Daniel García de la Cuesta tiene como «hobby» su trabajo como ordenanza en el Instituto Jovellanos, porque su trabajo, el de verdad, su verdadera pasión, es la recuperación de la tradición asturiana, una labor que ayer vio reconocida con el 'Pegoyu asturianu', que recibió de manos del concejal de Cultura del Ayuntamiento de Gijón, Carlos Rubiera, en el CMI Ateneo de La Calzada, y ante 300 personas que quisieron participar del homenaje de 'Luces de la Ciudad'.
La iniciativa de EL COMERCIO y Canal 10 con la que se rinde tributo a los referentes de la cultura popular pilló por sorpresa al etnógrafo y folclorista gijonés, a quien el reconocimiento le ha hecho volver la vista atrás. A aquellos 17 años -hoy tiene 49- en los que comenzó a interesarse por el patrimonio cultural asturiano.
Por eso, García de la Cuesta -cuya trayectoria fue glosada por el poeta Antonio Merayo y por Gonzalo y Melisa Mieres-, que también es un hombre sobre dos ruedas, recurría a este símil poco antes de recibir también el 'Asturartesanu', la reproducción de un asturiano realizada por la artesana Paloma Goicoechea: «Tardé en entender que me pasase esto, pero luego entendí que es como cuando, en la bici, vas sufriendo, y, de repente, llegas a una curva, miras atrás y te sorprendes con la belleza del paisaje».
Ese paisaje son tres décadas dedicado en cuerpo y alma a lo asturiano, en lo que nada le es ajeno. Y tan pronto se le ha podido ver al frente de una investigación sobre el románico como dando clases de alguno de los instrumentos que domina -del violín a la gaita ravil pasando por el harpa-, formándose con virtuosos de varios países o al frente de las dos bandas de las que forma parte: 'Zapica', especializada en cantares de chigre, y 'De Mandilín', que explora el ámbito céltico.
Ayer, la música volvió a ser protagonista y, junto a las dos formaciones, Mari Luz Cristobal y Horacio Huerta, dos viejos amigos, pusieron la tonada, y el grupo folclórico de Blimea, los bailes tradicionales.
Decenas de amigos no quisieron faltar al reconocimiento a un hombre que, después de todo lo vivido, es optimista: «Al parar y hacer memoria, ves que se hizo mucho. Que hay mucha gente moza dedicada a la música tradicional. En otros sitios, ves que no hay relevo. Aquí sí. Esto no se pierde». Y el concejal Rubiera acabó arrancándose con una habanera de su creación a los sones de 'Zapica'.
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