Julio Obeso ofrece su espléndido texto de presentación antes del recital de José Luis |
“Los amantes se encuentran
donde los demás no miran”
Las
palabras nos salvan o nos hieren, son útiles herramientas de la creación y
armas capaces para desolar. Algunas de ellas de tanto uso, parecen no decir:
Amor, muerte, pérdida… Se cuelan una y otra vez entre los versos, cuelgan de
ellos como los frutos que se les supone a los árboles. Sería algo así como lo
debido: Poesía: Amor, Poesía: Muerte; Poesía: Pérdida.
Hoy,
José Luis Campal, viene para mostrarnos otra dimensión, el significado profundo
y radical de esas palabras. El libro que nos trae: Aurora de fulgor
antes todo no es un poemario etéreo. Ya desde el título se encarna y nos
direcciona a una experiencia larga y vertical, incendiaria, de la esencia
medular de esas palabras.
Habría
que empezar por decir que este libro fue escrito entre el 2005 y el 2007.
Cuando ni remotamente se podía sospechar el trágico desenlace de la muerte de
Aurora, en el mes de junio de este año. He de reconocer que me intrigó este
hecho, desde el primer momento. ¿Cabría esperar otros textos, después de ese
suceso? No sé: Tal vez una poesía de ausencia, una bofetada a la muerte, una
elegía que tratase de reordenar la realidad del “golpe helado, del hachazo
invisible y homicida, del empujón brutal”. Tras leer y releer los poemas, algo
de luz se filtra y enreda a la comprensión, sin llegar a ser una respuesta.
Como si de una metáfora implícita se tratara, el amor y su fascinación lo son
también en esa suerte de “orfandad”, en la parte del quebrado latir que resta y
ofrece un resultado decimal, donde antes campaban números pares.
Quizá
del abanico de las respuestas al dolor sea la actitud elegiaca, la más común.
El lamento balsámico, ahondar lo que nos ahoga para hallar un signo, un
ardiente clavo valedor de pena, desde donde poder levantarnos, construir de
nuevo. Estos versos que ahora escucharéis en la voz de José Luis, no estaban
pensados para rescatar nada, ni aliviar más aflicción que la hostil marcha de
las agujas del reloj, dejando cicatrices en lo andado. Es la ocasión que el
poeta elige, la oportunidad de su lectura, quien confiere al acto calidad de
refutación. Desde el amor, siempre desde el amor, lo que fue escrito y recitado
a los ojos, a la básica temperatura de los días compartidos, es ahora el camino
más corto para “regresar y desenmordazar”. No, no hay tristeza en esas líneas,
sólo un corazón capicúa festejando la gracia de ser correspondido. No es cierto
que la vida sea efímera, es la muerte la
que pasa como un soplo y el poeta, no encuentra mejor pantalla que su propia
experiencia, para conjurar lo que la muerte deja en su estela. De nuevo el amor
acude al encuentro y propone un escenario distinto, con los mismos personajes.
Es una cierta forma de reclamar su nombre. Percibo que de alguna manera José
Luis reivindica, con estos versos, la totalidad del tesoro, dejando que sea
esta realidad no buscada, quien gestione los permisos de inmersión, los
titulares mediáticos que generan los pecios.
No
hay como digo lamento ni pena. Si desconociéramos la triste pérdida que supone
la ausencia de Auro, nos dejaríamos llevar por la natural sensibilidad del
poeta que conoce, vive el amor y nos lo cuenta. Eso es lo que os pido. Escuchad
estos poemas como un canto, para que no se malogre el puente que Campal está
tendiendo a la memoria.
Estos cinco son algunos de los poemas leídos el viernes 2 de noviembre en el recital de los Encuentros poéticos en el Antiguo Instituto por José Luis Campal y pertenecientes a su libro inédito Aurora de fulgor.
Campal lee los poemas inspirados por Aurora |
Estos cinco son algunos de los poemas leídos el viernes 2 de noviembre en el recital de los Encuentros poéticos en el Antiguo Instituto por José Luis Campal y pertenecientes a su libro inédito Aurora de fulgor.
VII
Los amantes se encuentran
donde los demás no miran:
en el contorno de las nubes,
entre la espuma del café,
en la estela del vuelo de las aves,
tras el brillo de la pureza,
viviendo al ritmo de sus caricias
o en una mirada cargada de futuro.
Los amantes oyen con el tacto
y se estremecen al verse,
porque la suya es una historia sin
epílogo.
XVI
Cuando me llamas, amor,
hace horas que en mi corazón
repican campanas de gloria.
Él conoce cada sílaba o flor,
dicha o sentida, que de tu boca
corre a fundirse con mi anhelo.
Nos pensamos y el mundo
ya no conoce otro eje.
XXIII
Porque estamos vivos
el mundo rueda
bajo nuestra respiración.
Aunque la realidad cruja
tentándonos con sus trampas,
vence el deseo de vivirnos.
XXV
En el júbilo de la mañana,
apeados del plácido sueño,
nos sabemos huéspedes del entusiasmo.
Una junto a la otra,
colocamos las sonrisas
en el rellano de la vida.
Ella nos toma de la mano,
desvelándonos la hondura de la
felicidad.
Ha venido para quedarse;
la esperábamos con los corazones
abrigados.
XXXI
Pacientemente, vamos aprendiéndonos
sobre el alfabeto que, sediento,
emerge de las manos aparejadas
escalándonos a cada hallazgo.
Nunca se acabará el día
en la comisura del deseo
mientras las bocas sólo se rindan
a los azules dardos de la emoción
que reordena el cielo en un parpadeo.
El poeta y su maestro de ceremonias |
Una preciosa presentación de Julio para poemas que llegan del dolor pero también de la luz.
ResponderEliminarSiento no haber podido ir.
Una apreciación: los poemas del libro fueron escritos entre 2005 y 2007, y entonces el dolor no había hecho acto de presencia, pues todo era luminosidad vital.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta entrada tan guapa. Fue una velada para recordar. Las personas que asistieron participaron también con su escucha,de esa otra manera de entender la poesía. Campal brilló con luz propia, su voz impuso un ritmo que a duras penas alcanzaba a desarrollar el sentimiento.Un abrazo fuerte y de nuevo: Gracias.
Eliminarmagnífico, ¡¡¡enhorabuena a los dos, pedazos de POETAS!!!
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