Mientras escribía la entrada anterior la televisión me ha servido unas cruentas imágenes de Libia, cadáveres, muchos cadáveres tirados en la calle. Y hombres armados hasta las cejas disparando a diestro y siniestro. Algo han dicho también de la OTAN, pero creo que no me interesa, lo de la OTAN quiero decir. Sí me preocupan los ciudadanos de Libia. Y a renglón seguido, casi sin reponerme me hablan de Somalia, con imágenes espeluznantes. Dicen que las organizaciones gubernamentales los han olvidado. Hablan de dos millones de niños que pasan hambre y de más de medio millón que morirán casi de hoy para mañana. Veo sus caras, miran a la cámara, pero pienso que son conscientes de que nosotros no los miramos. También veo el entierro del quinto hijo de una familia y la próxima muerte de un chiquito que ya no tiene más que huesos. UNICEF, Intermón-Oxfan, Cruz Roja... todos nos lo cuentan con convicción. Luego hablan de Obama y de sus ejércitos, ya no le presto atención, para qué, allí no hay petróleo, puede que no interese. Para muchos ya no habrá esperanza, aunque por suerte los cooperantes no piensan así, ellos siguen. Supongo que una vida salvada será una gran victoria. Yo dormiré esta noche recordando la mirada de ese niño que captó el objetivo de la cámara, su resignación, su tristeza. Otros, quienes los tengan, lo harán mirando la carita dulce de su hijo o nieto. Así de extraño e injusto es para algunos es el mundo.
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