viernes, 28 de octubre de 2011


Pues eso, el viernes es un día que yo califico de santo por aquello de que ni el sábado ni el domingo trabajo. Y esta semana, tal vez más que ninguna otra, necesito esos días –en esta ocasión con puente, dos más- para desconectar. No está bien ir aireando los problemas que uno tiene, así me lo enseñaron de chiquitina mis padres y maestros, pero algunas veces necesito hablar, necesito contarle a alguien cómo anda mi estado de ánimo. Hace años esas cosas se le decían al confesor –que yo nunca tuve, por eso seguramente me condenaré-; también la sufrida pareja puede ser un buen paño de lágrimas –mucho debí de abusar, pues de eso tampoco tengo-; luego vinieron lo psicólogos, o las psicólogas, que tengo una excelente en casa: mi querida Elena, pero después de pasar toda la semana escuchando penas ajenas, no voy a cargarle mis historias; y ya no quedan más que mis amigos virtuales: vosotros, fieles seguidores. Supongo que ahora procedería contar lo que me pasa, pero no voy a hacerlo. En realidad, lo que trato de decir es lo importante que es tener cerca, aunque sea virtualmente, a un amigo/a para decirle sencillamente que estoy de mal humor. Que me he levantado el lunes con el paso cambiado, y que durante la semana ese mal humor ha ido creciendo y creciendo… hasta llegar al cabreo que hoy, viernes, me tiene pendiente del reloj, pensando que cuando den las ocho una semana desabrida habrá quedado atrás. Podré asomarme a esa playa de San Lorenzo que tanto quiero, que tantas penas me quitó y en la que tan felices fuimos Obladi- mi mascota que ya no está – y yo. Lo que acabo de decir no tendrá mucho sentido para quienes no hayan puesto nunca un perro en su vida. Pero le echo de menos, añoro esos largos paseos por la arena, esa paciencia para esperarme cuando iniciaba una conversación con alguna persona amiga en plena calle, esa alegría jugueteando a morderme los zapatos…, en resumen: su compañía. Me imagino que estaréis pensando que muy sola tengo que estar para escribir lo anterior. Os diré que sí, y que no. ¿No encaja verdad? Cuando yo estudiaba, que de eso hace mucho tiempo, el profesor de filosofía explicándonos no recuerdo qué silogismo, nos decía que no puede ser de día y de noche a la vez. O sí, o no. Pues insisto: sí y no. Explicarlo ya es más complicado, y dudo mucho que ni tan siquiera interesen las razones que puedo argumentar. ¿Las entiendo yo misma? Ni lo sé. Confieso que en algunas ocasiones me he sentido muy sola, con frecuencia cuando más gente tenía a mi alrededor; otras, sin estar acompañada, no sentí esa soledad. Pero lo que nunca me abandona es la añoranza de estar acompañada por personas que quiero y me gustaría tener a mi lado. Algunas, la mayoría, ya no están; otras, tienen cosas mucho más importantes en su vida que mi insignificante personita. Así es la vida.

1 comentario:

  1. Bien sabes que tienes mucha gente alrededor que te aprecia y t quiere, con la que compartir un cafe, un paseo, una conversacion, y en los tiempos que corren, hasta un rincon de internet !!
    Yo se como son esas semanas que deseas llegue el viernes noche para decir "por fin".
    Asi que mucho animo y a disfrutar el finde y descansar, que es lo que toca.

    Abracitos del vecino bloguero !!

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