martes, 21 de junio de 2011

YO TAMBIÉN ME SIENTO INDIGNADA

Reconozco que es muy poco original escribir sobre los indignados. Prácticamente está todo dicho. No tenía pensado hacerlo, pero olvidaré esa mi primera intención y pondré mi cabreado granito de arena, porque resulta que yo también estoy indignada, aunque no salga a la calle a manifestarme. Cada día surge una nueva noticia que pone en ebullición el inconformismo natural que arrastro por carácter. Ese que me impide dar por buena cualquier circunstancia que no me afecte. Para ser sincera, mis aspiraciones son tan mínimas que los recortes que venimos padeciendo los ciudadanos –la ciudadanía que se dice ahora- desde que entramos en crisis tienen en mi vida escasas repercusiones. Desde pequeñita me han enseñado a no desear aquello que no está a mi alcance. Y ciertamente me ha dado bastante buen resultado. Casi nunca me planteo si esto o aquello es caro o barato, sencillamente calibro si puedo permitírmelo o no, y punto. Difícilmente yo me hubiese metido en una hipoteca que no pudiera pagar, o montado una vida por encima de mis posibilidades. Así que juego con cierta ventaja. Pero ello no es óbice para que no vea a mi alrededor: por un lado muchas necesidades y por el otro un despilfarro de muy padre y señor mío, precisamente por parte de quienes tendrían que dar ejemplo en una circunstancia difícil como la que estamos viviendo. Sí, hablo exactamente de la clase política. De ese espécimen que bajo el pretexto de gobernarnos vive como Dios a costa nuestra. Por eso no me extraña que los jóvenes, y los que no lo son tanto, se indignen, se revelen contra quienes les cierran las puertas del futuro, también del presente. Heredera de aquél mayo del 68 en el que nos dejábamos arrastrar por los jóvenes del país vecino, aunque nuestra rebeldía fuese mínima –en España a lo más que se podía aspirar entonces era a ser un poco hippie en indumentaria y a escuchar a los Beatles-, comprendo la indignación de esos chicos que hoy ocupan las plazas públicas; y entiendo con dificultad a los ciudadanos que los censuran, que muchos hay. Tal parece que nunca han sido jóvenes. Me comentaba un amigo no hace mucho que el problema radicaba en que entre los indignados se colaban individuos anti sistema y exaltados. Es posible. Pero resulta que yo –probablemente la más insignificante de las ciudadanas- no estoy de acuerdo con el sistema. Si por sistema se entiende –que puede que no sea ese el significado exacto- la extraña democracia que estamos padeciendo. Y digo bien padeciendo por sus resultados. Algo falla. Me resulta difícil entender que para estar a favor del sistema tengamos que consentir que unos cuantos chorizos –demasiados- se repartan el escaso pastel que queda. Así, leo hoy –y ayer y todos los días- que el Gobierno de Madrid tiene 31 cargos que cobran cerca de cien mil euros cada uno, y eso no es lo más grave, sino que acaban de incorporar alguno más. Lógicamente cada cargo supone coche a su disposición, dietas…, un largo etcétera que hace que al final esos veintitantos milloncejos de nada de las antiguas pesetas sean limpios de polvo y paja. No me parece mal que se retribuya con generosidad a la gente por su trabajo, pero ni creo que nuestros políticos lo hagan bien –patente está la ineficacia de sus gestiones- ni es prudente que en época de crisis cobren sueldos millonarios. No son grandes genios, ni tan siquiera la mayoría tiene una formación académica relevante, únicamente han elegido como medio de vida la política, probablemente atraídos por las prebendas de que gozan y porque es el único medio para hacerse rico en poco tiempo y con mínimo esfuerzo. Les basta con “negociar” compromisos que hablan de moderación salarial, contención del gasto en pensiones, prestaciones sociales, flexibilidad laboral…bla,bla,bla. Medidas que lógicamente no aplican a su persona. Eso ya sin hablar de las corruptelas que protagonizan, de la impunidad de sus delictivas acciones: nadie devuelve lo sustraído con medios ilícitos. Así las cosas no es de extrañar que todos estemos tremendamente indignados. No debe de sorprendernos que los jóvenes lo hagan tomando la calle, ¿es que tienen otra alternativa para que los escuchen? Ponen ciertamente contra las cuerdas el sistema, pero ¿qué sistema es este que nos ha sumido en una gran crisis económica?, por no decir de valores –ya tiene escasa importancia prevaricar, usar influencias…-. ¿Alguien pone en duda la necesidad de una transformación del modelo social? No se puede cuestionar que la democracia es el mejor medio de gobierno, pero como dicen los indignados, “democracia real”, y yo añado que para todos, aún a riesgo de que algún “exaltado” me llame rojilla. Aclaro lo de exaltado, porque tal me parece quien recomendaba ante mí mandar el Ejército a la Puerta del Sol para desalojarla.

1 comentario:

  1. Isabel tienes razon pero tambien tienes amigos muy raros que mandar al Ejercito a desalojar a los indignados....es como poco raro....seguro que ha sido tu amigo el del Fenicia....¿que fue de el? porque te llamó entre otras cosas eso de rojilla...

    ResponderEliminar