viernes, 6 de julio de 2012

LA CRUELDAD DEL AMOR


Terrible suceso el acaecido ayer en Gijón. Una mujer, otra más, a punto de perder la vida a manos del hombre que muchas veces -supongo, porque casi todos lo dicen- le habrá susurrado al oído que era la mujer de su vida. Tras acuchillarla, posiblemente bajo la creencia de que la había matado, el ínclito se quitó la vida. ¡Qué cosas se hacen en nombre del amor! O más bien cómo se prostituye la palabra amor. Segura estoy que el suicida se inmoló convencido de que la quería. Dice la prensa que ella le pensaba dejar. No quiero creer que quisiera hacerlo porque la maltratara físicamente, sus vecinos, sus amigos, dicen que no. Pienso en otro tipo de maltrato, el psicológico, ese que sólo deja huella en el alma, que se ejerce en silencio y va minando lentamente la autoestima hasta reducir la personalidad a la nada. O, tal vez, no haya sido ni tan siquiera eso. Es posible que ella, hoy víctima, se hubiese dado cuenta de que el amor se había terminado. Así, sencillamente, sin más complicaciones. Pero los hombres, nuestros hombres, son reacios a dejar esa comodidad que supone tener una mujer en casa, aunque el amor brille por su ausencia. No son valientes, ellos casi nunca abandonan el hogar, pese a que de tal no quede ya nada. Nosotras, que casi siempre estamos en inferiroridad de condiciones, porque muchas veces no tenemos medios dignos de subsistencia, porque nos enfrentamos al qué dirán: una mujer que abandona casi siempre es tildada de puta, un hombre jamás; pues recogemos nuestros cuatro enseres, a nuestros hijos y nos vamos en busca de una vida mejor, en busca del verdadero hogar. Eso, siempre que el hombre de nuestra vida no se haya propuesto destrozárnosla, y en el peor de los casos...Ya son 64 las víctimas de esa violencia de género. Y se cuentan por miles las que siguen resistiendo, las que se mantienen en ese peculiar hogar de riñas y aguante, por los hijos, por el qué dirán, por... ¡Qué sociedad, dios mío, qué sociedad hemos construído! Del amor no queda nada, y del hogar verdadero poco. Nos hemos empeñado en no ser felices, aunque nos empecinemos en aparentarlo. Qué tristeza, que en nombre de algo tan hermoso como es el amor encadenemos nuestra existencia al hombre o la mujer con la que no queremos vivir. Y qué decir cuando entra en juego la vida.

1 comentario:

  1. Y yo digo, si tanto la quería ¿por qué no se suicida solito y se larga de este mundo? Sería la mejor manera de dejarla en paz.
    ¡Qué asco de hombres, que se llevan por delante las mujeres, e incluso los hijos,y luego no tienen valor para afrontar lo que se les viene en cima.
    Repito: ¡Qué asco, qué asco, qué asco...!

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