Efectivamente, cuando digo de dos estoy haciendo referencia a aquellas personas que viven en matrimonio. El dicho popular dice algo así como que detrás de un hombre que triunfa hay siempre una mujer inteligente. Y yo me pregunto si podrá dársele la vuelta. Es decir, ¿qué hay detrás de un hombre que fracasa? ¿Una mujer torpe, tal vez? Me imagino que no es así de sencillo. Y ya puestos a elucubrar cabría preguntarse, qué sucede cuando la que triunfa o fracasa es la mujer, ¿quién está detrás? La sociedad sigue siendo machista –qué poco me gusta la palabrita por la negatividad que encierra-, y son demasiadas las personas –hombres y mujeres- que siguen asignando roles sexistas y no de valía. Hay madres que continúan preparando a sus hijas para casarse y padres que apoyan esas decisiones. ¡Qué lastima! Porque convertirán a sus hijas en víctimas- padres y madres que no son capaces de asomar la cabeza al mundo y ver por dónde van las cosas-. Una mujer sin formación, una mujer sin trabajo -aún bien casada- dependerá toda la vida de su marido que puede –es deseable- ser un hombre de gran inteligencia, y tratarla muy bien, pero si esa mujer queda descolgada de la sociedad, de la actualidad, de la formación permanente ya imprescindible para todo, terminará alejándose de los intereses de su marido y eso a la larga pasa factura. Algunas veces tremenda cuenta. Saltan a los medios de comunicación los malos tratos físicos –y sólo algunos-, pero son muchas las mujeres –y también algunos hombres- que padecen a diario el mal trato de la descalificación, de los gritos, del chantaje emocional de…, que se resignan a vivir una vida triste, alejada del amor, asentada en una infelicidad que les parece hasta normal. Son hombres y mujeres fracasados, que han convertido su vida privada en un infierno. Y eso no me parece lo más grave -con serlo- porque si deciden perseverar en esa infelicidad, que con su pan se lo coman. Lo malo, lo verdaderamente grave, es que esa mentalidad, ese modo de vida , sirve de modelo para sus hijos, que repetirán –como algo normal- aquello que han visto en sus padres. Terrible, tremendo vivir así. He conocido, por desgracia, más casos de los que hubiese querido con esas circunstancias y de distintos estamentos sociales, no es sólo cosa de familias desestructuradas, ni mucho menos. Precisamente quienes más aguantan, quienes más tiran por situaciones insostenibles son ciudadanos con cierta relevancia social. Aquellos que construyen su vida de cara al exterior, incapaces de tener vida propia, siempre pendientes de lo que puedan pensar o decir de ellos. Son esas personas que se erigen en valedores de unos valores que exigen a otros y que ellos no tienen. Nada me molesta más que ver cómo quienes se creen por encima del resto critican sin cesar lo que ellos consideran defectos de los demás, aún a costa de vivir un infierno particular. Su infierno, por supuesto, no me importa, pero sí me importa la sociedad que con su actuación –y a través de la educación de sus hijos- construyen. Es triste y lamentable que las consultas de psicólogos y psiquiatras estén llenas de – niegan asistir a ellas- familias que de tal sólo tienen la apariencia, porque por dentro están rotas y algunas veces podridas. Pues sí, yo soy de las que pienso que detrás de un hombre que triunfa hay una mujer inteligente y viceversa. Es muy difícil compartir un proyecto vital con alguien que no está a la altura. Pero sé que rectificar es difícil, es una cuestión de valentía, que pienso los hijos merecen se practique. Aguantar por los hijos, que se decía antes, es precisamente lo que no recomiendan los especialistas. No hace mucho en una tertulia sobre este tema, los psicólogos recomendaban lo contrario: separarse por los hijos. Para que no beban de una fuente contaminada, por mucho que se llame familia, si no hay armonía, si los esposos no miran en la misma dirección, se les está haciendo mucho daño.
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