Con estos humildes objetos Auro levantó torres de sabiduría |
Hoy, miércoles 14 de noviembre, el calendario nos
susurra, para no incordiar más de lo debido, que cinco son los meses cumplidos
desde que nos falta Auro Sánchez Fernández.
El blog que nunca la olvidará la recuerda mes a mes con
su Diauro. Nos centramos ahora en sus objetos más queridos,
esos seres mínimos de utilidad rutinaria pero que se cargaban de sentido y
valor en sus manos, pues la ayudaban a dar rienda suelta a sus inquietudes
creadoras. Estos pequeños artefactos –que José Luis ha reunido con
infinito amor– acompañaban a Auro a todos los
lugares, bien fuera de estudio o de esparcimiento (o de ambas cosas a la vez,
algo bien frecuente), adonde las comunes aficiones literarias de la pareja los
conducían, en un viaje que jamás conoció ni el cansancio ni la renuncia, ni por
supuesto la más ínfima desgana.
Al trasluz de la contemplación de estos compañeros de
bolso podemos vislumbrar el secreto placer que esas inanimadas criaturas,
que Ella mimaba con inusitada delicadeza, irradiaban sobre Auro, quien plasmaba en su inmóvil pero mullida
naturaleza la extrema y vivaz sensibilidad que siempre presidió su carácter y
empuje.
Auro, indagando en los tesoros hemerográficos de la Biblioteca de Asturias, seno de muchos de sus hallazgos |
Al lado de los
cotidianos objetos que colmaban de calladas e intensas satisfacciones el
espíritu de Auro, queremos hoy,
asimismo, evocarla en su rol de infatigable investigadora hemerográfica, ya que
era éste uno, sino el primero, de sus hábitats naturales, donde se desenvolvía
con una fragante profesionalidad de la que José Luis fue privilegiado espectador.
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