martes, 31 de enero de 2012

AZNÁREZ: "LOS JUECES DEBEN TOMARSE EN SERIO LOS PROBLEMAS DE LA TERCERA EDAD"

Conferencia pronunciada en el club LA NUEVA ESPAÑA 

El notario acude a los casos de la duquesa de Alba y de L'Oréal para alertar de la complejidad legal a que aboca el mayor envejecimiento de la población





Público, ayer, antes del inicio de la conferencia.

Público, ayer, antes del inicio de la conferencia. marcos león

J. L. ARGÜELLES
Dos casos sonados, el de la muy rica heredera del imperio de la casa de cosméticos L'Oréal, la francesa Liliane Bettencourt, y el de las nupcias de la española Cayetana Fitz- James Stuart, duquesa de Alba, con Alfonso Díez Carabantes, plebeyo y mucho más joven que la popular aristócrata, fueron los hilos de los que tiró ayer el notario Ángel Aznárez para devanar un asunto complejo, de gran repercusión social porque afecta cada vez a mayor número de personas y en el que hay, sin embargo, amplias zonas de sombra, sociales y también legales. «Los jueces deben tomarse en serio los problemas de la tercera edad», aseguró el también articulista de este diario, para quien esa etapa postrera de la vida es en la que hay «mayor desigualdad».

Las historias de Liliane Bettencourt y la duquesa de Alba tuvieron y tienen un poderoso eco mediático. La primera, por las importantes derivaciones económicas; y no sólo porque está en juego la acusación de financiación irregular del partido de Sarkozy, sino porque afecta también al futuro de una marca que es uno de los emblemas comerciales de Francia. La segunda, por el debate que suscitó, más allá de la mera curiosidad pública sobre las implicaciones familiares o testamentarias, el deseo de una octogenaria por tener una activa vida amorosa. Pero más allá del amplio eco de estos dos casos, lo cierto es que el envejecimiento de la población (la edad media de vida de las mujeres alcanza los 84 años, y la de los hombres, los 77) aporta nuevos problemas legales ante los que, según subrayó Aznárez, «el derecho es una máquina impotente».

Son sólo algunos aspectos del minucioso panorama que el conocido notario tocó ayer en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, donde, bajo el epígrafe «Combates en la tercera edad: ancianidad y dineros», pronunció una amena conferencia en la que, a diferencia de Nabokov, que se preciaba de no hablar en público sin un papel delante, optó por la vivacidad de la palabra hablada. Luis Miguel Piñera, director del Club, definió al conferenciante como un «humanista heterodoxo», además de persona «con un sentido del humor notable pese a ser notario». Y también como un «notario que escribe bien». Uno de sus últimos artículos, en el que cuestiona la reforma de la ley del aborto planteada por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, en lo tocante al consentimiento paterno, ha tenido amplias repercusiones por sus argumentaciones jurídicas. Su visión del mundo es cristiana; nació en Oviedo y es un gijonés más; igual cita a un oscuro teólogo que hace «ramonismo», de Gómez de la Serna y de Valle-Inclán. «Todo lo mío acaba siempre en mezcla; eso es bueno y malo, aunque tengo controlada mi identidad», confesó.

Aznárez dio un dato preocupante: sólo el 15 por ciento de los ancianos con incapacidades tiene reconocida, sin embargo, la incapacidad judicial. Un hecho que plantea numerosos conflictos en una sociedad envejecida en la que, paradójicamente, «se lucha contra la vejez» y la juventud se ha convertido en uno de los nuevos becerros de oro. El notario tiró de su dilatada experiencia profesional para poner el foco en un mundo del que se habla más bien poco: «Muchos ancianos son sometidos a abusos psíquicos o físicos que otros aprovechan para forrarse». Analizó el peso de enfermedades como el alzhéimer, el párkinson o el ictus cerebral en la población de mayor edad, así como sus secuelas de aislamiento e incapacidad en los ancianos. Y dejó clara su posición: «La dignidad de la persona subsiste, aun cuando desaparece la persona». Subrayó que el Código Penal español, a diferencia de lo que ocurre con el francés, no incluye el delito de abuso de debilidad con los ancianos.
(La NUEVA ESPAÑA, 31/01/2012)

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