Tengo la costumbre de decir que éste es el último verano. Y siempre cunde
el pánico entre quienes me rodean. Surge la pregunta, ¿Estás enferma, tienes
algo? No necesariamente, aunque posible. Pero, ¿por qué no vivir este verano
como si fuese el último? Es último para muchas cosas que no se repetirán el que
viene. Siempre sucede algo, bueno o malo, que no nos volverá a pasar.
Personalmente quisiera olvidar, lo dicho, este verano. Que no es más que la
cola de un invierno malo, de esos que uno hubiese querido que no pasasen nunca.
Unas personas se han ido para siempre y me han dejado una enorme tristeza, otras
sembraron a mi alrededor traición,
maldad, mentiras…, me han inundado de una rabia que difícilmente logro contener. Y lo curioso del caso es que
no encuentro razones que justifiquen esos deleznables y maquiavélicos
comportamientos. Eso sí, siempre lo arreglan todo con rezos, con infinidad de
misas, comunión diaria… Tal vez por eso pongo en cuarentena –seguro que injustamente, no todo el mundo ha de
ser igual- a quien no ajusta su
comportamiento a lo que quiere aparentar con sus creencias y pregona con la
boca muy grande, como si su moral estuviese por encima del bien y del mal. Por fortuna, tengo cerca de mí a otras personas que están en el lado
opuesto: son buena gente. Pues a esas les digo que vivan el verano como si
fuese el último, que apuren los buenos momentos, que valoren que ahora estamos todos. El futuro es hoy. Es lo
único que de real tiene la vida. Mañana…,¡a saber!
Pues yo siempre lo vivo como si fuese el primero.
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