domingo, 8 de julio de 2012

"DOS IMPRESIONES SOBRE PHILIP ROTH", artículo de JOSÉ LUIS CAMPAL


(Artículo exclusivo para el blog Las mil caras de mi ciudad)

Philip Roth, ilustración de Mike Casal 

La concesión, el pasado mes de junio, del premio Príncipe de Asturias de las Letras al norteamericano PHILIP ROTH me ha recordado dos libros suyos que leí en 2010 (los únicos de su autoría que llegaron a nuestras estanterías) y que anoté puntualmente en mi diario de ese año, al que titulé Placajes y rebotes. Recupero ahora esas dos apuntaciones sobre el galardonado.

Domingo, 10 de enero de 2010.
Termino la fábula paródica El pecho, de Philip Roth –un escritor virgen para mí y que talmente parecía perseguirnos allá por donde íbamos, pues el último año nos cruzamos con sus portadas en toda librería que visitábamos, en España o en Italia–. No pasa de ser un simpático ejercicio que juega con el punto de partida de La metamorfosis para presentarnos, contada en primera persona, la peripecia de un docente especialista en Kafka y Gogol convertido de la noche a la mañana en un inmenso seno, lo que le permite poner en solfa las convenciones sexuales de los estadounidenses y su encopetada artificiosidad, o reírse del sistema universitario. Roth mantiene la curiosidad de hasta dónde podrá estirar la anécdota –el librito apenas llega a las cien páginas con generosos cuerpos de letras y dadivosos entrelineados–, pero si bien la primera parte se engulle sin pestañear (el proceso de transformación y su reclusión en un hospital), la segunda mitad del relato cae en repeticiones (sobre la libido y la creencia de saberse demente) porque posiblemente se le han agotado las opciones con que retenernos al pie del cañón y llega a su final a medio gas y forzando el cierre. El reto no era fácil y la sombra del checo demasiado alargada como para ponerse a su nivel, por lo que Roth, para evitar reclamaciones, saca constantemente a relucir la similitud de ambos planteamientos.

Sábado, 13 de febrero de 2010
Después de 360 páginas y a falta de un centenar, lo que quizá sea un poco cobarde por mi parte tras tanto trote, abandono la novela de Philip Roth Me casé con un comunista (RHM, 2007) porque su prosa eficiente se desgasta en la inmovilidad, ya que no hace más que dar vueltas sobre sí misma como una peonza, relatándonos prácticamente lo mismo pero puesto en boca de diferentes personajes, con leves variaciones, y aquí no valen las comparaciones con Proust. Reconozco que el asunto me atraía (la perversión macartista en la epidermis social de los USA), pero hay que saber cuándo parar y cuándo borrar, y en este libro Roth da la impresión de no estar por la labor de limar y concentrarse en lo que se trae entre manos.

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