procesión, tocaré campanitas y badajos; haré sonar las sirenas como si pasaran Gabino y Cascos imponentes; llevaré encendidas las luces de los rojos y de los azules; me acompañarán Fortunata, la de ahora, y Jacinta, la de antes; y yo iré con mi cabeza a pájaros, el bigote engomado, el cabello de caballo que tengo con fijador de frasco ¡toma del frasco, Carrasco! y un prendedor en la corbata. Casi, casi, como si fuera al Bibio taurino gijonés, en Ferias, cantando el “tiruli, tiruliruli”
Muchas gracias, amiga doña Isabel.
FDO. EL DE LA FE.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario